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    Foro Social Mundial - Porto Alegre 24-28 de enero de 2003
    Panel 5: Estrategias democráticas para la solución de conflictos internacionales: Las Comisiones de Verdad y Reconciliación como estrategia democrática

    Guillermo Kerber

    Introducción

    En el contexto de lo que podemos llamar Relaciones o Asuntos Internacionales, existe un consenso en que las estrategias democráticas son estrategias adecuadas y deseables para la solución de conflictos. No entraremos aquí a discutir ni a fundamentar esta afirmación que da título al panel que nos convoca.

    Nos interesa sin embargo responder a una serie de interrogantes que pueden ser considerados una aplicación particular de la afirmación reseñada en el párrafo anterior. Estas interrogantes podemos explicitarlas de la siguiente forma:

    • ¿De qué forma los países procesan la salida de conflictos políticos violentos?
    • ¿Cómo se vinculan estas estrategias con la consolidación y profundización de la democracia?
    • ¿Cuáles son las paradojas o al menos las tensiones de estos procesos?

    A través de mi presentación intentaré responder a estos interrogantes, tomando como estudio de caso el instrumento de las Comisiones de Verdad y Reconciliación y más en particular dos que son operativas actualmente: la de Perú y la de Sierra Leone.

    1. Desde Ayacucho, Perú a Bomaru, Sierra Leone

    Ayacucho, Perú, Abril 2002. Los testimonios de las víctimas de la violencia política en el Perú resuenan en el anfiteatro de la Universidad, en la misma en la que enseñara Abimael Guzmán y convocara a estudiantes y profesores a la creación de Sendero Luminoso. Por primera vez, el público en general puede escuchar directamente los testimonios de campesinos, estudiantes, docentes, comerciantes que sufrieron en carne propia una violencia que causó miles de muertos y desaparecidos. Los que fuimos testigos directos de estos relatos, pudimos comprobar la transformación que vivieron estas personas. En un comienzo su narración comenzaba balbuceante. Poco a poco se iba afianzando ante la escucha atenta no sólo de los diez comisionados, lo que le daba un marco solemne al acto, sino también de las doscientas o trescientas personas que representábamos, la comunidad peruana e internacional. La audiencia pública mostraba el proceso de volver a reconocerse como personas de las víctimas, como ciudadanos con derechos, con una responsabilidad histórica frente a su país, el Perú, América latina y el mundo para que, como se ha llamado en otros países, su experiencia no se repitiera "Nunca más".

    Pero el auditorio no se limitaba a los que estábamos, en esos días en ese recinto. Los medios nacionales e internacionales trasmitieron, en algunos casos en directo, parte de estos testimonios y las conferencias de prensa que se hacían todos los días.

    Era el comienzo de las audiencias públicas de la CVR peruana.

    Trasladémonos unos meses en el año y unos miles de kilómetros y ubiquémonos en Bomaru, una aldea en Sierra Leone, a menos de diez kilómetros de la frontera con Liberia, en diciembre 2002. Luego de un día y medio de viaje por caminos casi intransitables, incluso para vehículos todoterreno llegamos a este poblado. Aquí comenzó hace veinte años el conflicto fratricida que no sólo costo miles de muertos a Sierra Leone, sino que reveló atrocidades impensables entre este pueblo naturalmente pacífico y amigable. No es un día cualquiera. El jefe del pueblo nos recibe y nos anuncia que a las 11 dará comienzo la ceremonia de toma de testimonios, con la presencia de los miembros de la Comisión de Verdad y Reconciliación, autoridades políticas, religiosas y representantes diplomáticos. También aquí la solemnidad enmarca la ocasión. En este caso, varios discursos de autoridades del gobierno, de los representantes diplomáticos de los países vecinos, de la misión de las Naciones Unidas para Sierra Leone (UNAMSIL) y de los representantes de la comunidad musulmana y cristiana, señalan el profundo deseo del pueblo de superar definitivamente la violencia y construir la paz con justicia. En paralelo a la actuación de la CVR, en los mismos días en que se inauguraba la toma de testimonios, los miembros de la Corte Especial creada a los efectos de juzgar a los responsables de los crímenes más atroces, prestaban juramento en Freetown, la capital de Sierra Leone y comenzaban su tarea.

    Alejados geográfica, histórica y culturalmente, Perú y Sierra Leone vivieron de modo semejante décadas de violencia que implicó no sólo la conmoción interna del país sino el involucramiento, de una u otra manera, de terceros países, convirtiéndolos en conflictos internacionales.

