Ha llegado el moment de optar por la solidaridad con los desarraigados
Declaración adoptada por el Comité Central del CMI en 1995

INTRODUCCION

La apremiante situación en la que se encuentran millones de refugiados, personas desplazadas y migrantes en el mundo condujo al Comité Central a adoptar unánimemente esta fundamental "Declaración sobre las Personas Desarraigadas" el 22 de septiembre de 1995, en la que exhorta a las iglesias de todo el mundo a hacer frente a la situación de los desarraigados, que constituye uno de los problemas más críticos de nuestros tiempos, y a tomar iniciativas resueltas para ser la Iglesia del forastero, acogiendo a los refugiados, los migrantes y otras personas desplazadas, y solidarizándose con ellos.

Con objeto de promover iniciativas concretas a ese respecto, el Comité Central hizo un llamamiento para que 1997 sea el "Año Ecuménico de Solidaridad de las Iglesias con las Personas Desarraigadas".

Este documento establece un nuevo marco, extendiendo la definición de "personas desarraigadas" a todas las personas obligadas a abandonar su patria por causas políticas, ambientales y económicas. Además de una serie de conceptos nuevos, la declaración propone una ampliación substancial del alcance de los derechos humanos y de las responsabilidades, al afirmar que todos los seres humanos tienen derecho a permanecer en su patria, en condiciones de seguridad y de respeto por su dignidad.

Extenso proceso de consultas
La declaración es fruto de un extenso proceso de consultas y diálogo emprendido en los 15 meses anteriores con las iglesias miembros y organismos conexos de todo el mundo. Más que un documento redactado por expertos en la materia, la declaración es un resumen de las preocupaciones que expresaron por escrito cerca de 100 iglesias miembros y organismos eclesiásticos nacionales e internacionales de todas las regiones del mundo, que presentaron sus puntos de vista tras haber consultado con sus respectivos miembros.

Se formó un "Grupo de referencia" compuesto por especialistas procedentes de las iglesias de seis regiones del mundo para ayudar al Comité Central a redactar la declaración.

La declaración se destina en particular a las iglesias, para exhortarlas a comprometerse plenamente en el ministerio para con las personas desarraigadas. El testimonio que dan las iglesias y su defensa de la causa de los desfavorecidos sólo puede ser creíble y eficaz si las iglesias dan pruebas concretas de su pleno compromiso con esa causa.

En una resolución que acompaña la adopción de la declaración, el Comité Central insta a las iglesias miembros y organismos conexos:

  • "a estudiar, suscribir y adoptar la Declaración del Comité Central;
  • a manifestar que el compromiso de las iglesias está del lado de las personas desarraigadas mediante el testimonio y el servicio en todos los planos de la vida de la Iglesia;
  • a indicar la forma en que el CMI y la familia ecuménica pueden ayudarles a poner en práctica esta declaración;
  • a presentar al Secretario General a mediados de 1997 un informe sobre las medidas tomadas hasta entonces."

    El Comité Central propuso que se emprendiera una campaña mundial de movilización de las iglesias, invitándolas a "tomar medidas con carácter inmediato para garantizar la seguridad y la reintegración de los retornados y de los desplazados internos, reuniendo firmas por medio de las congregaciones locales para protestar contra la fabricación de las minas antipersonal".

    Les mantendremos informados sobre las iniciativas y las actividades que se emprendan en relación con esta declaración. A ese respecto, existe un documento de estudio que acompaña la declaración y proporciona amplia información de base sobre todas las cuestiones abordadas.

    Rev. Myra Blyth
    Directora
    Unidad IV "Compartir y Servir"


    HA LLEGADO EL MOMENTO: OPTAR POR LA SOLIDARIDAD
    CON LAS PERSONAS DESARRAIGADAS

    En cada continente existen personas que, desgarradas por la violencia y la desesperación, se ven obligadas a abandonar sus hogares. Millones de personas desplazadas esperan una oportunidad para volver a sus casas. A medida que las guerras se prolongan, las economías se deterioran y el entorno se hace más frágil, las soluciones para los desarraigados son cada vez más difíciles de alcanzar. En todas las regiones, los gobiernos están cerrando sus fronteras. Y demasiadas iglesias dan también la espalda a los forasteros que llegan hasta su umbral.

    Detrás de las ingentes dimensiones mundiales que adquiere el desarraigo hoy en día, hay relatos de dolor, de familias desgarradas, de desesperación y de sufrimientos. Más de uno de cada cincuenta seres humanos es en la actualidad un refugiado o un migrante internacional. En gran parte se trata de mujeres, jóvenes y niños. Una gran mayoría abandona países en el Sur y permanece en el Sur.

