consejo mundial de iglesias

Juntos en el camino
Informe oficial de la Octava Asamblea

4. El Trabajo Futuro del Consejo Mundial de Iglesias

4.1. INTRODUCCIÓN

El trabajo futuro del CMI aparece delineado y con propuestas concretas en los informes del Comité de Orientación Programática y los Comités de Examen I y II. En ellos se toma en cuenta la evaluación de la tarea del CMI en el período anterior, tal como surge de la primera fase de audiencias públicas, para luego dedicarse a realizar recomendaciones en base a las propuestas de trabajo que surgieron de la segunda fase de audiencias públicas, de las plenarias temáticas de la asamblea - con los debates que surgieron en las mismas -- y del padare.
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Informe del Comité de Orientación Programática

  • Reuniones de información y debate: Fase 1
  • Fase 11
    Informe del Comité de Examen I
    Informe del Comité de Examen II
    Hacia un Entendimiento y una Visión Comunes
    Nuestra Visión Ecuménica

  • Uno de los debates más intensos de la asamblea tuvo lugar cuando se discutió el documento sobre Entendimiento y Visión Comunes (EVC), que dió una mirada exhaustiva al proceso que comenzó en 1989 para culminar en el documento EVC, aprobado por el Comité Central en su sesión de septiembre de 1998. La asamblea dedicó dos sesiones plenarias a discutir este tema, ya que, por un lado, era necesario que la asamblea pudiera dar a conocer su parecer sobre este proceso y, por otro, la adopción del EVC tenía consecuencias normativas. La asamblea debía dar su acuerdo o no a las modificaciones a la Constitución y el reglamento del CMI que se proponía. Las modificaciones aprobadas figuran en el informe final del Comité de Exámen I.

    Previo al primer debate, sobre el significado y el proceso del EVC, se celebró una sesión plenaria en la cual representantes de diversas iglesias y líneas teológicas que co-existen en el seno del CMI, tuvieron oportunidad de dar a conocer su parecer. Aram I, moderador del Comité Central, introdujo el tema señalando que el proceso que culminó con la aprobación del EVC no pertenece al CMI sino a sus iglesias miembros y a sus socios ecuménicos, incluyendo a la Iglesia Católica Romana, que también contribuyó en la discusión. El moderador agregó que para interpretar este documento se debe tener en cuenta que se trata de "una articulación renovada de la visión ecuménica que es fiel al mensaje del Evangelio y que responde a las necesidades y experiencias de las iglesias miembros, reafirma la unidad como meta principal del movimiento ecuménico, define la importancia decisiva de la unidad, la misión, la evangelización, la diaconía y la justicia como bases de cualquier articulación seria de la visión ecuménica y da más visibilidad a la coherencia, integridad y responsabilidad que deben existir en la colaboración y las relaciones entre las iglesias, la agenda y los programas del CMI".

    Las personas que participaron como ponentes en este plenario fueron claras al expresar que tener una visión en común significa ser responsables unos para con otros, trabajando por la comunión conciliar y además por una comunión que sea capaz de responder a las necesidades del mundo. También llamaron a dialogar no sobre los límites de la diversidad, sino sobre aquello central que une a las diversas iglesias y tradiciones cristianas, y a desarrollar una espiritualidad en común que tenga a la oración ecuménica como uno de sus pilares.

    En la segunda plenaria sobre el EVC, la Dra. Marion Best, de la Iglesia Unida de Canadá, y el Protopresbítero Georges Tsetsis, del Patriarcado Ecuménico, presentaron a los delegados las principales consecuencias institucionales de la aplicación de este documento y los diversos pedidos de modificación de la Constitución y el reglamento del CMI que surgían del texto del EVC. Al finalizar estas ponencias, se abrió otro amplio debate, en el que participó un buen número de delegados con reflexiones y propuestas, siguiendo así una tónica de esta asamblea que se destacó por la cantidad de pedidos de palabra y las bien articuladas propuestas que se volcaron en estas intervenciones. Veinte delegados hablaron en estos dos plenarios.

    En el debate volvió a surgir la cuestión ortodoxa y un delegado pidió una "nueva igualdad entre las tradiciones eclesiales que se aleje de los denominacionalismos", mientras que otro señaló nuevamente la importancia de lograr las decisiones por consenso. Una voz ortodoxa muy crítica, argumentó que el CMI está dominado por "una concepción del mundo occidental" que aísla y margina a los ortodoxos, haciéndolos sentir fuera de lugar en el CMI. "No estoy amenazando", dijo el delegado. "El mío es un grito de dolor porque no podemos seguir tolerando que las cosas continúen así. No queremos irnos, queremos continuar caminando juntos si a través de una transformación radical se puede crear un verdadero hogar para las iglesias ortodoxas dentro del CMI".

    Otros delegados solicitaron la necesidad de no olvidar "nuestro llamado en común a involucrarnos en los temas candentes", sabiendo que las iglesias pueden hacer muchas más cosas juntas que separadas. Y tampoco estuvieron muy de acuerdo en crear estructuras que pudieran complicar el trabajo del CMI y crear una doble instancia ecuménica: el Foro de Iglesias Cristianas por un lado y el CMI como institución por otro. Hubo consenso en que los esfuerzos debían darse de manera simultánea y en que debían quedar fuera de la discusión los manejos de poder. Una delegada señaló: "En el Festival de las Mujeres dijimos: .&.tu historia es mi historia’...iniciemos nuestro andar guiados por Dios, sintiéndonos vulnerables, pero juntos, en nuestro camino hacia la unidad".

    Uno de los temas incluídos en el EVC es la creación del Foro de Iglesias Cristianas y de Organizaciones Ecuménicas. Esta cuestión provocó un debate puntual, en el que también participó un buen número de delegados. Las opiniones se dividieron entre los que pensaban que la creación del Foro disminuiría la importancia de las asambleas generales del CMI y abriría las puertas a una participación en el diálogo ecuménico sin necesidad de asumir responsabilidades mutuas entre las iglesias y organizaciones ecuménicas, y los que creyeron que esta instancia más amplia de diálogo ecuménico daba lugar a una nueva visión del ecumenismo acorde con las exigencias del siglo XXI y marcaba un avance importante luego de 50 años de trabajo del CMI.

    En general, los delegados estuvieron de acuerdo en que no era necesario crear una nueva estructura institucional, sino un espacio de diálogo diferente, cuidando que ésto no implicara tener que invertir muchos recursos en personal y dinero. También advirtieron sobre la necesidad de evitar que se creara una suerte de "membresía de segunda clase" debido a la existencia del Foro. "La idea del foro es un proceso que debemos explorar y no una institución que debemos crear", dijo uno de los delegados, mientras que otro apuntó que "debemos tener en cuenta que el CMI no es el movimiento ecuménico, sino que está al servicio del mismo" para lo cual "es imperativo avanzar, involucrando al cuerpo de Cristo en toda su amplitud". Recordando las palabras del Prof. Koyama en su exposición sobre "La alegría de la esperanza", con las que el teólogo japonés dijo que si corriéramos a la periferia, encontraríamos a Dios como centro, otro delegado señaló que sería bueno correr hacia la periferia de la membresía del CMI, explorando una dimensión creativa del ecumenismo que desafía a "profundizar y ampliar la fraternidad de iglesias" en el movimiento ecuménico. Los resultados de este debate están en las resoluciones sobre el tema que contiene el informe del Comité de Exámen I.

    4.2. INFORME DEL COMITÉ DE ORIENTACIÓN PROGRAMÁTICA

    Introducción

    ¿Quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que, después que haya puesto el cimiento, no pueda acabarla y todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: "Este hombre comenzó a edificar y no pudo acabar." (Lc 14:28-30)
    Una de las tareas de los delegados en la Asamblea es determinar la política general del Consejo Mundial de Iglesias y examinar los programas emprendidos para aplicar las directrices previamente adoptadas (Constitución del CMI, V.1.c.3). La Asamblea debe examinar las actividades del Consejo durante los últimos siete años y dar orientaciones para las actividades del Consejo en el futuro.

