Consejo Mundial de Iglesias

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A propósito de "la silla coja"...
"La silla coja", imponente escultura de madera del artista suizo Daniel Berset erigida, a finales de 1997, por Handicap International frente a la entrada principal de la Oficina de las Naciones Unidas en Ginebra. Esta obra simboliza el llamamiento de toda la sociedad civil a los jefes de estado que visitan Ginebra. Permanecerá en ese lugar hasta la cuadragésima ratificación de la Convención de Ottawa, fecha en la que el tratado entrará en vigor y pasará a formar parte del derecho internacional.

¡LA CAMPAÑA CONTRA LAS MINAS TERRESTRES TODAVÍA NECESITA A LAS IGLESIAS!

(Más del 25% de las 1.000 organizaciones que se han asociado a la ICBL son grupos relacionados con las iglesias.)

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"¡La Campaña Contra Las Minas Terrestres Todavía Necesita A Las Iglesias!" es un folleto publicado conjuntamente por la Alianza Reformada Mundial, el Consejo Mundial de Iglesias y la Federación Luterana Mundial.

Para más información o correspondencia o para pedir este folleto (en español, inglés, alleman o frances) diríjanse a:

Federación Luterana Mundial
Rebecca Larson
Apartado Postal 2100
1211 Ginebra 2 / Suiza
Tel: (41 22) 791 64 28
Telefax: (41 22) 791 05 28
e-mail: rl@lutheranworld.org

Alianza Reformada Mundial
Seong-Won Park
Apartado Postal 2100
1211 Ginebra 2 / Suiza
Tel: (41 22) 791 62 36
Telefax: (41 22) 791 65 05
e-mail: WCC Contact

Consejo Mundial De Iglesias
Mariette Grange
Apartado Postal 2100 / Suiza
Tel: (41 22) 791 60 46
Telefax: (41 22) 788 00 67 or 710 2068
e-mail: WCC Contact

El contenido de esta publicación puede ser reproducirse o traducirse sin autorización.

Esta publicación ha sido preparada por Mariette Grange y Rebecca Larson.

El Premio Nobel de la Paz
En diciembre de 1997 se concedió el Premio Nobel de la Paz a la Campaña Internacional de Erradicación de las Minas Terrestres (ICBL) y a su coordinadora Jody Williams.

La elección que hizo el Comité del Premio Nobel tiene una doble importancia:

  • en primer lugar, por cuanto atrajo la atención de la comunidad internacional a la crisis mundial de las minas terrestres antipersonal y,

  • en segundo lugar, por cuanto puso en evidencia la cooperación única que se ha instaurado entre los gobiernos y la sociedad civil a fin de impulsar al mundo hacia una existencia sin minas terrestres antipersonal.


Un tratado para la prohibición de las minas terrestres
También en diciembre de 1997, 123 estados firmaron en Ottawa (Canadá) un tratado internacional por el que se prohíbe el empleo de las minas terrestres antipersonal.

Este decisivo texto jurídico, titulado Convención sobre la prohibición del empleo, almacenamiento, producción y transferencia de minas antipersonal y sobre su destrucción, establece una norma internacional, según la cual es ilegal emplear, almacenar, fabricar y comercializar minas terrestres. En virtud de lo dispuesto en este tratado, lo países tienen también la obligación de responder a la acuciante necesidad de desminar y prestar asistencia a las víctimas de las minas.

Muchas iglesias y organizaciones relacionadas con las iglesias, entre ellas, la Alianza Reformada Mundial (ARM), el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) y la Federación Luterana Mundial (FLM) han participado activamente en la campaña mundial contra las minas, junto a la Campaña Internacional de Erradicación de las Minas Terrestres (ICBL), sobre todo en los últimos cuatro años, realizando actividades educativas para estigmatizar las minas terrestres en la conciencia pública y una dinámica labor de sensibilización a fin de incitar a los gobiernos a que firmen el tratado de Ottawa. Sobre el terreno han colaborado en programas de remoción de minas y de apoyo a las víctimas.

Cada 22 minutos una persona muere o es mutilada en algún lugar del mundo a causa de una mina terrestre. Más allá del tratado
La pregunta que se hace con más frecuencia a la ICBL y a las iglesias que colaboran en la campaña es: "Ahora que se ha firmado el tratado, ¿qué va a pasar? ¿Han concluido ustedes con esto su labor?"