    Las personas abandonan sus comunidades por múltiples razones y reciben diferentes nombres: refugiados, desplazados internos, solicitantes de asilo, migrantes económicos. Como iglesias, debemos dar aliento a todos aquellos que las graves condiciones políticas, económicas y sociales obligan a abandonar su patria y su cultura, sin importarnos las etiquetas que les impongan los demás. Las personas desarraigadas son todas aquellas que se ven empujadas a abandonar sus comunidades: las que huyen por culpa de las persecuciones y de la guerra, las que sufren el desplazamiento forzoso a causa de la degradación ambiental y las que se ven obligadas a buscar su subsistencia en una ciudad o en el extranjero porque no logran sobrevivir en su aldea. La presente declaración se centra en los desarraigados, sin dejar de reconocer que otros muchos permanecen en condiciones extremadamente difíciles.

    Aunque haya sufrido una aceleración en los últimos años, el movimiento de personas ha sido un fenómeno permanente en la historia humana. De hecho, todas nuestras sociedades se caracterizan hoy por la pluralidad de culturas, etnias, religiones y lenguas; aún así, a veces no vemos en los extranjeros a Cristo entre nosotros. Cuando las iglesias se cierran a los extranjeros que se encuentran en su seno, cuando dejan de esforzarse por ser una comunidad sin exclusiones como signo y anticipo del Reino venidero, pierden su razón de ser.

    Instamos a las iglesias del mundo entero a que vuelvan a descubrir su identidad, su integridad y su vocación como iglesia del forastero. Se ha reconocido siempre que prestar asistencia a los desarraigados forma parte de la labor de diaconía (aunque haya sido una labor periférica para muchas iglesias). Ahora bien, se trata además de una cuestión que concierne a toda la Iglesia. Somos la iglesia del Forastero - la iglesia de Jesucristo el Forastero. (Mateo 25: 31-46)

    A medida que las políticas gubernamentales se hacen más restrictivas y que se intensifica la hostilidad de la población para con los extranjeros en cada región, las iglesias se enfrentan, ahora más que nunca, con el reto de tener que hacer una elección: ¿optarán por ser la Iglesia del forastero y apoyar a los desarraigados, o elegirán dar la espalda o ignorar el problema? ¿Tratarán simplemente el problema de los desarraigados en sus programas para los refugiados, o serán la manifestación de la universalidad del Evangelio y acogerán en su seno a aquellos que reivindican el respeto de su dignidad como seres humanos?

    La koinonía entraña un elevado costo y exige que asumamos las consecuencias de darlo todo por los demás. En algunos países, trabajar con los desarraigados es peligroso. En muchos lugares, demostrar sensibilidad hacia los desarraigados no goza de la aprobación de las congregaciones locales que están preocupadas por los múltiples problemas acuciantes "entre nuestra propia gente". Al afrontar las causas de la injusticia que lleva al desarraigo de las personas, la Iglesia debe estar dispuesta a pagar el precio que supone enfrentarse a los poderes establecidos y a los privilegios.

    Esta declaración está dirigida a las iglesias. Como comunidad cristiana, debemos asumir y confesar nuestros errores. Y debemos encaminarnos hacia la conversión y la renovación. La credibilidad de nuestro testimonio y de nuestra toma de posición debe fundarse tanto en la experiencia y dedicación propias como en nuestras convicciones.

    Las personas desarraigadas nos recuerdan que nuestro mundo es injusto. El deterioro de las condiciones sociales, políticas y de derechos humanos hace imperativo que hagamos frente al pecado de las estructuras y los sistemas injustos.

    ESTAMOS CONSTERNADOS POR LA VIOLENCIA Y LA INJUSTICIA QUE PROVOCAN EL DESARRAIGO Y EL SUFRIMIENTO DE LAS PERSONAS.

    Las múltiples causas del desplazamiento forzoso:

    1. La guerra, los conflictos civiles, las violaciones de derechos humanos y la persecución por razones políticas, religiosas, étnicas o sociales están presentes en todas las regiones del mundo y son las principales causas del desplazamiento humano forzoso.