    ¿Con qué criterio se examina el pasado y se establecen orientaciones para el futuro? La Base dice que el Consejo Mundial de Iglesias es una comunidad de iglesias... que procuran responder juntas a su vocación común (artículo I, Constitución del CMI). En el documento Hacia un Entendimiento y una Visión Comunes del CMI se considera que esta vocación común integra la visión de Juan 17:21 ("que todos sean uno... para que el mundo crea") y la visión de Efesios 1:10 ("según este plan que se cumplirá finalmente a su debido tiempo, Dios va a unir bajo el gobierno de Cristo todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra") (párrafo 2.5., Documento EVC). Esta "vocación común" es la búsqueda de la unidad visible de la Iglesia para reconciliar la creación con Dios y consigo misma. Con este renovado hincapié en el Consejo como comunidad de iglesias y como servidor del único Movimiento Ecuménico, en la orientación para los próximos siete años podría utilizarse el concepto de "común" para determinar sus prioridades: vida común en Cristo, testimonio común y preocupaciones comunes al estar al servicio de las necesidades de los seres humanos.

    El proceso

    El Comité de Orientación Programática realizó su trabajo en dos fases. En la primera examinó las actividades emprendidas por las cuatro unidades y la Secretaría General, evaluando lo que se había logrado y señalando qué tareas podrían continuar en el siguiente período. En la segunda fase, el Comité trabajó en el marco de los seis grupos temáticos del Padare. Los miembros del Comité dialogaron con los delegados, y aportaron sugerencias iniciales para nuevos ámbitos de trabajo que fueron luego modificadas a la luz de las contribuciones ulteriores que estos aportaron. El Comité de Orientación Programática presenta su informe como un instrumento a través del cual la Asamblea puede determinar la política general del Consejo Mundial para los próximos siete años.

    REUNIONES DE INFORMACIÓN Y DEBATE: FASE I

    Introducción
    El Comité de Orientación Programática agradece al personal del CMI todos sus esfuerzos para presentar el trabajo de las cuatro unidades y de la Secretaría General en esta primera fase de las reuniones de información y debate. Con un personal muy reducido y restricciones financieras importantes, lo que se logró nos sorprendió por la cantidad y la calidad del trabajo realizado. Sin embargo, se manifestó preocupación por el hecho de que los cambios de organización introducidos después de Canberra no siempre habían llevado a la integración y la cooperación, que era uno de sus objetivos. La reducción de personal afectó, aparentemente, a unas unidades más que a otras y tuvo un efecto nocivo en la realización del trabajo.

    Algunos de los temas eran comunes a todas las reuniones de información y debate.

    ¿Cuántas tareas se pueden asumir? En un Consejo en el que la dotación de personal se redujo en el 45 por ciento desde la última Asamblea, existe el peligro de que se pida al personal actual que siga produciendo el caudal de trabajo de un grupo mucho mayor. El Comité de Orientación Programática se enteró de que una de las consecuencias de la reducción del personal en el Consejo había sido que algunos programas aprobados nunca pudieron emprenderse, y que otros habían sido recortados. La reestructuración ha causado cierta inquietud por la posibilidad de que se malogren las realizaciones así como las actividades que sería preciso continuar. Es necesario crear de inmediato algún tipo de estructura que permita disipar esas preocupaciones.

    ¿Cómo se llevarán a cabo? La pregunta que el Consejo debe plantearse respecto de cada programa es la siguiente: "¿Cuál es el método más apropiado y eficaz que se ha de aplicar?" El personal tiene mucha experiencia en la utilización de diversas metodologías: creación de redes, trabajo en colaboración, grandes conferencias y consultas, visitas a iglesias miembros, publicaciones, o el traspaso de trabajo a grupos regionales. Sin embargo, hay muchas formas nuevas de trabajar. El principal método que ha aplicado el Consejo ha sido el de las consultas y los viajes de los miembros del personal a distintas partes del mundo. Tal vez este no sea el mejor método, habida cuenta de los recursos reducidos de que se dispone para cumplir el mandato del Consejo.

    ¿Quién las realizará? En la publicación De Canberra a Harare se dice, "... el CMI no puede hacer todo,... [y] no es necesario ni debe tratar de hacer todo". Es bueno recordar que con frecuencia lo mejor es enemigo de lo bueno. Puede ser que haya tareas que sólo el CMI puede asumir. Dos ejemplos podrían ser el Programa de Lucha contra el Racismo (PLR), y el documento Bautismo, Eucaristía y Ministerio. Sin embargo, sobre la base del principio de subsidiaridad, las preguntas que la Asamblea y, a continuación el Consejo tienen que plantear a continuación son, primeramente "¿Qué debe hacer el CMI?", y después, "¿qué se debería hacer localmente?", "¿qué deberían hacer otros organismos ecuménicos?" y "¿qué deberían hacer las Comuniones Cristianas Mundiales?"

    El CMI tiene un servicio especial que ofrecer al Movimiento Ecuménico único. Debe encontrar interlocutores, trabajar con ellos y alentar la cooperación en donde sea posible, preguntando directamente a otras organizaciones ecuménicas, institutos de enseñanza, Comuniones Cristianas Mundiales, e incluso a las propias iglesias, si están dispuestos a trabajar en nombre del Movimiento Ecuménico único.

    ¿Quién las recibirá? Huelga decir que el CMI ha realizado un trabajo considerable y de buena calidad de buen trabajo, pero en gran parte no es conocido ni aprovechado por los dirigentes de las iglesias ni por los cristianos de la base. A la luz del proceso del EVC, las iglesias deben hacer suyos los programas en colaboración unas con otras, y arraigarlos en su vida.

    Secretaría general
    La Oficina de Relaciones con las Iglesias y la Comunidad Ecuménica (ORICE) se creó después de la Asamblea de Canberra. Su mandato era profundizar el espíritu de comunidad y la responsabilidad entre las iglesias miembros, y entablar relaciones con iglesias y organizaciones que no son miembros. Las posibilidades de trabajo de la ORICE en cuanto a la ampliación de las relaciones del CMI exceden con mucho la capacidad de esta oficina que dispone de poco personal. El período anterior demostró claramente que esta función es esencial. La labor del CMI sobre Hacia un Entendimiento y una Visión Comunes, el lugar asignado a la participación de las iglesias ortodoxas en la vida del Consejo, las crecientes expectativas de las iglesias pentecostales, las iglesias evangélicas libres y las iglesias de reciente formación, las nuevas iniciativas del Grupo Mixto de Trabajo de la Iglesia Católica Romana y el CMI, y la eventual creación del "Foro", son todos elementos que indican claramente la necesidad de aumentar en gran medida la capacidad de esta oficina en el período siguiente a Harare.

    La Oficina de Relaciones Interreligiosas (ORI) pasó a depender administrativamente de la Secretaría General, después de Canberra, con el propósito de desplazar el centro de la labor del "diálogo" a la promoción de las relaciones interreligiosas. El trabajo sobre las "dimensiones religiosas de los conflictos", que formaba parte del mandato anterior, merece mayor atención. La ORI se ocupará principalmente de ayudar a las iglesias miembros que viven en situaciones de pluralismo religioso y se enfrentan cada vez más con problemas de orden teológico, misiológico y político. Por último, en las nuevas estructuras, esta labor no debería circunscribirse a la tarea de una sola oficina sino realizarse de manera interactiva.

    Por su parte, el Instituto Ecuménico de Bossey, cuatro años después de la Asamblea de Canberra, se transfirió de la Unidad I a la Secretaría General. Últimamente, este instituto ha demostrado un compromiso más dinámico en el ámbito de la formación ecuménica, a pesar de los períodos de incertidumbre financiera con que se ha enfrentado. En el próximo período, será preciso que el Instituto refuerce sus lazos con los ex alumnos interesados, amplíe los programas para laicos, establezca vínculos con otros institutos de formación ecuménica, y explore medios creativos de ofrecer la riqueza de sus recursos didácticos en otras partes del mundo. En este momento es aún más importante elaborar una formación y una reflexión ecuménicas destinadas a los dirigentes de iglesia, los profesores de seminarios y otras personas, así como prestar atención a los métodos del diálogo ecuménico. Y es necesario que se intercambien constantemente estas ideas y perspectivas con otros sectores de la vida del CMI.

    La Oficina de Comunicación cumplió sus tareas fundamentales en el período ulterior a Canberra con una escasa dotación de personal y ampliando las posibilidades tecnológicas de su labor. La creación de Noticias Ecuménicas Internacionales (ENI) ha resultado particularmente eficaz pues constituye una fuente semiautónoma y fiable de noticias ecuménicas en todo el mundo. Subsisten dudas sobre el papel de los medios de comunicación impresos frente a los electrónicos, y hay que recordar la gran diversidad de necesidades de las iglesias miembros. Una de las prioridades del próximo período consistirá en aplicar claramente una estrategia y un proceso de comunicación integrados en todo el Consejo.