Evidentemente la respuesta es que aún queda mucho por hacer. El objetivo final es retirar todas las minas terrestres diseminadas en el mundo, destruir todas las existencias y poner decididamente término al empleo de las minas terrestres. Qué duda cabe que el tratado de Ottawa es un excelente instrumento por escrito. Lo han firmado 126 países. Pero el siguiente paso es garantizar que los gobiernos ratifiquen este tratado (es decir, lo legalicen en el respectivo país) y apliquen sin excepción las disposiciones del texto de manera coordinada. Asimismo, hay que confrontar a los países que aún no lo hayan firmado con la realidad de los efectos humanitarios que conllevan estas armas y explicarles que la comunidad humana tiene en sus manos la posibilidad de erradicarlas.

LAS MINAS TERRESTRES ANTIPERSONAL:
UNA CRISIS HUMANITARIA

El problema de las minas terrestres antipersonal es de índole fundamentalmente humanitaria. Son armas de guerra que matan en tiempo de paz. Concebidas para los soldados, matan y hieren a mujeres y niños. Hoy han sido prohibidas por el derecho internacional debido a sus efectos indiscriminados.

Las estadísticas hablan por sí mismas...

Hay millones de minas diseminadas en más de 70 países de África, Asia, Europa, Oriente Medio y América. Los países más gravemente afectados son Afganistán, Angola, Bosnia- Herzegovina, Camboya, Croacia, Eritrea, Irak (Kurdistán), Mozambique, Somalia, Sudán, y Vietnam.

Un miembro artificial para un niño en pleno crecimiento debe remplazarse cada 6-12 meses y para un adulto, cada tres a cinco años.

Muchas víctimas de las minas están solas y en lugares aislados. Un médico del CICR calcula que hasta el 50% de las víctimas de minas muere en las horas siguientes a la explosión.

Esparcidas por miles en torno a los lugares estratégicos, las minas impiden el acceso al agua potable y a las tierras agrícolas y entorpecen seriamente la labor de los equipos móviles de vacunación en las zonas rurales.

En los últimos 55 años, las minas antipersonal han causado más muertos y heridos que las armas nucleares, biológicas y químicas juntas.

El Comité Internacional de la Cruz Roja calcula que cada mes 800 personas pierden la vida a causa de las minas, y otras 1.200 son mutiladas, esto es, un total de 2.000 víctimas por mes y cerca de 25.000 por año.

El UNICEF calcula que de estas víctimas de 5.000 a 6.000 son niños.

CAMPAÑA INTERNACIONAL CONTRA LAS MINAS TERRESTRES
En el transcurso de 1991, varias organizaciones no gubernamentales y muchos particulares comenzaron simultáneamente a examinar la necesidad de coordinar las iniciativas y los llamamientos en favor de la prohibición de las minas terrestres antipersonal. Handicap International, Human Rights Watch, Medico International, Mines Advisory Group, Physicians for Human Rights y Vietnam Veterans of America Foundation se asociaron en octubre de 1992 para instituir la Campaña Internacional de Erradicación de las Minas (ICBL).

La Campaña Internacional de Erradicación de las Minas es una coalición de más de 1.000 grupos de derechos humanos, asistencia humanitaria, niños, paz, médicos, desarrollo, remoción de minas, control de armas, así como organizaciones religiosas, ecológicas y de mujeres que actúan en 60 campañas nacionales y que se han comprometido a lograr el objetivo de acabar totalmente con las minas terrestres antipersonal.

En una reunión general celebrada recientemente en Francfurt (Alemania), en febrero de 1998, la ICBL fijó sus estrategias para 1998 en torno a tres ámbitos de acción, a saber: universalizar el tratado, examinar el papel que podrían desempeñar sus miembros en la supervisión del tratado y promover la labor de sensibilización por lo que respecta a los otros dos pilares de la campaña, esto es la asistencia y la remoción humanitaria de las minas.

El comité de coordinación de la ICBL está integrado por las 6 organizaciones fundadoras, además de la Campaña Afgana para la Prohibición de las Minas Terrestres, la Association to Aid Refugees- Japón, la Campaña Camboyana para la Prohibición de las Minas Terrestres, la Campaña Colombiana contra las Minas Terrestres, la Unión Interafricana de Derechos Humanos, la Coalición keniana contra las Minas Terrestres, la Landmine Survivors Network, la Federación Luterana Mundial, la Norwegian People's Aid y la Campaña Sudafricana para la Prohibición de las Minas Terrestres.

Tres embajadores internacionales representan a la ICBL en los foros públicos y políticos: Jody Williams, galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 1997, Rae McGrath y Tun Channereth.