    Luego de décadas de conflictos violentos, miles de muertos, desaparecidos, mutilados, huérfanos y viudas, en el proceso de reconstrucción de la convivencia social, de consolidación de la democracia, ambos países eligieron el instrumento de Comisiones de Verdad y Reconciliación como coadyuvante de este proceso.

    2. Las Comisiones de Verdad y Reconciliación (CVR)1

    La historia de las comisiones de verdad tiene su origen como tal a comienzos de la década de los 80. Su actuación es particularmente importante en América Latina, donde, en esos años, países como Argentina o Chile salen de las dictaduras militares y retoman el ejercicio democrático. En los años siguientes las comisiones se extienden por todo el mundo con algunos elementos comunes:

    • el rol de investigación, es decir, la recopilación de información acerca de lo qué pasó
    • el tipo de asuntos investigados: crímenes de lesa Humanidad, en algunos casos con mayor o menor especificación (tortura, desaparición, ejecuciones sumarias)
    • la especificación de un periodo de la investigación: en todos los casos se especifica claramente cuándo comienza y cuándo termina el período a investigar
    • la responsabilidad del Estado en la investigación (en unos casos por parte del Poder Ejecutivo, en otro del Poder Legislativo)

    Otros elementos de las Comisiones han variado: la integración de expertos extranjeros en las mismas, la concesión de amnistía a los que se someten voluntariamente a dar testimonio (una prerrogativa muy cuestionada de la CVR sudafricana), el relacionamiento con los procesos penales ordinarios.

    Podemos distinguir al menos tres momentos que esquemáticamente podemos identificar con décadas que corresponden a otras tantas expresiones de las comisiones de Verdad.

    El primer momento (los 80 – aunque también comienzos de los 90) es de tanteo, de algún modo de experimentación. Son las Comisiones latinoamericanas y algunas en otros países, que ponen un fuerte énfasis en la investigación y que finalmente se encuentran con la traba de las llamadas “leyes de impunidad” (ley de punto final, de obediencia debida, etc.) para acceder a la justicia2.

    El segundo momento (los 90) está marcado por el impacto mundial que tiene la CVR en Sudáfrica, con un tipo de conflicto diferente (el marcado por el apartheid) y la tenaz insistencia en la reconciliación, lo que hará que muchas de las comisiones sucesivas, hasta el momento conocidas como Comisiones de la Verdad, pasen a llamarse Comisiones de la Verdad y la Reconciliación (tal el caso de las de Perú y Sierra Leone). En el mismo periodo podemos ubicar el trabajo en Guatemala que conjuga una Comisión de Esclarecimiento Histórico establecida oficialmente, con el trabajo de otros actores de la sociedad civil organizada, en especial del Proyecto de Recuperación de la Memoria Histórica (REMHI), (coordinada por la Oficina de Derechos Humanos de la Arquidiócesis de Guatemala a cuyo frente se encontraba el obispo Mons. Juan Gerardi) y el Centro Internacional para Investigaciones en Derechos Humanos (CIIDH) cuyos informes fueron incorporados a la Comisión de Esclarecimiento Histórico3.

    El tercer momento (la primera década del nuevo siglo) intenta recapitular los logros de los períodos anteriores y superar las limitaciones. En los casos que hemos mencionado, Perú y Sierra Leone, incluyen una metodología que hizo popular al Comisión sudafricana: las audiencias publicas, que permiten que un número seleccionado de testimonios no sea entregado sólo privadamente, sino en forma publica. Por otro lado, el contacto con las experiencias de Sudáfrica y otras se hace explícito a través de intercambios y la presencia de expertos de esos países como asesores de las CVR.

    3. Las CVR como estrategia democrática

    La utilización de CVR como estrategia se enmarca claramente en la búsqueda de la justicia de los pueblos y las sociedades. El Obispo Desmond Tutu, una de las figuras más emblemáticas de la CVR sudafricana afirmaba que la CVR era una expresión de la “justicia restauradora4” y qué ésta debería verse como el marco teórico referencial de la actuación de aquélla. La justicia restauradora, a diferencia de la justicia penal convencional que focaliza su proceso en el crimen y el victimario, subraya la centralidad de la víctima, la importancia de la comunidad y la necesidad del diálogo de las partes involucradas.

    Aunque conceptualizada recientemente, en algunos casos como critica a la justicia penal actual, las metodologías de la justicia restauradora pueden rastrearse en numerosas experiencias aborígenes en la forma de procesar los conflictos violentos. Varias metodologías basadas en estos principios han sido desarrolladas en cuestiones vinculadas a la justicia familiar o juvenil, pero tal vez el desafío más grande es evaluar la posibilidad de incluir estos principios en conflictos violentos a nivel internacional5.