    En los últimos diez años, los conflictos étnicos y nacionales que anteriormente eran reprimidos, han estallado convirtiéndose en guerras abiertas. La religión y la identidad étnica se utilizan para promover unos objetivos nacionalistas intransigentes y para dividir a las sociedades plurales. Los civiles son, de manera creciente, víctimas de la violencia, en parte por culpa del acceso generalizado a las armas y a las minas antipersonales. Millones de personas han sido desarraigadas por la violencia: existen 30 millones de desplazados internos dentro de sus propias fronteras, mientras que otros 19,5 millones se han convertido en refugiados en otros países.

    La violencia contra las personas, las comunidades y pueblos enteros conduce a menudo a la destrucción del tejido social, la infraestructura económica y el medio ambiente de las naciones. Esta destrucción de la comunidad es la causa más trágica de la migración forzosa.

    En situaciones de guerra y de conflicto, la violencia sexual contra las mujeres y las jóvenes se convierte en una estrategia de combate que se utiliza para plantear cuestiones políticas, para humillar tanto a los hombres como a las mujeres y para desplazar y destruir la vida comunitaria.

    Las violaciones generalizadas de los derechos humanos persisten como motivación poderosa para buscar asilo. En numerosos países, mujeres, hombres y niños son víctimas de la denegación de un juicio imparcial, así como de torturas, secuestros y asesinatos. A menudo las mujeres y jóvenes sufren abusos sexuales y violaciones.

    El desplazamiento deliberado de poblaciones indígenas y de pueblos colonizados para expropiarles las tierras y los recursos continúa siendo una forma brutal de desarraigar por la fuerza a sus habitantes.

    2. El grave deterioro de las condiciones económicas y sociales que antes proporcionaban a las personas los medios para subsistir en sus comunidades tradicionales y en sus propios países explica el número cada vez mayor de personas que se ven obligadas a desplazarse.

    Ese deterioro se debe al proceso de mundialización de la economía. Este proceso continúa causando desigualdades cada vez mayores de riqueza e ingreso dentro de los países y entre las naciones. Las nuevas relaciones comerciales van en detrimento de los países económicamente débiles.

    Las principales innovaciones técnicas permiten que la producción y los servicios sean más "eficaces", pero contribuyen a la pérdida de empleos. El desempleo permanente aumenta en todas las regiones, provocando a su vez el aumento de la marginación, la exclusión y del número de personas que se desplazan. Por otro lado, las inversiones con alta densidad de capital ofrecen demasiado pocas oportunidades de empleo a la creciente población activa.

    El agravamiento de la deuda, acompañado de políticas de ajuste estructural y políticas fiscales restrictivas impuestas desde el exterior, hacen más difícil la lucha por la supervivencia. Al mismo tiempo, muchos gobiernos se desentienden de su responsabilidad en lo que a programas sociales se refiere. La decisión de los gobiernos de reducir el gasto en esferas sociales necesarias como la salud y la educación, mientras se mantienen o aumentan los gastos militares, contribuye al empobrecimiento y, en última instancia, a la desestabilización.

    Las consecuencias humanas de los programas de ajuste estructural se ponen sobre todo de manifiesto en el aumento de la mortalidad infantil y la malnutrición, así como del número de casos de enfermedades prevenibles y del analfabetismo entre los niños de los países "en desarrollo". La carga más pesada recae sobre las mujeres - de quienes depende sobre todo el sustento diario - que deben procurar que no falte comida para la familia. Un número creciente de personas no tienen otra salida que abandonar sus comunidades en busca de trabajo y sustento.

    Cerca de 10 millones de personas son desplazadas cada año a consecuencia de planes de "desarrollo" intencionados, entre los cuales se encuentra la inundación de grandes extensiones al construirse embalses y la sustitución de los cultivos de subsistencia por una agroindustria mecanizada.

    3. La devastación ambiental se ha convertido en un poderoso motivo para el desplazamiento humano a gran escala.

    La destrucción de nuestro medio ambiente natural - incluidas la deforestación, la pérdida de la capa fértil de la tierra, la desertificación - y la degradación de las tierras agrícolas sin remedio posible hacen inhabitables los asentamientos tradicionales. Según las estimaciones, existen hoy en día entre 10 y 25 millones de personas que se han visto forzadas al desplazamiento por razones medioambientales.

    La fabricación, el ensayo y el despliegue de armamentos en ejercicios militares, tanto en "tiempo de paz" como en la guerra, tienen graves efectos sobre el medio ambiente y hacen imposible un uso sostenible de la tierra que permita el desarrollo agrícola y la supervivencia del ser humano. La reanudación de los ensayos nucleares sigue siendo una amenaza para la supervivencia de las comunidades y obliga a un contínuo desplazamiento de personas.