    Unidad I - Unidad y Renovación
    El mandato de esta Unidad, compartido parcialmente por otras unidades, es asistir a las iglesias miembros en los respectivos procesos de renovación y reconciliación, y obrar por la unidad visible de la Iglesia. Ello se hace mediante el diálogo y la reflexión teológicos, la formación teológica ecuménica, la participación de los laicos en la creación de una comunidad sin exclusiones, el culto y la espiritualidad. En la reunión de información y debate se afirmó que el anhelo de alcanzar la unidad visible debe situarse en el centro de la vida común de las iglesias; en el futuro, será preciso dar a esta prioridad una expresión más concreta en el programa del CMI.

    Las actividades se llevaron a cabo en cuatro secciones.

    • Fe y Constitución debe esforzarse por aumentar la participación regional y la colaboración con otras unidades, y hacer mucho mayor hincapié en el proceso de recepción como parte integrante de su enfoque y estilo de trabajo. El trabajo sobre hermenéutica ecuménica recibió una fuerte aprobación y se insistió en la necesidad de continuarlo. Se dijo que el texto sobre "Nature and Purpose of the Church" (Naturaleza y finalidad de la Iglesia) se encontraba en una etapa preliminar y que era preciso que lleguen a su madurez. El mandato de Evian indicaba que Fe y Constitución debía realizar un estudio sobre "Identidad étnica, nacionalismo y la unidad de la iglesia", estudio que acaba de iniciarse y se encuentra en una fase muy preliminar.
    • La Participación de los Laicos en una Comunidad sin Exclusiones: Este tema, por las posibilidades que encierra, puede promover la renovación de las congregaciones locales en la misión y tender puentes hacia otras actividades programáticas del CMI: ofrece asimismo la posibilidad de establecer relaciones de colaboración con movimientos y organizaciones de fuera del CMI. Esta sección puso de relieve los recursos de que disponen las iglesias y el Movimiento Ecuménico, es decir las personas que ya ejercen ministerios laicos y, por consiguiente, la necesidad de apoyar a las iglesias y los movimientos en sus esfuerzos para capacitar y formar a laicos en el ejercicio de esos ministerios.

      Se reconoció que inclusión y visibilidad son asuntos de orden espiritual. Aunque las actividades relativas a las personas con discapacidades pasaron a depender administrativamente de esta sección (mientras que el sector de Juventud se ubicó en la Unidad III), se trata de una cuestión que atañe a la vida de las iglesias en todas sus dimensiones, a fin de que el cuerpo de Cristo pueda alcanzar su plena expresión.

    • Formación Teológica Ecuménica: En esta sección se destacó la necesidad de tener en cuenta la contextualización y la creación de redes, así como la viabilidad y la pertinencia estratégica de la formación teológica ecuménica, tanto para sacerdotes y pastores como para laicos. La sección ha facilitado el intercambio interregional y el acceso a los recursos. Dondequiera que se ubique esta nueva estructura, será importante conservar su orientación regional, al tiempo que se abordan los temas fundamentales y los criterios de formación teológica a escala mundial. Quedó claro que era preciso estimular a las instituciones de formación teológica a que fuesen abiertas e inclusivas desde un punto de vista ecuménico, e hiciesen teología con una perspectiva global en aras de la renovación de la misión y el ministerio, así como de la salud del ecumenismo de la iglesia.
    • Culto y Espiritualidad: La celebración común del culto es la expresión más visible del ecumenismo y un poderoso instrumento para crear comunidades sin exclusiones y ayudar a dar a conocer la riqueza espiritual de las distintas tradiciones, culturas y contextos. La sed de espiritualidad que se manifiesta en nuestros días hace que esta labor sea prioritaria, y que el vínculo entre espiritualidad y culto sea esencial. La publicación de liturgias e himnos utilizando material de fuera del CMI ha resultado ser muy útil. Se recomendó a las iglesias la iniciativa de determinar una fecha común de la Pascua.

    Unidad II -- Las Iglesias en Misión -- Salud, Educación, Testimonio
    El mandato de la Unidad consistía en estimular y preparar a las iglesias para el cumplimiento del papel que les corresponde en la misión de Dios, apoyando y alentando su trabajo mediante la creación de redes, el seguimiento de las actividades y la exhortación a las iglesias a que adopten una actitud de responsabilidad y transparencia.

    Misión: Se manifestó una gran preocupación por el futuro de la misión en el CMI, en especial teniendo en cuenta las nuevas estructuras. Es necesario mantener la tradición del Consejo Misionero Internacional. La misión debe mantenerse en el centro del Movimiento Ecuménico y estar acompañada de la preocupación por la unidad.

    Sería necesario completar la declaración sobre la misión que actualmente se está elaborando y continuar el estudio sobre el Evangelio y las Culturas y los trabajos de la Conferencia de Salvador (sobre todo por lo que se respecta al desarrollo de metodologías hermenéuticas para estudiar las culturas y el Evangelio); y debería prestarse una atención constante a la experiencia de los pueblos indígenas y a las cuestiones que éstos plantean, así como a la elaboración de métodos nuevos y eficaces para dar testimonio en las sociedades seculares.

    El proselitismo continúa causando sufrimiento y es un problema que se extiende mucho más allá de los ex países comunistas, y que afecta a muchas más iglesias además de la ortodoxa. Lo que para una persona es proselitismo para otra es evangelización, y la condena del Consejo no ha conseguido disuadir a quienes siguen esa conducta. Las iglesias deben centrar su atención en el afianzamiento de su propia fe y misión, a fin de poder dar al pueblo un testimonio positivo, convincente y creíble, para lo que el CMI podría proporcionar medios.

    No se realizó el estudio previsto sobre la significación teológica de otras religiones. En este caso, la reestructuración emprendida después de Canberra no ha dado resultado. El Comité de Orientación Programática tomó nota de los comentarios formulados en la reunión de información y debate sobre la Secretaría General y las modificaciones propuestas de la Constitución del Consejo, que apuntan, en uno y otro caso, a la necesidad de centrarse en esta labor y de consolidarla.

    Salud: La misión de Dios incluye la curación en su sentido más amplio. Aunque el trabajo en esta esfera se ha reducido, el Comité de Orientación Programática señaló la importancia fundamental de la labor sobre el SIDA y encomió los notables esfuerzos realizados hasta la fecha para exhortar a las iglesias a que aborden esta cuestión y para darles medios para la reflexión y la acción.

    La educación seguirá siendo objeto de la atención del CMI con miras a dotar de medios a las iglesias para la misión en un contexto pluralista. Se precisan estrategias flexibles, adaptadas a las diferentes partes del mundo que están experimentando cambios rápidos en diversos sentidos.

    La Misión Urbana y Rural (MUR) ha insistido en la importancia de la presencia de la iglesia junto a las personas marginadas y vulnerables. Esto se encuentra en el centro de lo que significa ser iglesia, y debería interpelar más a las iglesias cuyos miembros son de clase media y que, hasta ahora, parecen ajenas a esta cuestión.

    Unidad III -- Justicia, Paz y Creación
    El mandato de la Unidad era continuar la labor sobre Justicia, Paz e Integridad de la Creación (JPIC). En 1995, la Unidad determinó los cinco temas programáticos en torno a los que habría de emprender su trabajoGuía de Trabajo de la Asamblea, página 64 y siguientes). El Comité de Orientación Programática tomó nota con aprobación de que la Unidad se había esforzado por simplificar e integrar programas específicos dentro de un marco mayor en consonancia con la reestructuración.

    Fundamento Teológico: En cada uno de los sectores programáticos se observó la necesidad de expresar claramente el contenido teológico subyacente a la acción moral. Esta tarea comenzó con los estudios sobre eclesiología y ética, en cooperación con la Unidad I, así como por medio de la Teología de la Vida.

    Estilo de Trabajo: Un tema siempre presente fue la necesidad de que la Unidad y el CMI adoptaran el método de creación de redes como una de las principales maneras de hacer frente a las prioridades programáticas. La Unidad ha ampliado sus esfuerzos de creación de redes y ha adquirido experiencia al respecto. En cada uno de los sectores programáticos ya se han realizado estudios o se dispone de estudios procedentes de otras fuentes, pero es necesario revisar y sintetizar los materiales actuales utilizando un estilo claro, desprovisto de jergas. Estos documentos han de servir de complemento de las actividades de creación de redes.

    Además de los programas específicos, la Unidad se ha esforzado mucho por adoptar nuevas formas de trabajo, en particular el Sokoni (Guía de Trabajo de la Asamblea, pág. 65). Se pretendía crear un espacio y un método que permitieran una participación abierta, lo que ha dado resultado cuando se ha preparado adecuadamente.

