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La red Paz a la Ciudad surgió de una campaña del mismo nombre que comenzó en agosto de 1997 y culminó en diciembre de 1998. La red estuvo activa hasta 2002; sus miembros -iglesias, organizaciones pro paz y justicia, comunidades de fe y movimientos de la sociedad civil- continúan trabajando dentro del marco del Decenio para Superar la Violencia (2001-2010)

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RECOMENDACIONES EN RELACIÓN CON
EL PROGRAMA PARA SUPERAR LA VIOLENCIA (PSV)

El Comité Central del CMI, reunido en Johannesburgo, Sudáfrica, en enero de 1994, decidió que:
a) el CMI cree el Programa para Superar la Violencia con la finalidad de impugnar la cultura mundial dominada por la violencia y transformarla en una cultura de paz justa. Antes de la reunión del Comité Central en 1995, se organizará una primera consulta, destinada a dar forma a este programa y a proponer fuentes de financiación;

b) dos iniciativas que ya están en curso, a saber 1) la consulta que se celebrará en Corrymeela, Irlanda del Norte, en junio de 1994, sobre "Construcción de una cultura de paz: contribución de las iglesias", y, 2) la creación de un banco de datos sobre grupos pacifistas en relación con las iglesias, sean las primeras etapas de la realización de ese programa;

c) en el marco de los debates en curso sobre Koinonía, las Unidades I y III emprendan un estudio común sobre las dimensiones eclesiales de la búsqueda de una cultura de la no-violencia y de la paz justa, a fin de examinar las cuestiones eclesiológicas y constitucionales que plantea la segunda recomendación del Comité Central del CMI de 1992;

d) se emprenda un estudio destinado a evaluar el papel de las sanciones, así como su eficacia y las condiciones de su aplicabilidad, como medio válido de hacer evolucionar los conflictos hacia una solución pacífica. Los resultados de este estudio se presentarán al Comité Central en 1995;

e) lo que se necesita es enfrentar y superar "el espíritu, la lógica y la práctica de la guerra" y elaborar nuevos enfoques teológicos, en consonancia con las enseñanzas de Cristo, que no partan de la guerra para ir hacia la paz, sino de la necesidad de justicia. Esta es, quizás, una época en la que las iglesias habrán de responder juntas al desafío de renunciar a cualquier justificación, teológica u otra, del recurso a la fuerza militar, y llegar a ser una comunidad (koinonía) dedicada a la consecución de una paz con justicia;

f) se pida a las iglesias miembros que comuniquen al CMI sus posiciones sobre la paz y la justicia, la elaboración de una cultura de paz justa como alternativa a la cultura regida por el espíritu, la lógica y la práctica de la violencia, así como sobre la educación para la paz; las iglesias efectuarán ese análisis en colaboración con las iglesias no miembros y las ONG;

g) el equipo de Asuntos Internacionales de la Unidad III reúna las respuestas recibidas y haga un primer análisis destinado a los miembros del Comité Central, a ser posible antes de su próxima reunión.

El Comité Central del CMI, reunido en Ginebra, en septiembre de 1995, decidió que:

a) la prioridad del PSV sea edificar una cultura de la paz mediante iniciativas prácticas para superar la violencia en diferentes niveles de la sociedad y exhortar a las iglesias a asumir una función de vanguardia en la utilización de medios no-violentos como la prevención, la mediación, la intervención y la educación para superar la violencia en sus respectivos contextos;

b) el PSV debería reunir experiencias de diferentes regiones sobre la forma de superar la violencia en las iglesias;

c) el programa debería abarcar estudios sobre las causas de la violencia, prestando especial atención a las situaciones en las que las iglesias o los grupos religiosos contribuyen a esas causas. Los estudios deberían basarse en el material y las experiencias que ya existen al respecto (por ejemplo, los institutos pro paz);

d) el programa debería velar por que se preste una atención permanente a las dimensiones teológica y eclesiológica de la violencia (véanse las actas del Comité Central, 1994, pág. 113, c.), sobre la base de los estudios del CMI realizados a principios de los años setenta y estudios teológicos que ya se han llevado a cabo en varias regiones;

e) aunque la superación de la violencia debería ser una prioridad en todas las unidades, el Programa para Superar la Violencia debe formar parte de la Unidad III, y, como tal, debe contar con suficiente personal y recursos para desempeñar su mandato;

f) debería organizarse una pequeña consulta a principios de 1996 con miras a dar forma más definitiva al programa, sobre la base de anteriores discusiones y a la luz de la prioridad expuesta en el punto a) supra;

g) el PSV sólo tendrá éxito en la medida en que las iglesias miembros le concedan también prioridad en su propia labor.
El Comité Central del CMI, reunido en Ginebra, en septiembre de 1996, aprobó las siguientes recomendaciones y lanzó la campaña "Paz a la Ciudad":

a) Como declaró el Comité Central en 1995, el Programa para Superar la Violencia debe centrarse en construir una cultura de paz por medios prácticos para superar la violencia en los distintos niveles de la sociedad, alentando a las iglesias a dar ejemplo en el uso de medios no-violentos como la prevención, la mediación, la intervención y la educación, en función del contexto de que se trate. Sin embargo, no debemos perder de vista las causas fundamentales, políticas, económicas y sociales, de la violencia, en particular los problemas de la violencia estructural.