    La subida del nivel del mar y la intensidad creciente de las tormentas, los ciclones, los maremotos y los terremotos auguran mayores desplazamientos en un futuro próximo. Si no se impiden estos resultados previsibles del calentamiento mundial, causarán la desaparición, en los próximos decenios, de las naciones insulares y de otras tierras bajas dénsamente pobladas.

    El agotamiento de los recursos naturales, acompañado de la degradación económica, no sólo empuja a las personas a abandonar sus comunidades, sino que también origina conflictos por la creciente escasez de recursos.

    Cómo se abandona a las personas desarraigadas:
    Aunque cada vez es mayor el número de desarraigados en todo el mundo, cada vez hay menos voluntad de ofrecerles protección. Los gobiernos de todas las regiones, siguiendo el ejemplo de los países del Norte industrializado, imponen medidas de control que restringen la inmigración y "medidas disuasorias" draconianas para evitar la llegada de solicitantes de asilo y de migrantes. El resultado ha sido que las personas necesitadas de protección en sus vidas y derechos humanos son formalmente excluidas y estigmatizadas por los gobiernos.

    La tendencia mundial es rehuir la responsabilidad de afrontar tanto las causas como las consecuencias del desplazamiento humano forzoso. Aunque las sociedades no pueden, en última instancia, hacer frente a la afluencia ilimitada de personas desplazadas, se dedican demasiado poca atención y escasísimos recursos a prevenir y resolver las condiciones que conducen, para empezar, al desarraigo de las personas.

    En todas las regiones de la Tierra, se está desgastando la solidaridad pública para con las personas que huyen de la violencia y la pobreza. El inquietante recrudecimiento de la hostilidad racista y xenófoba se expresa a menudo en violencia contra los refugiados y los inmigrantes. Estos se convierten con frecuencia en víctimas expiatorias de numerosas tensiones económicas y sociales en la sociedad y en el blanco de la ira creciente.

    En muchos países, la conjunción de la hostilidad pública y las medidas gubernamentales restrictivas plantea un reto a los valores democráticos y a la jurisprudencia. Las medidas propuestas o aplicadas para controlar el acceso de los extranjeros suelen también restringir los derechos civiles y humanos de los ciudadanos y residentes.

    Las normas jurídicas internacionales no se cumplen en lo referente a las necesidades específicas de las mujeres y los niños desarraigados en materia de protección.<> En la actualidad, algunos dirigentes religiosos evitan tomar partido contra la violencia de la comunidad para con los extranjeros o los "otros" o deciden no pronunciarse. Demasiadas instituciones religiosas, incluidas las iglesias, permanecen indiferentes. Además, demasiado pocas son las congregaciones que acogen o incluyen a los recién llegados de distinto origen racial, étnico o nacional. Muchas iglesias y numerosos cristianos siguen asociados a estructuras que excluyen y oprimen al pueblo.

    Consecuencias humanas del desarraigo:
    Para las personas desarraigadas de sus comunidades, la pérdida de la dignidad humana es una consecuencia abrumadora del desplazamiento, con independencia de la clase o del sexo. Esta pérdida de dignidad se ve a menudo exacerbada por las actitudes paternalistas de quienes intentan ayudarles.

    Las personas desarraigadas sufren numerosas pérdidas: familia, amigos y comunidad; estructuras familiares, espirituales, religiosas y culturales que sustentan y definen la identidad básica de los seres humanos; condición social; bienes, empleo, y recursos económicos. Con frecuencia tienen que enfrentarse al mismo tiempo con muchas de las consecuencias del desplazamiento. Para las poblaciones rurales e indígenas, la pérdida de tierras provoca la pérdida de poder económico y de la identidad cultural y espiritual.

    La violencia, el rechazo y la hostilidad racista contra las personas desarraigadas agravan los traumas de la migración forzosa al restringir la movilidad, la participación en la sociedad y la posibilidad de conseguir empleo y servicios en los lugares de tránsito o de refugio. Esta violencia e injusticia forma parte de la ola de racismo y xenofobia que se abate sobre el mundo y que produce privilegios y seguridad para algunos, pero confina a otros en la inseguridad y la exclusión.

    Los trastornos que padecen las personas que huyen de la persecución y la guerra son especialmente graves. Las mujeres y los niños son los más afectados. La amenaza y los efectos de la violencia sexual contra mujeres y jóvenes desarraigadas atentan contra su dignidad humana y su integridad y menoscaban su participación en la sociedad, en detrimento de su bienestar físico, emocional y psicológico.