    Sectores Programáticos
    Todas los sectores programáticos recibieron fuerte apoyo. Los temas principales han sido:

    • Violencia: Se insistió en la necesidad de que, en el futuro, se amplíe la definición de violencia, incluyendo todas sus formas. Hubo una clara invitación al estudio de la relación entre el problema de la violencia y los programas de desarme. No cabe ninguna duda de que el Decenio Ecuménico de Solidaridad de las Iglesias con las Mujeres ha ampliado esta esfera de trabajo señalando la necesidad de denunciar y hacer frente a la violencia contra las mujeres en la iglesia y en la sociedad.
    • Racismo: Lo mismo que en el caso de la violencia, se insistió en la necesidad de tener en cuenta las definiciones que ya se han formulado y de ampliar las relativas a racismo y etnicidad, así como de seguir considerando prioritaria esta labor en el futuro. En la reunión de información y debate quedó claro que existía una interrelación entre racismo y violencia que sería necesario tener en cuenta en cualquier trabajo futuro.
    • Medio Ambiente y Economía: El Comité de Orientación Programática percibió la necesidad de examinar la relación entre medio ambiente y economía. A este respecto, se consideró que el proceso de globalización (o mundialización) era un importante principio organizador en torno al Se reconoció que el trabajo con las mujeres, los jóvenes y los pueblos indígenas era mucho más que un trabajo programático. Es esencial para la vida de las iglesias miembros y del CMI. Esta labor ha conseguido dar voz y visibilidad a esos grupos, tanto dentro del propio Consejo como en muchas de las iglesias miembros. Aunque estos sectores programáticos se encuentran integrados en la Unidad III, ha sido difícil integrarlos plenamente en todas las demás actividades del CMI.
    • Se celebraron y encomiaron los logros del Decenio Ecuménico de Solidaridad de las Iglesias con las Mujeres. En sesión plenaria y en la reunión de información y debate sobre la Unidad III se destacó la necesidad de continuar el trabajo sobre racismo, justicia económica, participación en la iglesia y, como ya se ha señalado, la violencia contra las mujeres.
    • Será necesario continuar el trabajo con los pueblos indígenas y los programas relacionados con ellos, de los que se tomó nota con aprecio.
    • Es necesario reforzar de manera significativa el trabajo con los jóvenes. Se destacó la importancia de la formación ecuménica, particularmente las pasantías, el programa de stewards y las orientaciones previas a las reuniones. Convendrá llevar a cabo esta tarea al mismo tiempo que se propicia una mayor participación de los jóvenes en los órganos decisorios.

    Unidad IV -- Compartir y Servir
    El mandato de esta Unidad era ayudar a las iglesias miembros y las organizaciones y organismos ecuménicos conexos a promover la dignidad humana y la comunidad sostenible junto a los marginados y los excluidos. De este modo se facilita la labor diaconal del CMI. En la reunión de información y debate se examinaron las bases teológicas y metodológicas de este trabajo, así como los problemas y las enseñanzas que de él se derivan. La manera concreta en que ha llevado a cabo su mandato la Unidad IV en relación con el concepto del jubileo puede encontrarse en la Guía de Trabajo de la Asamblea, páginas 84 a 101. La Unidad ha utilizado, en particular, los modelos de mesa redonda, oficinas regionales, creación de redes mundiales (sobre todo, de niños y personas desarraigadas) y las actividades de defensa y promoción.

    El Comité de Orientación Programática tomó nota de la especial importancia atribuida a tres elementos de reflexión que es preciso tener en cuenta en el futuro:
    1. un análisis más detallado de las principales causas de muchos de los problemas que dan lugar a la marginación y la exclusión, en particular, las cuestiones relativas al poder y a la globalización;
    2. un examen teológico de la diaconía como signo visible de unidad, como parte del compromiso del Consejo con la unidad visible de la Iglesia; 3. el significado del "justo compartir" en contextos diferentes (Norte, Sur, espiritualidad de los pueblos indígenas).

    Por último, se instó a las iglesias a reflexionar sobre sus funciones de "dar" y "recibir", y sobre el llamamiento a asumir más decididamente la labor de la diaconía mediante un compartir ecuménico mutuo y justo, fomentando los encuentros interpersonales y dando testimonio de la unidad de la Iglesia.

    Como en el caso de otras unidades, se expresó la preocupación por los marginados con la esperanza de que se estudiaran formas de desarrollar el potencial que existe a nivel local, a fin de que la labor diaconal no marginara aún más a los que ya están excluidos, sino que diera lugar a una concepción integrada del testimonio de las iglesias.

    Transición
    El CMI tiene ante sí el desafío fundamental de promover el espíritu de comunidad entre sus iglesias miembros y la responsabilidad mutua, tal como se destaca en documento Hacia un Entendimiento y una Visión Comunes. Debe buscar, además, formas de ampliar esta comunidad al servicio del Movimiento Ecuménico único. Centrar la atención en estos objetivos constituye una prioridad absoluta que se tendrá en cuenta antes de determinar la importancia de los diversos programas.

    REUNIONES DE INFORMACIÓN Y DEBATE: FASE II

    Una vez finalizada la primera fase de las reuniones de información y debate, los miembros del Comité de Orientación Programática se dividieron en seis grupos. Los miembros de cada grupo asistieron a las presentaciones del Padare en cada uno de los seis grupos temáticos. Sobre esa base, actuaron como equipo de animación en el correspondiente grupo temático en la segunda fase de las reuniones de información y debate.

    Por supuesto, las cuestiones planteadas y los temas discutidos en las tres sesiones de cada una de estas reuniones de información y debate fueron muy variados. En relación con los temas de justicia y paz, unidad y espiritualidad, avanzando juntos, educación y aprendizaje, misión y testimonio, y solidaridad (cada uno de estos grupos temáticos del Padare se dividió a su vez en varios subtemas), los participantes aportaron a las sesiones no sólo impresiones e ideas en relación con las presentaciones del Padare a las que asistieron, sino también la riqueza de sus contextos eclesiales, experiencias ecuménicas y convicciones.

    En cada reunión de información y debate, los miembros del Comité de Orientación Programática tomaron debida nota de lo que se decía. Plantearon preguntas cuando deseaban que los participantes aclararan algún punto de sus intervenciones, e hicieron una síntesis preliminar de lo que se había tratado. Sin embargo, no se había previsto preparar un informe para ser adoptado o aprobado por la reunión misma. Cada una de las reuniones de información y debate examinó, pues, a vuelo de pájaro, muchas cuestiones y temas que preocupan actualmente al mundo ecuménico y se obtuvieron algunas contribuciones útiles sobre cómo puede y debe trabajar el CMI. Pero en ninguna de esas reuniones -- cada una con su propio tema -- se logró concretar prioridades generales respecto al trabajo del CMI en los próximos años, ni siquiera ofrecer un listado completo de preocupaciones ecuménicas importantes y posibles intereses en relación con el tema que se había tratado.

    Cada grupo presentó un resumen oral de los resultados centrales de su reunión de información y debate, ante el pleno del Comité de Orientación Programática. Se examinaron los informes que habían sido preparados por otros comités de la Asamblea a fin de considerar sus posibles consecuencias en las orientaciones de las futuras actividades del CMI. Sobre esta base, se determinaron varios temas generales para el trabajo del Consejo en los próximos años. Si bien estos temas generales constituyen la sustancia de este informe, el Comité de Orientación Programática consideró conveniente incluir en él breves informes resumidos de la Fase II de las seis reuniones de información y debate.

    1. Unidad y espiritualidad
    El objetivo del Movimiento Ecuménico es reunir a todos los cristianos en torno a la misma mesa eucarística. Nuestra teología es el resultado de la interacción de la hermenéutica ecuménica, el culto, la espiritualidad, los estudios de eclesiología y ética.

    Hace ya tiempo que se reconoce que la oración y los principios teológicos dan mayor profundidad a nuestras vidas cuando compartimos nuestros recursos en las iglesias entre las iglesias. Es necesario continuar los recientes trabajos ecuménicos de Fe y Constitución sobre la iglesia como koinonía, investigando las ricas variedades de espiritualidad cristiana que se encuentran en la iglesia en todo el mundo. La espiritualidad indígena que se expresa en muchos lugares del mundo puede ser una contribución a ese trabajo.