    Esta perspectiva de las CVR, que las vincula profundamente con la búsqueda y la construcción de la justicia, permite comprender por qué, a nuestro entender, pueden interpretarse aquéllas como estrategias democráticas. Permítaseme desarrollar un poco esta afirmación.

    El leit-motiv de los Foros Sociales Mundiales ha sido "otro mundo es posible". La afirmación es válida y necesaria. Pero a mi modo de ver es importante, si no imperioso, explicitar qué mundo posible queremos. Hace ya más de setenta años, Aldous Huxley, mostraba que otro mundo era posible6, en donde la humanidad había alcanzado la felicidad. Pero sin embargo el libro de Huxley, excelentemente escrito, no era sino una profunda crítica a la pérdida de libertad que se avizoraba en el horizonte futuro para la sociedad occidental en las vísperas del desarrollo del nazismo y de la Segunda Guerra Mundial.

    Nuestro "otro mundo posible" deberá ser inequívocamente un mundo más justo y más democrático. Y es aquí donde las CVR pueden ofrecer su aporte en este proceso. El solo hecho de que en más de veinte países del mundo hayan habido este tipo de experiencias no debe dejar de llamarnos la atención.

    La experiencia de las CVR hasta el presente ofrece una serie de criterios para la consecución de este mundo más justo, aunque no deja de presentar tensiones que deben ser tenidas en cuenta:

    • En primer lugar la referencia a la justicia restauradora como marco teórico para su actuación. Esta referencia amplía el horizonte de la justicia tal como se la vive en nuestras sociedades, muchas veces limitada a un aspecto de la misma. La adjetivación restauradora reivindica la dimensión ética de la justicia vinculándola, por tanto, a la búsqueda de plenitud del ser humano7. Hablar de justicia restauradora, implica, como brevemente nos referimos más arriba, reconocer la centralidad de la víctima en el proceso de hacer justicia; el reconocimiento del papel protagónico de la comunidad en este proceso y la necesidad del diálogo entre las partes en el conflicto para la resolución del mismo. Estos aspectos son, indudablemente, a mi modo de ver, elementos centrales de la profundización de la democracia8.
    • En segundo lugar, si bien es complejo y no exento de ambigüedades que no es posible ocultar, los procesos de CVR han mostrado la importancia del cabildeo internacional para la resolución de conflictos violentos y la reconstrucción de las sociedades luego de los mismos. Digo no exento de ambigüedades porque en muchos casos no es fácil distinguir claramente la presión internacional (buscada en muchas ocasiones por los activistas de Derechos Humanos del o los países en cuestión) con la injerencia extranjera. De ahí que el seguimiento o monitoreo de estos procesos requiera una lucidez política meridiana.
    • En tercer lugar el involucramiento de la comunidad en estos procesos merece un párrafo aparte. A mi modo de ver el éxito en la actuación de una CVR no consiste principalmente en la extensión y profundidad del informe que elabore sino en la capacidad de la misma en lograr que la comunidad, el pueblo, la sociedad en su conjunto se sientan protagonistas del proceso. De ahí que sea más importante, para mí, el proceso de verdad y reconciliación (en el que el pueblo es el protagonista) que la actuación de la Comisión en sí. Aunque a la vez el proceso esté fuertemente apoyado en la actuación de aquélla. Existe por tanto una suerte de tensión dialéctica entre la Comisión y el proceso como tal.
    • En cuarto lugar, desde nuestro papel como organización ecuménica, como concilio de iglesias, el rol de lo religioso en estos procesos es particularmente relevante. También aquí es necesario un discernimiento crítico que permita reconocer las ambigüedades a este respecto. En muchos casos, organizaciones y personalidades religiosas jugaron un rol fundamental en las Comisiones y los procesos de Verdad y Reconciliación. Baste mencionar la Vicaría de la solidaridad en Chile, el Cardenal Arns en São Paulo, o el ya mencionado Arzobispo Tutu en Sudáfrica. Pero también organizaciones y personalidades religiosas han estado en el origen o el desarrollo de conflictos violentos. Baste aquí reconocer la responsabilidad de las iglesias en el genocidio en Rwanda o en muchas dictaduras de América Latina. En el proceso actual de Sierra Leone, el Concilio Interreligioso de ese país juega un papel singular sino único. Integrado por líderes del Islam y de las iglesias cristianas, ha sido uno de los artífices del fin del enfrentamiento armado del país y en este momento uno de sus representantes ejerce la presidencia de la CVR. Atender a la dimensión religiosa del conflicto y de la salida del mismo se convierte por tanto en un imperativo para garantizar una reconciliación verdadera en esas sociedades.
    • En quinto y último lugar, la última afirmación merece un comentario aparte. La inclusión del vocablo reconciliación en el título de las Comisiones, en buena medida debido a la resonancia de la CVR sudafricana, ha merecido en muchos lugares críticas importantes por sectores de defensores de los Derechos Humanos y otros actores de la sociedad civil. Muchas veces, y así ha sido proclamado en algunos casos por voceros del gobierno, la reconciliación ha sido entendida como un manto de olvido ("aquí no ha pasado nada") necesario para la reconstrucción del país. Cuántas veces en nuestros países hemos escuchado el argumento de que el investigar el pasado sólo reabría heridas, que mirar hacia el futuro no admitía mirar hacia el pasado, de que era necesario "hacer borrón y cuenta nueva", etc. Hay que afirmar sin ambages que ese concepto de reconciliación no sólo contradice radicalmente los presupuestos teológicos cristianos y éticos sino que no construye ninguna sociedad reconciliada, como se ha mostrado en los últimos años respecto a la impunidad en varios países en lo que tiene que ver con violaciones a los Derechos Humanos. La reconciliación verdadera sólo es posible cuando no se hipoteca la verdad, cuando se investiga todo lo posible, cuando aquélla es aliada incondicional y no enemiga de la justicia. La articulación de memoria, verdad, justicia, perdón y reconciliación es por supuesto una tarea compleja. Lo es en el campo interpersonal y comunitario. Lo es también en el campo político e internacional. Pero renunciar al desafío de asumir esta complejidad sólo impide la posibilidad de la reconstrucción democrática. Y ésta sólo será posible cuando con audacia y creatividad se articulen estos y otros componentes para lograr una sociedad más justa, cualidad imprescindible, si las hay, de ese "otro mundo posible".