    La trata organizada de hombres, mujeres y niños es una nueva forma de esclavitud, que lleva aparejada la destrucción de la dignidad y el bienestar de las personas y las familias.

    Los niños que quedan separados por la fuerza de sus familias y de los sistemas de apoyo comunitarios son especialmente vulnerables a las amenazas a sus vidas y a su seguridad. Cuando los niños permanecen en campamentos de refugiados y en las situaciones de conflicto y las guerras, la interrupción de su educación produce lagunas en sus conocimientos. Esta situación acarrea consecuencias a largo plazo para los niños y sus sociedades.

    La violencia y la injusticia que producen el desarraigo de las personas y el consiguiente sufrimiento humano nos incitan a replantearnos nuestras convicciones como fundamento de una respuesta cristiana.

    COMO CRISTIANOS, MANTENEMOS ESTAS CONVICCIONES:

    1. Proclamamos el carácter sagrado de toda vida humana y la santidad de la creación.

    "En el comienzo de todo, Dios creó el cielo y la tierra ... y Dios vió que todo estaba bien .... Por ello Dios creó al Hombre a su imagen ..." (Génesis 1)

    Todas las personas están hechas a imagen de Dios. El respeto por la dignidad humana y el valor de cada persona por encima de diferencias de edad, capacitación, identidad étnica, sexo, clase, nacionalidad, raza y religión es la piedra angular de nuestra fe. Esta fe nos obliga a velar por que la vida humana, la integridad física y la seguridad personal sean respetadas en la legislación y en las instituciones.

    Ninguna sociedad puede vivir en paz consigo misma o con el mundo sin un pleno reconocimiento del valor y dignidad de cada ser humano y del carácter sagrado de la vida humana.

    El don de los recursos de la tierra va a la par de la responsabilidad de salvaguardar y nutrir la creación. Cuando no se nutre la creación, las personas son desplazadas.

    Los cristianos reciben el aliento de la tradición de los profetas y del capítulo 21 del Apocalipsis, el cual nos da la imagen de un Dios que continuamente "renueva las cosas" y que nos convoca a participar en su obra de renovación.

    2. Los valores bíblicos del amor, la justicia y la paz nos obligan a renovar nuestra respuesta cristiana para con los marginados y excluidos.

    "Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.' Éste es el más importante y el primero de los mandamientos. Y el segundo es parecido a éste: Ama a tu prójimo como a ti mismo." (Mateo 22: 37-39)

    El reino de Dios es la visión de un mundo justo y unido. Las profecías y las enseñanzas de Jesús incitan a liberar a los cristianos y a prepararlos para tener el valor de trabajar por la comunidad alternativa, obrar por la paz y la justicia, lo que supone encarar las causas del desarraigo de las personas.

    En el centro de las enseñanzas de Jesús se encuentra el mandamiento de amar a Dios y de amar al prójimo como a sí mismo. Los cristianos están llamados a contestar a la Buena Nueva de la opción de Dios para con los marginados y excluidos. El amor de Jesús es incondicional. Jesús no vaciló en pagar el precio entregándose a sí mismo con amor.

    El profeta Miqueas (6:8) insta a los fieles a hacer justicia, a amar la bondad y a acompañar humildemente a Dios. No existe paz sin justicia, ni plena justicia sin paz. (Amós 5:24) Nuestra fe nos alienta a luchar en pro de la justicia y la paz para todos, a trabajar por un mundo en el que las instituciones económicas, políticas y sociales estén al servicio y no en contra de las personas.

    En la tradición del jubileo (Levítico 25, Deuteronomio 15, Isaías 61:1-2), la compasión va unida a la renovación del compromiso por la justicia y la paz. El jubileo es un nuevo comienzo, un punto de partida para un proceso de reconciliación y reconstrucción de la comunidad, que suscita nueva esperanza.

    3. El desafío bíblico de construir una comunidad sin exclusiones nos exhorta a acompañar a los desarraigados en el servicio y el testimonio.