    La labor de Fe y Constitución presenta importantes desafíos ecuménicos a las iglesias y al Consejo Mundial de Iglesias, así como una sólida base teológica para los esfuerzos comunes en favor de la unidad visible, la misión conjunta y un servicio inclusivo. Esta labor se beneficiará de otras actividades programáticas de otros sectores del Consejo Mundial de Iglesias, y podrá aportarles su contribución. Se trata, en particular, de los estudios sobre culto y espiritualidad, y sobre el fundamento teológico del compromiso ecuménico en favor de la solidaridad, la justicia y la paz.

    A las puertas del nuevo milenio, una de las más importantes tareas de las iglesias será estudiar los problemas éticos contemporáneos que suscitan los enormes progresos logrados en campos tales como la ingeniería genética y la comunicación electrónica. También se deben encarar cuestiones de ética personal e interpersonal. El CMI debería ofrecer espacio y orientación para el diálogo y la consulta, haciendo posible que las iglesias miembros examinen esas difíciles cuestiones -- incluida la sexualidad humana -- que causan divisiones en y entre sus iglesias miembros. Estos debates deben basarse en la reflexión teológica y hermenéutica común como fue el caso en los debates ecuménicos anteriores sobre temas éticos ecuménicos en relación con cuestiones tales como el racismo.

    Teniendo en cuenta la rápida transformación del panorama ecuménico, el CMI debe continuar impulsando y apoyando las conversaciones bilaterales y multilaterales a nivel local y regional, ofreciendo espacio para la reflexión, el intercambio de ideas y la evaluación de los progresos realizados por quienes participan activamente en la marcha hacia la unidad.

    2. Avanzar juntos
    Los delegados presentes en la Primera Asamblea del CMI, celebrada en Amsterdam, en 1948, declararon en su mensaje: "Estamos decididos a permanecer juntos". Cincuenta años más tarde, la consigna correspondiente de la Asamblea de Harare debería ser: "Nos comprometemos a avanzar juntos". Al formular este compromiso, debe entenderse y subrayarse que este "nos" designa a una comunidad sin exclusiones.

    Una y otra vez, las iglesias y las organizaciones ecuménicas en los planos local y regional descubren nuevas maneras de vivir y trabajar juntas. Hay que aplaudir esta flexibilidad y creatividad ecuménicas; y el CMI debe sacar enseñanzas de estas experiencias, sin dejar de llamar la atención sobre los obstáculos que el proselitismo interpone a nuestro avanzar juntos. Para avanzar juntos, será necesario esforzarse especialmente por reunir las Organizaciones Ecuménicas Regionales (OER), las Comuniones Cristianas Mundiales (CCM), los organismos de financiación, y los grupos y redes ecuménicamente abiertos como interlocutores ecuménicos en el seno de la familia del CMI. El Consejo deberá elaborar mecanismos adecuados para mejorar sus relaciones y modelos de cooperación con esos grupos a medida que se encamina hacia una nueva estructura interna.

    El actual retroceso del Movimiento Ecuménico puede atribuirse en gran medida a la falta de entendimiento mutuo y de verdadero conocimiento entre las iglesias y entre las tradiciones históricas. Una manera de abordar este problema y de profundizar nuestra comunidad ecuménica podrían ser las visitas entre las iglesias -- no precisamente en forma de delegaciones enviadas desde el CMI a las iglesias, sino de delegaciones enviadas por unas iglesias a otras por intermedio del CMI.

    Es imperiosa la colaboración del CMI con las facultades y los seminarios de teología en todas las partes del mundo, tanto para facilitar el estudio teológico como la formación ministerial y la investigación. Los intercambios y las actividades en colaboración que ya se están realizando con éxito entre facultades de algunas partes del mundo podrían ampliarse de modo fructífero, quizás con los auspicios del CMI; y podría solicitarse de manera más sistemática la asistencia de facultades de teología y otras facultades para la realización de proyectos de estudio en nombre del CMI. Habida cuenta de los beneficios obtenidos de los diálogos teológicos bilaterales en cuanto a entendimiento y cooperación mutuos, el CMI debe continuar fomentándolos en provecho de las iglesias de todas las partes del mundo.

    El CMI debe seguir estudiando las enormes posibilidades que ofrecen los avances tecnológicos en la esfera de la comunicación, sin dejar de permanecer atento a los problemas que plantean los medios de comunicación contemporáneos, en especial la promoción de los valores consumistas y el ensanchamiento de la brecha entre ricos y pobres, entre poderosos y débiles. La diversidad de maneras en las que el CMI ha utilizado la palabra escrita ha contribuido en gran medida a la comunicación del mensaje ecuménico; se debe prestar mayor atención a la distribución de esos materiales, teniendo en cuenta al mismo tiempo las limitaciones que imponen los idiomas, el nivel de tratamiento y los costos.

    Es preciso estudiar más a fondo el potencial ecuménico del arte, la música y otras modalidades de expresión creativa como medio de comunicación.

    3. Justicia y paz
    La labor de las iglesias en favor de la justicia y la paz está arraigada en un compromiso de fe, y tiene por objeto afirmar y defender la igualdad de derechos y la dignidad de todas las naciones y los pueblos, un desarrollo justo y sostenible, la superación de la violencia y la posibilidad de la plena participación de todos. La discriminación, las violaciones de los derechos humanos, la exclusión y la incapacidad para mediar en los conflictos y lograr soluciones pacíficas están estrechamente interrelacionadas.

    Los derechos humanos son indivisibles. Los derechos económicos, sociales y culturales son inseparables de los derechos civiles y políticos. Es un imperativo evangélico que las iglesias no sólo reconozcan las violaciones de los derechos, sino también que actúen cuando se violan el don de la vida y la santidad y dignidad de todo lo que creado. Las iglesias deben estudiar las causas profundas de las violaciones de los derechos humanos y ofrecer un análisis desde el punto de vista de las víctimas. Deben denunciar las amenazas actuales a la integridad de la naturaleza y a todo lo creado. Deben empeñarse juntas, y con los creyentes de otras religiones, en contribuir al desarrollo de una ética mundial que favorezca la aplicación de los compromisos en materia de derechos humanos a una comunidad mundial cada vez más interrelacionada.

    Es necesario sensibilizar a las iglesias por lo que respecta a la creciente injusticia económica generada por la globalización y el sistema financiero mundial imperante, y a sus efectos en el derecho al trabajo y a medios de vida suficientes y seguros. Es preciso esforzarse particularmente por combatir los efectos negativos de la globalización y defender los derechos de los pueblos indígenas y las minorías étnicas a la libre determinación, y velar por que la ley proteja sus derechos de propiedad de los recursos. Al analizar y confrontar estas fuerzas, las iglesias deben vincular constantemente los planos mundial y local. Es necesario reconocer la vulnerabilidad particular de las personas desarraigadas. Las iglesias deben oponerse enérgicamente a la limpieza étnica y el genocidio en los planos local, nacional y mundial; y tienen una particul

    La discriminación en todas sus formas constituye una violación de los derechos de la persona. Ante la creciente complejidad de sus manifestaciones, las iglesias deben reconocer y denunciar los mecanismos subyacentes de exclusión y marginación. Sólo si se afirma la dignidad, la identidad y el valor de cada persona, independientemente de su capacidad física o mental, mediante su inclusión en la comunidad de la iglesia, es posible hacer efectiva la plena expresión del Cuerpo de Cristo. Todavía prevalece, tanto en la iglesia como en la sociedad, la discriminación estructural e interpersonal por motivos de raza, y están surgiendo nuevas formas de racismo.

    Los conflictos armados y la violencia son violaciones graves de los derechos humanos y causan enormes sufrimientos. La respuesta cristiana debe abarcar la edificación de una paz justa, la mediación en los conflictos y la reconciliación. La intervención de las iglesias debe ajustarse a cada situación concreta, conjugando la defensa de los derechos de las víctimas, el discurso profético y la mediación. Es preciso establecer vínculos más flexibles y eficaces entre lo local y lo mundial, así como una colaboración más deliberada con las iglesias que no forman parte de la comunidad del CMI, y hacer mayor hincapié en catalizar y posibilitar la cooperación interreligiosa.

    Por consiguiente, el papel de la iglesia, a todos los niveles, consiste en: (1) participar en acciones de vigilancia y seguimiento a fin de determinar y denunciar las causas de las violaciones de los derechos, la discriminación y la violencia; (2) crear comunidades de paz y reconciliación, proporcionando espacios de diálogo abiertos y seguros, y (3) garantizar una presencia y un acompañamiento espiritual y afectivo que aporten promesas de reconciliación.