Juntos hemos comenzado a trazar el camino por el que la comunidad internacional avanzará de manera coordinada y coherente a fin de promover y garantizar la pronta y efectiva entrada en vigor y la aplicación de la nueva Convención (...) Quisiera también que recordáramos que esto no es más que el comienzo. Este compromiso de asociación y colaboración nos permitirá alcanzar nuestra meta: vivir en un mundo donde no haya miedo ni sufrimiento a causa de las minas antipersonal.

Lloyd Axworthy
Ministro de Relaciones Exteriores de Canadá
Discurso de clausura en Ottawa, 4 de diciembre de 1997

¿CUÁL ES NUESTRA ESTRATEGIA?
Aunque la negociación del tratado de Ottawa es un hito histórico en la batalla contra la plaga de las minas terrestres, queda aún muchísimo por hacer para eliminar totalmente la amenaza de estas armas y las escalofriantes consecuencias humanitarias que acarrean.

Es necesario alentar a los países a que emprendan diversas acciones:

Estrategia 1
Observar las medidas tomadas en los 126 países que firmaron el tratado de Ottawa.

Los gobiernos signatarios expresaron la intención de pasar a ser parte en la Convención en una fecha ulterior y no pueden tomar medida alguna que menoscabe el propósito de la Convención.

La Convención está abierta a la firma de los estados en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, hasta su entrada en vigor, cuando se convertirá oficialmente en un instrumento de derecho internacional. El tratado surtirá efectos seis meses después de que se hayan depositado 40 ratificaciones.

Acción:
examinar la lista de signatarios de la Convención (véase Anexo II) para ver si su gobierno ha firmado el tratado.

Si su gobierno no ha firmado la Convención, llevar a cabo iniciativas de sensibilización sobre la urgente necesidad de prohibir el empleo de las minas terrestres entre el público en general, los miembros del gobierno, los miembros del Parlamento (mediante intervenciones directas, reuniones, vigilias de oración, ayunos, contactos con la prensa, etc...).

ALGUNAS DIRECCIONES ELECTRÓNICAS ÚTILES

Handicap International (francés/inglés):
http://www.Handicap-International.org

Human Rights Watch (inglés, árabe, chino, español, francés, portugués, rus):
http://www.hrw.org

Comité Internacional de la Cruz Roja (francés/inglés):
http://www.ICRC.org

Campaña Internacional contra las Minas Terrestres (ICBL) (inglés):
http://www.icbl.org

Mennonite Central Committee página de entrada sobre las minas terrestres (inglés):
http://www.mennonitecc.ca

Stiftung Menschen gegen Minen (Fundación humanitaria de los pueblos contra las minas terrestres) (alemán/inglés):
http://www.dsk.de/mgm
Safe Lane (Ministerio canadiense de relaciones exteriores) (francés/inglés):
http://www.mines.gc.ca

Estrategia 2
Ejercer presión ante los gobiernos para la pronta ratificación y la aplicación de las disposiciones del tratado.

Los gobiernos que ratifican el tratado contraen una serie de compromisos. Entre otras cosas, los países deben velar por que sus fuerzas armadas no utilicen como armas las minas antipersonal, y tomar las medidas necesarias para interrumpir el desarrollo y la producción de estos artefactos, destruir las existencias y localizar, señalar y limpiar las zonas minadas. En muchos países, el cumplimiento de estas obligaciones requerirá una importante asistencia técnica, jurídica y financiera.

Acción:
Si su gobierno ha firmado la Convención:
  • verificar si se ha iniciado el proceso de ratificación;
  • en caso negativo, ejercer presión para que su gobierno emprenda ese proceso (por ejemplo, ponerse en contacto con un miembro del parlamento).

Estrategia 3
Promover la universalidad del tratado

A pesar de que el proceso de Ottawa fue respaldado por países de todas las partes del mundo, algunos de los principales países productores, exportadores y consumidores de minas terrestres no estuvieron activamente implicados en la negociación del tratado de Ottawa y su adhesión parece poco probable en un comienzo. Así pues, hay que hacer todo lo posible para exhortar a esos países a unirse al resto de la comunidad internacional para prohibir el empleo de las minas terrestres antipersonal, de modo que el tratado de Ottawa sea universalmente respetado en un futuro próximo.