    Por eso, ya no sois extranjeros, ya no estáis fuera de vuestra tierra, sino que ahora compartís con el pueblo de Dios los mismos derechos y sois miembros de la familia de Dios. (Efesios 2:19)

    El mismo Jesús fue rechazado por su propio pueblo por haber hecho causa común con los marginados y excluidos. El Evangelio nos dice que Jesús convirtió el amor por el extranjero y el enemigo en sello distintivo de la comunidad inclusiva de los hijos de Dios. Siguió la tradición del Antiguo Testamento de acoger al extranjero. (Exodo 23:9; Levítico 19:33-34; Deuteronomio 24:14-19; Jeremías 5-7)

    Los cristianos están llamados a solidarizarse con el sufrimiento, las luchas y las esperanzas de los oprimidos, perseguidos, marginados y excluidos. El ministerio de acompañamiento y defensa de la causa de los desarraigados se guía por los principios de testimonio profético y servicio - diaconía. No podemos abandonar a los "necesitados", ni imponer límite alguno a la compasión. (Hebreos 13:2, Lucas 10:25-37, Romanos 12:13)

    Mientras que el pueblo de Dios decidió descansar con el fin de continuar su camino en pos de la misión, servicio y promesa, los peregrinajes de fe de las personas que sufren el desarraigo son una herencia de toda la Iglesia. Ya que nuestra forma de entender el amor divino ha sido ilustrada a través de la historia de la Iglesia por los relatos de exilio del Antiguo Testamento, por ello también debe la iglesia recibir hoy en día la palabra de Dios a través del testimonio de los desarraigados.

    Proclamando el Evangelio de esperanza para todas las gentes y recordando la comunión en Jesucristo, mediante su muerte y resurrección, las iglesias viven su vocación como comunidades viables y sin exclusiones, acompañando a las personas, compartiendo sus esperanzas y sufrimientos y abriéndoles un espacio.

    Nuestras convicciones cristianas reclaman una renovación de las acciones de las iglesias a fin de preservar la vida y dignidad, luchar por la justicia y la paz y crear una comunidad junto con los desarraigados.

    INSTAMOS A LOS CRISTIANOS Y A LAS IGLESIAS A PASAR A LA ACCIÓN

    La acción empieza con el examen autocrítico de los éxitos y fracasos y la renovación de las respuestas de las iglesias a los desarraigados y a las causas de su desplazamiento. La renovación implica plantear la reflexión teológica y bíblica sobre las causas del desplazamiento y las necesidades de las personas desarraigadas en el seno mismo de la vida de la Iglesia. Los problemas relativos al desarraigo de las personas deben debatirse en los órganos rectores y de decisión y en los grupos de asignación de recursos. Deben crearse o reforzarse los órganos y programas de las iglesias que se ocupan de estos asuntos.

    Esta tarea es ecuménica y mundial. Las iglesias deben trabajar de consuno y en colaboración con otros sectores de la sociedad civil. Numerosas organizaciones de distintos ámbitos están muy comprometidas en demostrar su solidaridad con los desarraigados; ningún sector puede pretender dar respuesta en solitario a las causas sistémicas del desarraigo.

    Buscar soluciones viables a las causas y consecuencias del desarraigo de las personas también supone mediar con los gobiernos. Esto requiere que las iglesias examinen de qué forma pueden conservar sus convicciones mientras negocian un acuerdo que sea parte integrante de los debates sobre política nacional e internacional.

    Como iglesias miembros del Consejo Mundial de Iglesias y organizaciones ecuménicas conexas, debemos asumir el reto de unirnos a las campañas que apoyan la defensa de la vida y la dignidad, promueven la justicia y la paz mundiales y acompañan a los desarraigados.

    Las acciones que los cristianos y las iglesias pueden emprender variarán según los diferentes contextos nacionales y regionales, y se diferenciarán según la capacidad de las iglesias. Pedimos a las iglesias que se apoyen mutuamente y colaboren.

    1. DEFENDER LA VIDA Y LA DIGNIDAD HUMANA DE LAS PERSONAS DESARRAIGADAS

    Alentamos a las iglesias miembros a proteger y fomentar el respeto hacia todas las personas desarraigadas: refugiados, desplazados internos y migrantes.

    A. Proteger la vida y la seguridad

    • Ofrecer un refugio o un lugar seguro a los desarraigados.
    • Auspiciar el asentamiento de los refugiados.
    • Ampliar el asilo a las personas en peligro.
    • Garantizar la protección de las mujeres y jóvenes desarraigadas contra todas las formas de violencia.
    • Promover la protección legal plena de los niños desarraigados y de los niños afectados por los conflictos armados.
    • Denunciar las políticas gubernamentales que limiten la protección de las personas desarraigadas.