    4. Educación y aprendizaje
    Existe la imperiosa necesidad de formar a los sacerdotes, pastores y laicos para que puedan fortalecer y renovar el Movimiento Ecuménico. El modelo más idóneo para la labor ecuménica es el de la educación contextual, que utiliza la acción y la reflexión para aprender y propiciar una fructífera interacción de los programas locales, regionales e internacionales. Debería hacerse especial hincapié en asegurar una formación ecuménica a las mujeres, los pueblos indígenas, las personas con discapacidades y los jóvenes.

    Entre los modelos de educación ecuménica más promisorios figura la ampliación de los programas de extensión, que se imparten en seminarios, centros de formación de laicos, y el Instituto Ecuménico de Bossey, lo que aumenta las posibilidades de acceso a la educación de personas con recursos financieros y tiempo limitados. Las necesidades de educación y formación ecuménicas también se manifiestan en las iglesias de Europa oriental y central. Deberían aumentarse los fondos para programas de becas.

    Habida cuenta de que las iglesias viven y trabajan en un mundo caracterizado por un creciente pluralismo religioso, el CMI debería incluir el aprendizaje interreligioso en su propio programa de formación y estimular a las iglesias y los centros de formación de laicos a hacer lo mismo, teniendo en cuenta el vínculo que existe entre esa enseñanza y el diálogo interreligioso. La formación ecuménica y teológica debe seguir siendo una prioridad de la labor educativa del CMI. La creación de redes, la asociación y la colaboración en los programas entre el CMI, el Instituto Ecuménico de Bossey y los centros de formación de laicos permitirán fortalecer el proceso educativo. Se deberían facilitar recursos a los docentes de los seminarios de las distintas regiones para ayudarles a promover la formación ecuménica. El Consejo debería favorecer la creación de centros de formación de laicos allí donde no los haya, en particular, en Europa oriental y el Pacífico.

    Asimismo, es necesario proseguir y profundizar las actividades de formación y de aprendizaje ecuménico que pueden acompañar y enriquecer el trabajo del CMI en general en la esfera de la justicia, la paz y la creación. Un ejemplo particularmente importante es la elaboración de material pedagógico y de formación sobre la vida familiar y la violencia doméstica; otros temas importantes son la globalización, la economía, la sociedad civil y la función de la religión en la edificación de la nación, así como las cuestiones relativas a la problemática de la discapacidad.

    5. Misión y testimonio
    La misión y la evangelización deben estar en el centro de la vida de las iglesias y, por ende, del trabajo del CMI. A este respecto, se plantean forzosamente tres ámbitos de preocupación: (1) el Evangelio y las culturas (con especial referencia a la necesidad de examinar la relación entre el Evangelio y las culturas de África y de Occidente); (2) la misión y la evangelización en las sociedades secularizadas contemporáneas, (3) la salud y la curación (con especial referencia a la atención de salud basada en la comunidad y al SIDA).

    Dado que la última Conferencia Mundial sobre Misión y Evangelización del CMI (Salvador, noviembre y diciembre de 1996), fue convocada inmediatamente antes del período de intensa preparación para la Octava Asamblea, ha resultado imposible poner en práctica muchas de las sugerencias formuladas en esa conferencia para dar seguimiento a sus trabajos. Así pues, ya existe un sólido programa para la labor del CMI en la esfera de la misión y la evangelización. Por lo que respecta al estudio sobre misiología y a otras actividades de programas que el CMI debería abordar en los años venideros cabe destacar: (1) el examen y la revisión de los métodos misioneros; (2) la construcción de la solidaridad entre las iglesias en misión; (3) la definición de "nuevos frentes" en la misión, en particular, las preocupaciones por la salud y la curación en colaboración con organizaciones gubernamentales e internacionales (UNOSIDA); (4) un estudio más a fondo del arraigo del Evangelio en las distintas culturas; (5) el fortalecimiento del testimonio común y el diálogo sobre la cuestión del proselitismo; (6) la relación entre fe, curación y plenitud, 7) las relaciones entre los organismos misioneros, las iglesias y el CMI.

    6. Solidaridad
    La existencia de una única red económica mundial, no sujeta a ningún marco de valores para proteger el bien común de la humanidad, la dignidad de todas las personas y el valor inherente de la creación de Dios, plantea toda una serie de problemas relacionados que interpelan a las iglesias, entre otros, las amenazas al medio ambiente, la pobreza, la deuda internacional, la crítica situación de las personas desarraigadas y el VIH/SIDA. Para responder a la globalización es esencial que las iglesias respondan al llamamiento de "buscar a Dios". Sólo así podrán promover una visión mundial y apoyar iniciativas y modelos diferentes que sean fuente de "alegría de la esperanza".

    Exhortar a las iglesias a la unidad es invitarlas a responder al amor transformador de Dios en Cristo, a hacer suyo el sufrimiento y las necesidades del mundo, y a actuar juntas con ese fin. La erradicación de la pobreza mediante la edificación de comunidades sostenibles es una de las prioridades del CMI por cuanto ese es también el designio de Dios para el mundo. En fidelidad a Dios las iglesias están llamadas a compartir el sufrimiento de nuestro mundo sustentándose en la esperanza del pleno Evangelio para todo el mundo. Nuestra vocación ecuménica responde al divino imperativo de dar testimonio común en nuestro mundo, que es uno.

    Esa vocación exhorta a las iglesias a sustentar la vida de sus comunidades, a ahondar en su compromiso recíproco en favor de la comunidad, y a tener esperanza, orar y obrar en aras de una comunidad mundial que responda al amor infinito de Dios. Para ello se requiere una base teológica bien definida. La labor realizada por el CMI sobre la "teología de la vida" y sobre la teología del compartir y servir debe proseguir e integrarse en ese ámbito.

    Desde la Asamblea de Vancouver, el CMI no ha cejado en su empeño de reagrupar los compromisos de las iglesias en favor de la justicia, la paz y la integridad de la creación. Desde la Asamblea de Canberra, esa cuestión ha permitido integrar y precisar la labor del CMI en esos tres ámbitos. El CMI dispone ahora de bases sólidas para responder en palabras y actos al desafío de construir comunidades viables. Es necesario proseguir la labor dentro de este marco integrado. Entre los ejemplos que pueden citarse están las actividades relativas al cambio climático, la ética planetaria, el comercio, la reducción de la deuda y la biotecnología. También ha llegado el momento de examinar de qué forma puede integrarse el compromiso del CMI en favor de los derechos humanos y la dignidad en un marco general de valores que obligue a las fuerzas que conforman la economía mundial a asumir la responsabilidad que les incumbe.

    De igual importancia para el testimonio del CMI ha sido su compromiso de ayudar a las iglesias en su tarea de compartir los recursos, manifestando el amor de Dios que todo lo abarca y la necesidad de edificar comunidades viables. En el actual contexto mundial, el CMI debería exhortar nuevamente a las iglesias a exigir unas de otras los costosos compromisos que entraña la pertenencia recíproca.

    Las actividades que se han llevado a cabo para promover el compartir de recursos entre las iglesias han reforzado los lazos fraternales y han planteado cuestiones de eclesiología práctica. Análogamente, el compromiso común de las iglesias en favor de la justicia, la paz y la integridad de la creación ha puesto de relieve cuestiones eclesiológicas que se plantean en el contexto del compromiso moral. La labor efectuada en el ámbito de la eclesiología y la ética ha sido un punto de partida fundamental. Ahora bien, gracias a la experiencia de la koinonía y al llamamiento a la misión que han recibido las iglesias será posible, en los próximos años, continuar los trabajos ya realizados por el CMI en este ámbito y reforzar su cohesión.

    ¿Cómo pueden las iglesias compartir su vida, sus recursos y compromisos por el bien del mundo? Una de las tareas fundamentales del próximo período será ayudar a las iglesias a responder fielmente a ese desafío.

    Temas generales
    De conformidad con la Constitución revisada del CMI, "el objetivo principal de la comunidad de iglesias que forma el Consejo Mundial de Iglesias es ofrecer un espacio donde las iglesias puedan exhortarse unas a otras a alcanzar la unidad visible en una sola fe y una sola comunión eucarística, expresada en el culto y la vida común en Cristo, mediante el testimonio y el servicio al mundo, y a avanzar hacia la unidad para que el mundo crea." En el curso de las reuniones de información y debate y en las sesiones plenarias se reafirmó, una y otra vez, la importancia de los temas de unidad visible, misión y evangelización, y servicio. La interrupción de la labor en esos ámbitos es inconcebible. Como miembros del Comité de Orientación Programática, destacamos la importancia de la continuación de la labor del Consejo en esas esferas.