    NOTAS
    1 A mi modo de ver el estudio más completo y sintético hasta el momento es el de HAYNER, Priscilla, Unspeakable truths, London, Routledge, 2001, en el que analiza más de 20 Comisiones de la Verdad en el mundo señalando sus características, posibilidades y limitaciones.
    2 Seis estudios de caso sobre otros tantos países, aparecen compendiados en el libro de HARPER, Charles (ed.) Impunity. An ethical perspective, Genève, World Council of Churches, 1996. (Existe traducción en castellano Impunidad. Una perspectiva ética, Montevideo, Trilce 1996). Los autores abordan interpretaciones sobre los procesos de impunidad en estos países desde el derecho, la psicología, la ética, la teología.
    3 Cfr. HAYNER, Priscilla, op. cit. p. 45-49. Las comisiones guatemalteca y sudafricana son a la vez la referencia fundamental del libro de JACQUES, Geneviève, Beyond Impunity. An ecumenical approach to Truth, Justice and Reconciliation, Genève, World Council of Churches, 2000 (existen también versiones en francés y castellano editadas por el Consejo Mundial de Iglesias). El libro, continúa, de algún modo la reflexión iniciada por el de Harper, logrando una sistematización a partir de este nuevo momento de las CVR.

    4 Utilizamos esta versión en castellano que traduce el término "restorative justice" utilizado por Tutu y desarrollado por numerosos autores en el marco de la justicia juvenil, penal o las metodologías de mediación. entre otros por penalistas como John Braithwaite.
    5 Una muestra de la conceptualización de la justicia restauradora, así como de variadas aplicaciones de la misma puede verse en KERBER, Guillermo (ed.), Restorative Justice. Selected Readings, Genève, WCC 2001.
    6 Me refiero evidentemente a su novela escrita en 1931, Un mundo feliz, traducción feliz (?) de Brave new world, New York, Harper 1989.
    7 Vale la pena recordar aquí que en los orígenes de la tradición filosófica occidental, para Aristóteles, la ética consistía justamente en la búsqueda y consecución de la eudaimonía, la felicidad, o como preferimos traducirla, la vida plena. Aristóteles señala como camino para la eudaimonía, las aretái o virtudes, entre las cuales descuella la justicia.
    8 Es importante mencionar que las características de la justicia restauradora son muy similares a las de la justicia transformadora que proponen aquéllos que estudian las consecuencias de los conflictos étnicos y particularmente del racismo.


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