    B. Defender los derechos amparados en la ley y los derechos humanos

    • Proporcionar asistencia a las personas y las familias en la tramitación de procedimientos legales para pedir asilo o refugio.
    • Defender a las personas desarraigadas que corren riesgo de malos tratos en las fronteras, aeropuertos y campamentos de refugiados.
    • Apoyar a los migrantes y a los desplazados para que reivindiquen sus derechos como seres humanos según lo dispuesto en las normas nacionales e internacionales.
    • Comprometerse con los gobiernos a ofrecer protección mediante el uso de instrumentos internacionales pertinentes.
    • Pronunciarse públicamente, hacer declaraciones y aprobar resoluciones con el fin de condenar y deslegitimar la violencia contra los extranjeros.

    C. Promover normas internacionales

    • Promover la ratificación y la plena aplicación de la Convención y del Protocolo de las Naciones Unidas sobre el Estatuto de los Refugiados.
    • Promover la ratificación y la aplicación del Convenio Internacional sobre la Protección de los Derechos de todos los Trabajadores Migratorios y de sus Familiares.
    • Aplicar la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño en el ministerio y la defensa de los niños desarraigados.
    • Participar en los esfuerzos para desarrollar los mecanismos internacionales y nacionales con el fin de ofrecer protección a los desarraigados -desplazados internos o personas que no pueden ser repatriadas voluntariamente- a los que no se aplican las normas en vigor.

    2. LUCHAR POR LA JUSTICIA Y POR LA PAZ

    Instamos a las iglesias a tomar medidas para afrontar las causas que originan el desplazamiento forzoso.

    A. Estudiar las razones políticas, económicas, sociales y ambientales que provocan el desarraigo

    • Escuchar y comprender los relatos de las personas desarraigadas sobre las razones de su partida y sus esperanzas de retorno.
    • Examinar el papel de los gobiernos en la creación de situaciones que provocan el desarraigo de las personas.
    • Evaluar las posibilidades que tienen las iglesias para afrontar la raíz del problema.

    B. Participar plenamente en el establecimiento de la paz y en la resolución de los conflictos

    • Organizar programas de formación en las iglesias sobre la paz y la responsabilidad mundial.
    • Trabajar con profesionales experimentados en la resolución, mediación y negociación de conflictos, con la finalidad de crear espacios sociales seguros para el socorro humanitario en los campamentos de refugiados y la reconstrucción de la sociedad civil.
    • Establecer comunidades de paz.
    • Concertar alianzas con los grupos, organizaciones y sindicatos comunitarios que sean activos en esferas como los derechos humanos, la justicia económica, racial y étnica y la paz.
    • Promover una respuesta internacional responsable, sobre todo, por conducto de las Naciones Unidas, con el fin de prevenir y resolver los conflictos, de manera que las personas puedan quedarse en sus comunidades de origen o regresar a ellas.

    C. Trabajar por una vida plena en los ámbitos económico y social

    • Apoyar las alternativas locales en favor de la autonomía económica personal.
    • Promover el respeto de los derechos y la plena participación de las mujeres en el marco del objetivo de crear comunidades viables.
    • Entablar el diálogo con grupos interesados en cuestiones ambientales y con expertos jurídicos a fin de determinar los medios de afrontar las causas del desplazamiento.

    D. Promover el derecho de las personas a seguir viviendo en condiciones de seguridad y dignidad en su propio país.

    • Procurar que el comercio, la ayuda y las políticas de inversión sirvan para apoyar la creación de condiciones que permitan a la gente quedarse en su país.
    • Defender los derechos de los pueblos indígenas y colonizados a quedarse o volver a sus tierras.

    3. CREAR UNA COMUNIDAD CON LOS DESARRAIGADOS

    Instamos a las iglesias a acompañar a las personas desarraigadas, proporcionándoles servicios diaconales, apoyo y solidaridad sin discriminación.

    A. Acompañar a los desarraigados en sus decisiones de quedarse, irse y/o regresar

    • Mantener una presencia activa junto a las personas que deciden permanecer en su tierra natal o abandonarla.
    • Promover y controlar la seguridad del regreso y la reintegración en comunidades viables e incluso acompañar a las personas desarraigadas de regreso a su patria y dar cuenta de ello.

    B. Proporcionar servicios para satisfacer las necesidades materiales, sociales y espirituales

    • Asegurar la plena participación de los desarraigados en la planificación, aplicación y evaluación de los programas, servicios e iniciativas a nivel ecuménico.
    • Prestar asistencia pastoral y servicios de intervención en caso de crisis a individuos y familias.
    • Promover programas que respondan a las necesidades específicas de las mujeres desarraigadas y facilitar su participación en la comunidad.
    • Procurar que los niños separados de sus familias permanezcan en un entorno de tipo familiar.
    • Promover programas que garanticen el desarrollo espiritual, emocional, físico y educativo de los niños desarraigados.
    • En colaboración con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, la Organización Internacional para las Migraciones y otras organizaciones internacionales, velar por la prestación adecuada de asistencia material y el respeto de la dignidad humana de las personas desarraigadas.