    Los informes de los grupos de las seis reuniones de información y debate y las contribuciones e intervenciones durante otras sesiones de la Asamblea han puesto en evidencia la necesidad de que en los próximos años, el Consejo Mundial de Iglesias dedique mayor atención a una serie de esferas de interés general en el marco de sus esfuerzos para "estar al servicio del único Movimiento Ecuménico". Todas esas cuestiones son multifacéticas y en muchos aspectos están interrelacionados. El hecho de que se las clasifique como prioridades, no significa que deban estar confinadas a un sólo programa, sino que se trata de sectores de actividad en los que el CMI debe practicar un estilo de trabajo integrado, fundamental en su nueva estructura interna.

    Un ecumenismo del corazón
    El tema de la Asamblea nos invita a "buscar a Dios". El Movimiento Ecuménico único no se limita a programas, estructuras y actividades en colaboración con otros. El fundamento de nuestro compromiso ecuménico es ante todo nuestra respuesta a Dios, que nos exige nada menos que una conversión de corazón. Si el ecumenismo está centrado en Dios y en el mundo tan amado de Dios, el culto y la espiritualidad deben enraizarse aún más en todo lo que hacemos como Consejo Mundial de Iglesias. Reconocemos que esta prioridad no está exenta de sufrimiento y conflicto; sin embargo, el único camino que nos lleva juntos al centro de la unidad que buscamos pasa por el culto, la oración y una vida espiritual compartida.

    Eso mismo dijo el Consejo después de Vancouver y Canberra, pero ahora hemos tomado conciencia de que no se trata simplemente de un "programa" más entre muchos. El culto y la espiritualidad son una "vía" esencial de nuestra peregrinación ecuménica y conforman y sustentan esa peregrinación. Habiendo renovado esa experiencia en Harare, estamos convencidos de que esta dimensión nunca podrá disociarse de la vida del Consejo. Por el contrario, debemos utilizar plenamente esos ricos recursos para sustentar nuestra conversión y nuestra respuesta a Dios.

    Comunidad sin exclusiones
    En el marco de las reuniones de información y debate se reconoció que el papel de las mujeres, los jóvenes, los pueblos indígenas y las personas con discapacidades en la vida de la iglesia tiene un alcance mucho mayor que la simple organización de actividades programáticas. Es la primera vez que una Asamblea del CMI recibe una carta de niños, poniendo en evidencia que todos los sectores de la iglesia estuvieron verdaderamente representados en Harare. Particular atención debe prestarse a la necesidad de que la labor emprendida por el CMI con esos grupos marginados no se pierda en la transición entre la estructura de unidades de trabajo del pasado y la nueva estructura basada en equipos.

    Muchos piensan que la labor con los jóvenes es hoy menos visible y está menos integrada en las actividades del CMI que en el pasado. En aras de una comunidad inclusiva y para garantizar el futuro del Movimiento Ecuménico es importantísimo emprender un trabajo de formación ecuménica a fondo con los jóvenes, así como por lo que respecta a cuestiones que atañen a su futuro. La Asamblea debe respaldar firmemente la visión de una comunidad sin exclusiones, en la que todos tienen cabida y voz, y cada persona tiene la oportunidad de contribuir con sus dones a la vida de la comunidad.

    Para poder avanzar hacia esa visión, el CMI debe formular programas y métodos encaminados hacia la edificación de comunidades inclusivas y reconciliadas en las que se afirmen la identidad, los dones y el valor de cada persona, como expresión más cabal del cuerpo de Cristo. De fundamental importancia sería en ese sentido abrir espacios para el diálogo, que permitan escuchar y ahondar en nuestra comprensión común de la realidad de la exclusión, y hacerle frente mediante el arrepentimiento, la reparación y la reconciliación. En esta tarea también debería abordarse la cuestión de la reconciliación en contextos en los que la intolerancia religiosa es una amenaza para las minorías. El Consejo Mundial de Iglesias debería proporcionar un espacio a las iglesias en la próxima Asamblea para que se informen unas a otras del seguimiento dado al Decenio Ecuménico de Solidaridad de las Iglesias con las Mujeres.

    No-violencia y reconciliación
    Juntas, la verdad, la justicia y la paz representan los valores básicos para garantizar los derechos humanos, la inclusión y la reconciliación. Cuando se abandonan esos valores, la confianza se convierte en temor y el poder humano deja de estar al servicio del don de la vida y de la santidad y la dignidad de toda la creación.

    La violencia generada por las diversas formas de violaciones de los derechos humanos, la discriminación y la injusticia estructural, es objeto de creciente preocupación a todos los niveles de una sociedad cada vez más pluralista. El racismo viene a agravar las causas de la exclusión y la marginación. Hoy los conflictos, cada vez más complejos, ya no se producen tanto entre naciones como al interior de las propias naciones, y afectan en especial a las mujeres y los niños.

    Hoy deben ir a la par la labor sobre las cuestiones de género y de racismo, de derechos humanos y la mediación en los conflictos, de modo que las iglesias emprendan iniciativas de reconciliación basadas en el arrepentimiento, la verdad, la justicia, la reparación y el perdón.

    El CMI debe elaborar una estrategia de colaboración con las iglesias en torno a estas cuestiones, con miras a crear una cultura de la no-violencia, estableciendo una relación de interacción con otros interlocutores y organismos internacionales, y adoptando enfoques apropiados sobre la mediación en los conflictos y la pacificación de los conflictos en el nuevo contexto mundializado.

    Así pues, el CMI declara el período 2000 a 2010 Decenio Ecuménico para Superar la Violencia.

    Sexualidad humana
    Tanto en las sesiones plenarias como en el Padare y las reuniones de información y debate, ha quedado patente que la sexualidad es una cuestión importante que se plantea hoy a las iglesias. Es evidente que las cuestiones relativas a la sexualidad han sido y siguen siendo causa de división para algunas iglesias.

    Un enfoque ecuménico de las cuestiones relativas a la sexualidad debe tener en cuenta la antropología cristiana, y una hermenéutica que podría basarse en el testimonio bíblico y la relación entre la ética y la cultura, dando suficiente cabida para que mujeres y hombres cristianos aborden esas cuestiones en un clima de creciente confianza recíproca. El estudio y el diálogo del CMI sobre los aspectos teológicos, sociales y culturales de la sexualidad pueden inspirarse en la labor realizada desde la Asamblea de Canberra sobre eclesiología y ética, y tener cabida en las perspectivas que se exponen en el documento del Grupo Mixto de Trabajo "El diálogo ecuménico sobre las cuestiones morales: fuente potencial de testimonio común o de divisiones"(1996).

    Globalización
    El término "globalización", cuyo uso se ha generalizado en los últimos años, se ha escuchado reiteradamente durante esta Asamblea. Como se indica en el documento EVC (párr.. 2.9), "el surgimiento... de estructuras de comunicación, financieras y económicas transnacionales, y de un alcance cada vez más global ha creado una unidad mundial de carácter particular" a costa de "una fragmentación creciente de la sociedad y la exclusión de más y más personas de la familia humana... Esta situación constituye una grave amenaza que se cierne sobre la integridad del Movimiento Ecuménico, cuyas formas institucionales representan un modelo peculiar de relaciones, basado en la solidaridad y el compartir, la responsabilidad y el fortalecimiento mutuos."

    En ese sentido, la globalización debe entenderse ante todo como un desafío teológico y espiritual para las iglesias. El amor de Dios, expresado plenamente en Cristo, es una visión de plenitud de vida para todos; la globalización de la economía proyecta una imagen de gratificación material sin límites para los que pueden permitírselo. Las iglesias están llamadas a dar testimonio y encarnar el designio de Dios para el mundo frente a la creciente globalización y los valores en los que se apoya.

    Desde su singular perspectiva de comunidad mundial, el CMI puede ayudar a las iglesias a hacer frente a ese desafío. Durante muchos años ha desempeñado un papel fundamental en la creación de redes de grupos y organismos ecuménicos comprometidos en favor de la justicia, el compartir y la edificación de comunidades sostenibles. Sobre la base de esta experiencia puede contribuir a la importantísima tarea de proponer modelos diferentes de comunidades viables. Puede basarse en los amplios recursos que ofrecen sus iglesias miembros y las organizaciones ecuménicas para consolidar el testimonio de las iglesias en torno a cuestiones fundamentales que se plantean a nivel internacional en los planos político, social, económico y cultural. Puede ampliar sus esfuerzos para instar a las iglesias miembros a ahondar en su conocimiento de la vida y el testimonio unas de otras en toda la oikoumene, ayudándolas a establecer y consolidar vínculos entre sus preocupaciones locales y las realidades mundiales. También puede entablar relaciones con interlocutores de otras religiones para estudiar la manera de integrar los compromisos en favor de los derechos humanos y la dignidad en un sistema universal de valores.