b) Aprovechando los recursos existentes en los institutos que estudian las cuestiones de paz, justicia y sostenibilidad del medio ambiente, así como en las escuelas y facultades de teología y en las organizaciones ecuménicas regionales, el Programa debería incluir estudios sobre las causas de la violencia. Deberá prestarse especial atención a las situaciones en que las iglesias o los grupos religiosos contribuyan a esas causas.

c) Tal como pidió el Comité Central en 1994 y 1995, el Consejo debería ofrecer urgentemente un marco de reflexión sobre las dimensiones teológicas y eclesiológicas de la violencia, así como sobre los muchos recursos que brinda la fe cristiana para la construcción de culturas de paz. Recursos de ese tipo se encuentran por ejemplo en la Biblia, en la vida de las iglesias y de otros grupos cristianos dedicados a la creación de culturas de paz y justicia, y en el trabajo de los teólogos directamente dedicados a estas cuestiones (incluidas las teólogas que estudian la violencia contra las mujeres, las iglesias de tradición pacifista, y las iglesias evangélicas no tradicionales y pentecostales que proclaman el Evangelio en comunidades pobres inmersas en la violencia).

d) El CMI debería instar a la celebración de un día de oración y ayuno por la paz.

e) Como señaló el Comité Central en 1994 y 1995, el PSV debería recibir especial prioridad en todas las unidades, incumbiendo a la Unidad III el programa específico a ese respecto. En ese sentido, el PSV debería poner de relieve y encarecer el trabajo realizado por la Secretaría General, y por las Unidades I, II y IV, donde existen ya programas concretos y otras actividades en relación con la violencia y con los medios para superarla, incluido el trabajo en las zonas rurales. Además, el PSV debería abarcar, afirmar y reforzar los trabajos en curso en la Unidad III, donde muchos programas y todos los grupos relacionados con ellos (ECOS, CIAI, PLR, Mujeres, Juventud, y Teología de la Vida) tienen análisis, actividades y personas plenamente volcadas al esfuerzo para superar la violencia.

f) Para llamar enérgicamente la atención sobre el PSV en el tiempo que falta hasta la Octava Asamblea y como complemento de la actual labor del Consejo estrechamente relacionada con él, el CMI debería proclamar:

Paz a la Ciudad
Iniciativa Mundial del Consejo Mundial de Iglesias
Programa para Superar la Violencia

Esta iniciativa constituye un símbolo para instar a participar y alentar a todas las iglesias de todos los lugares a practicar diariamente la paz. Esa iniciativa debería incluir:

I. Seleccionar siete ciudades como máximo que ilustren, tanto la fuerza destructiva de la violencia, como las iniciativas que pueden adoptarse para la construcción de la paz y la justicia. Las iglesias y los grupos de ciudades de distintas regiones del mundo que realicen trabajos específicos importantes para la construcción de la paz y la formación de comunidades de justicia podrán pedir que su labor sea dada a conocer en el marco de esta iniciativa. Habría que tomar contacto lo antes posible con organizaciones de las iglesias y/o ecuménicas de las ciudades seleccionadas, con objeto de profundizar en la idea y de asegurarse de la voluntad de participar en la iniciativa. Habría que tener presentes los criterios establecidos por la Junta Directiva de Asuntos Internacionales. Los participantes en la Consulta del Programa para Superar la Violencia establecerían una lista provisional de ciudades de ocho regiones, cuyo número se reduciría finalmente a siete como máximo.

II. Hacer visitas a cada una de las ciudades por equipos de siete personas cada uno de las cuales, tres por lo menos deberán ser de las otras ciudades que participan en le proceso, de preferencia familiarizadas con el contexto local, y con los medios audiovisuales y las técnicas de mediación, y que posean capacidad de análisis. Estas visitas en equipo deberían hacerse antes de la Asamblea de 1998 para dar visibilidad a los esfuerzos para superar la violencia, recoger experiencias y datos y reflexionar sobre ellos, y compartir esperanzas y una espiritualidad de la vida.

III. Preparar materiales de vídeo que reflejen fielmente distintos aspectos de esas visitas para animar a los grupos e iglesias de todo el mundo a sumarse al proceso.

IV. Promover y facilitar la formación de redes de intercambio entre todos los que en las ciudades luchan contra la violencia, haciendo hincapié en los métodos expuestos con más detalle en el Informe de la Consulta de Río de Janeiro.

V. Aprovechar la oportunidad de la Asamblea de 1998 para que los representantes de la labor realizada en esas siete (o menos) ciudades se reúnan, junto con otras personas, para firmar un programa, un compromiso o una promesa pública de proseguir e intensificar estos y otros esfuerzos en favor de la paz y la justicia.

VI. Ofrecer a las iglesias miembros presentes en la Asamblea la oportunidad de reflexionar sobre la forma en que el Consejo Mundial de Iglesias podría facilitar su trabajo para superar la violencia en el período posterior a la Asamblea.