    C. Apoyar las iniciativas de las personas desarraigadas

    • Facilitar oportunidades de desarrollo en las comunidades para permitir a las personas desarraigadas lograr su autonomía personal.
    • Ayudar a los individuos y las organizaciones de desarraigados a definir y atender sus propias necesidades y problemas.
    • Apoyar a las personas desarraigadas de diferentes confesiones en la práctica de sus creencias religiosas.
    • Establecer vínculos de unión con organizaciones y comunidades de desarraigados.

    D. Juntos en la Iglesia con los cristianos desarraigados

    • Tomar las medidas necesarias para acoger a los cristianos desarraigados y animarlos a participar plenamente en la vida de la Iglesia, desde el nivel de las congregaciones, hasta la jerarquía nacional.
    • Abarcar la diversidad de las tradiciones cristianas.
    • Ayudar a las comunidades cristianas desarraigadas a restablecer sus congregaciones.
    • Colaborar con otras iglesias en el fomento de iniciativas con los desarraigados.
    • Acoger los dones espirituales de las personas desarraigadas.

    E. Comprometerse a vivir en la diversidad

    • Convocar y participar en encuentros entre personas del país de acogida y desarraigados con el fin de eliminar prejuicios, temores y mitos.
    • Organizar campañas para contener y prevenir el racismo, la xenofobia y la hostilidad hacia las personas desarraigadas.
    • Promover los intercambios internacionales de personal a nivel de la Iglesia entre las regiones y dentro de ellas.

    F. Restablecer la solidaridad pública

    • Promover el establecimiento en las iglesias, las comunidades y los países de conmemoraciones como "el Día o la Semana de los Refugiados" y/o la "Semana del Migrante".
    • Celebrar reuniones de diálogo interconfesional y, en la medida de lo posible, cultos y sesiones de oración.
    • Llevar a cabo actividades educativas y de concientización sobre la situación de las personas desarraigadas en todos los niveles de la Iglesia.

    ALGUNAS SEÑALES ESPERANZADORAS

    Aunque son muchos los que dan la espalda o ignoran a los extranjeros que se encuentran en la sociedad en la que viven, algunos cristianos y algunas iglesias se están decidiendo a apoyar a los desarraigados. Algunas iglesias han hecho causa común con los extranjeros y los exilados durante siglos.

    Algunas señales esperanzadoras están apareciendo, en todo el mundo, en las iniciativas comunitarias y de las iglesias dedicadas a crear nuevos ministerios, nuevos vectores de cooperación ecuménica, y nuevos modos de defender la dignidad humana y crear una comunidad viable:

  • En numerosas situaciones de riesgo, los cristianos y las iglesias salen en defensa de la causa de los desarraigados. Algunos cristianos han abierto las puertas de sus iglesias y de sus hogares a las personas desarraigadas.

  • Algunos cristianos e iglesias han asumido grandes riesgos con acciones de desobediencia cívica para proteger a los desarraigados.

  • Un gran número de iglesias y de grupos comunitarios tratan de ayudar y proteger a aquellas personas cuyas vidas e integridad están en peligro por culpa de las repatriaciones forzosas o de los malos tratos.

  • Un gran número de iglesias han abierto sus puertas y muchos cristianos sus casas a las personas desarraigadas.

  • Algunas iglesias se atreven a afrontar el racismo y la xenofobia existentes entre sus propios fieles.

  • Las estrategias de supervivencia de mujeres y hombres desarraigados demuestran su capacidad de resistencia a los ataques a su dignidad y de movilización para abordar sus problemas.

  • En el Norte y en el Sur las instituciones religiosas, las organizaciones populares, las asociaciones vecinales y las familias están luchando por crear modos de vida alternativos basados en los valores de respeto de la vida.

    Afirmamos que las iglesias deben estar del lado de los desarraigados. Instamos a las iglesias miembros a que, guiadas por el testimonio y el servicio en todos los ámbitos de la vida eclesial, descubran de nuevo su identidad como Iglesia del Forastero...


    HA LLEGADO EL MOMENTO DE OPTAR POR LA SOLIDARIDAD CON LOS DESARRAIGADOS

    Adoptado por unanimidad por el Comité Central
    del Consejo Mundial de Iglesias
    el 22 de Septiembre de 1995



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