    Aunque el término "globalización" suele inducir a error y muchas de las características de ese proceso son ambivalentes, queda claro que, en los próximos años, el CMI deberá prestar especial atención a los elementos del nuevo contexto mundial implícitos en ese término.

    Frente a la globalización, el Consejo debe adoptar un enfoque ecuménico que permita discernir las diferentes cuestiones y vincularlas entre sí, y poner de manifiesto los imperativos bíblicos. A ese respecto, particular atención debe prestarse a la gestión de los asuntos públicos a nivel internacional y nacional, a las pautas del consumo y la producción, a los sistemas financieros y el comercio, así como a los efectos de todos esos factores en la deuda nacional y los derechos de los pueblos a la tierra y a medios de vida suficientes y seguros.

    La condonación de la deuda
    En muchos países del Norte se ha intensificado la campaña en favor de la condonación de una deuda imposible de pagar. En la sesión plenaria sobre África, en particular, así como en muchos otros momentos de esta Asamblea, se ha hecho un llamamiento a la comunidad de las iglesias miembros, las instituciones relacionadas con las iglesias y los movimientos sociales, para que den especial prioridad al trabajo destinado a posibilitar la condonación de las deudas que imponen una pesada carga a aquellos países que menos pueden permitirse tal sangría de sus recursos. El CMI debería elaborar un plan de acción sobre la condonación de la deuda que tenga en cuenta la complejidad de la cuestión para que esta remisión de la deuda permita liberar de la pobreza a los ciudadanos de esos países.

    En una etapa ulterior será necesario velar por la reparación en relación con las deudas social y ecológica, así como por la creación de un modelo de acuerdos comerciales a escala mundial en el que el concepto de justicia y equidad ocupe un lugar preponderante. Además de este programa, el Comité de Examen II recomendó que se profundizaran el trabajo ya iniciado a través del programa de diálogo y estudio "Reconstrucción de África", con especial referencia a la creación de capacidad y al intercambio de información, para que África pueda aportar su singular contribución al Movimiento Ecuménico.

    Metodologías
    Como se ha señalado en la introducción, el Consejo cuenta con limitados recursos financieros y de personal con los que asumir el mandato de su trabajo futuro. En consecuencia, se han hecho muchas sugerencias acerca de los métodos que el Consejo podría aplicar en el próximo período. En el documento EVC se recomienda que las iglesias miembros, las redes y organizaciones relacionadas con el CMI asuman su parte de responsabilidad para llevar a cabo los programas y las actividades. En todos los grupos temáticos de las reuniones de información y debate se pidió que se atribuyera la debida importancia a la necesidad de sentar las bases teológicas y bíblicas de los programas. Esto exigirá estrechas relaciones de trabajo y responsabilidades compartidas entre los equipos, y la colaboración, en particular, de Fe y Constitución.

    Es evidente que con el desarrollo de la tecnología de la información se dispone de nuevas formas, estimulantes e interesantes a nivel de los costos, de mantener relaciones en el marco de los programas, por medio del correo electrónico, Internet y la World Wide Web. También se reforzarán los métodos tradicionales de trabajo, como las actividades de defensa y promoción de diversas causas, la creación de redes a nivel regional y mundial, y el intercambio de información. Cabe señalar que últimamente se han puesto en práctica nuevos modelos de trabajo procedentes de culturas no occidentales, como el sokoni de África, que, cuando se ha preparado cuidadosamente, ha dado excelentes resultados.

    Un aspecto negativo que lamentamos es el hecho de que la recepción del trabajo del Consejo en la vida de las iglesias locales fue, en el mejor de los casos, fragmentaria, y, en la mayoría de los casos, inexistente. En este próximo período, si queremos utilizar con eficacia los recursos, habrá que dedicar más tiempo e imaginación a la creación de nuevos medios que hagan posible que el trabajo del Consejo incida en la vida de las iglesias miembros.

    En su trabajo futuro, el CMI debe ampliar las funciones siguientes:

    • servir de plataforma común para las actividades de defensa y promoción y hacer oír las voces de las iglesias en el marco de instituciones y medios internacionales que actúan en el escenario mundial;
    • servir de catalizador para la formación de alianzas con otros sectores y para compartir la información y la acción con otras comunidades de fe;
    • servir de facilitador, vinculando a las iglesias locales y regionales, cuando proceda, y llevando a las partes interesadas a la mesa de negociación;
    • ser un centro de coordinación para el intercambio de información, la creación de redes y vigilancia;
    • acompañar a las iglesias y desempeñar la función de mediador en situaciones de urgencia. Con esta finalidad, el CMI también debe evaluar y analizar sus propios estilos y métodos de trabajo.
    Un marco y un foco para las actividades futuras del Consejo
    El proceso de Entendimiento y Visión Comunes llama al Consejo Mundial de Iglesias a profundizar decisivamente, así como a ampliar, la comunidad que compartimos como iglesias. Nuestro testimonio y nuestro servicio en el mundo, que se necesitan hoy con mayor urgencia que nunca, dependen del fortalecimiento espiritual de nuestros vínculos de compromiso y responsabilidad. Debemos, como lo hemos prometido en Harare, "construir juntos".

    Para ello, en el período siguiente a la Octava Asamblea y al entrar en el siglo XXI, la comunidad del CMI debe hacer que cada iglesia miembro se plantee de inmediato cuatro preguntas centrales para los objetivos del Consejo Mundial de Iglesias.

    • ¿De qué manera, como iglesias, asumimos juntos la misión y la evangelización en un mundo en gran medida pluralista?
    • ¿De qué manera entendemos que el bautismo es uno de los fundamentos de la vida en comunidad que estamos llamados a compartir juntos?
    • ¿Cómo ofrecemos juntos nuestros recursos, nuestro testimonio y nuestra acción por el bien del futuro del mundo?
    • ¿Cómo recorremos juntos la senda que conduce a la unidad visible?

    Antes de reunirnos otra vez en asamblea, será necesario examinar la vida de cada iglesia miembro desde un punto de vista ecuménico a la luz de estas cuatro preguntas. Nuestra respuestas comunes servirán para construir nuestra vida juntos y fortalecer nuestro testimonio en el mundo. No hay tarea más importante que ésta. Todas las actividades del CMI deberían estar centradas en estas cuatro preocupaciones.

    Esto sólo puede hacerse cambiando fundamentalmente el estilo de trabajo del CMI en el próximo período, afianzando nuevos valores y métodos. Como declaró nuestro Secretario General, no tenemos derecho de volver de Harare a nuestros países y "proseguir nuestras actividades en relación con el ecumenismo como siempre". Por el contrario, comprometemos a nuestras iglesias, y orientamos nuestra vida compartida en el CMI, a asumir con energía, imaginación y responsabilidad esta vocación común. Entonces, nuestro compromiso ecuménico esencial nos guiará hacia el futuro de Dios.

    Recomendación
    En este informe se presenta el contenido programático de las futuras actividades del Consejo en el próximo período, así como un marco para centrarlas y orientarlas. El Comité de Orientación Programática no pudo integrar plenamente ese contenido programático en el marco propuesto: por lo tanto, recomendamos que un pequeño grupo de trabajo continúe esta tarea como preparación para la reunión de agosto de 1999 del Comité Central.

    Documentos de referencia
    1. Texto de la Carta de los Niños.
    2. Notas tomadas en las fases I y II de las reuniones de información y debate y en los seis grupos temáticos del Padare
    3. Informes originales de las fases I y II de las reuniones de información y debate
    4. Informes del Comité de Cuestiones de Actualidad
    5. Informe del Comité de Examen II
    6. Plan de Acción del CMI sobre la condonación de la deuda
    7. Carta del Festival del Decenio "De la solidaridad a la responsabilidad"

    Los materiales presentados por delegados separadamente y no incluidos en el informe se tendrán en cuenta en el proceso de seguimiento.


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    4. El Trabajo Futuro del Consejo Mundial de Iglesias - capítulos siguientes:
    Informe del Comité de Examen I / Informe del Comité de Examen II
    Hacia un Entendimiento y una Visión Comunes
    Nuestra Visión Ecuménica

    Octava Asamblea y 50 Aniversario

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