Acción:
Si su país no ha firmado ni ratificado la Convención:
  • averiguar si existe una campaña contra las minas terrestres en su país; en caso afirmativo, asociarse a ella. Hay coaliciones de este tipo en más de 60 países (véase Anexo I);;
  • si no existe ninguna coalición, ponerse en contacto con otros grupos de iglesias, ONG, sindicatos, organizaciones de mujeres, asociaciones de abogados, grupos médicos, etc..., interesados por ese problema y lanzar una campaña nacional.
Estrategia 4
Promover un apoyo más firme de las autoridades gubernamentales a los programas de remoción de minas y de asistencia a las víctimas de las minas.

El tratado de Ottawa es tan sólo una de las medidas esenciales necesarias para resolver el problema de las minas terrestres. Miles de personas siguen viviendo en zonas afectadas por las minas bajo la constante amenaza de estas armas. La mayoría de las víctimas de las minas terrestres sigue careciendo de asistencia médica, social, económica y de rehabilitación, por lo tanto, es menester atender a esas necesidades eficazmente.

Las minas terrestres son una epidemia causada por los seres humanos. La solución del problema está, pues, en nuestras manos. El tratado de Ottawa es, ciertamente, un paso significativo, pero es sólo el primero.


CÓMO PROMOVER LA RATIFICACIÓN DEL TRATADO

Según estadísticas de las Naciones Unidas, 70 países están infestados por minas. En Ottawa, los gobiernos se comprometieron a asignar entre 200 y 250 millones de dólares EE.UU. para el desminado y la rehabilitación de las víctimas. No hay duda de que la pronta ratificación de la Convención por los estados afectados por las minas terrestres facilitaría el acceso a los programas de desminado humanitario así como de asistencia a las víctimas.

El gobierno canadiense exhortó a las naciones de todo el mundo a iniciar los procedimientos de ratificación de modo que la Convención pueda entrar en vigor a finales de 1998. El prestigio internacional recompensará a los 40 primeros países que hayan ratificado la Convención.

En los países donde existen grupos organizados de oposición armada, las campañas de sensibilización deberán insistir sistemáticamente en la necesidad de que esos grupos respeten también las nuevas normas humanitarias estipuladas en la Convención.

Las iglesias pueden organizar actos simbólicos de firma del tratado y presentar las firmas recogidas al respectivo gobierno como muestra del compromiso de los ciudadanos para con la prohibición universal de las minas terrestres:
  • elegir una fecha y un período de tiempo estratégicos en relación con el contexto nacional (el evento debe durar varios días);

  • dar publicidad al evento, movilizar a los medios de comunicación;

  • preparar peticiones de firma con un texto que indique que los abajo firmantes aceptan los términos y las condiciones del tratado como ciudadanos de XXXXX país;

  • organizarse de manera que las personas puedan firmar en lugares públicos en todo el país (por ejemplo, iglesias, centros comerciales) o puedan manifestar su apoyo por fax o incluso llamando por teléfono;
  • presentar las firmas recogidas al respectivo gobierno, de la forma más apropiada según el país de que se trate;

  • informar al respecto a la ICBL.

¿Qué pueden hacer las iglesias
tras lograrse las 40 ratificaciones iniciales?

Continuar observando la situación de cerca...!

  • mantener la presión sobre los gobiernos que han firmado el tratado pero no lo han ratificado o que no lo han firmado;
  • velar por que su gobierno respete las disposiciones de la Convención por lo que respecta a la destrucción de las existencias y el desminado de las zonas minadas;
  • supervisar las iniciativas de su gobierno por lo que respecta a los programas de asistencia a las víctimas de minas y los programas de remoción de minas;
  • informar acerca de las violaciones de la Convención a las campañas nacionales o internacionales contra las minas terrestres, a las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja o de la Media Luna Roja, al UNICEF, que podrán dar cuenta al respecto al secretario general de las Naciones Unidas y dar a conocer el problema en los medios de comunicación.
  • Por último, mantener informados a la ICBL, a la FLM, a la ARM y al CMI sobre la evolución de sus iniciativas.

NO ES POSIBLE HUNDIR EL ARADO
SI QUEDAN ESPADAS EN LA TIERRA

TEl lenguaje utilizado para describir la crisis humanitaria mundial que representan las minas terrestres antipersonal no es nuevo. Es el mismo que empleó la comunidad humana hace setenta años para condenar las armas químicas. Se trata de un lenguaje moral, no militar; de un lenguaje ético, no estratégico. Cabría incluso añadir que es un lenguaje "de iglesia", en el sentido de que interpela los valores y las prácticas fundamentales de la vida y de la comunidad de los seres humanos.

Las palabras empleadas son:

Las minas antipersonal son contrarias a la conciencia moral de la humanidad y, por lo tanto, deben ser condenadas.

Con estos términos el mundo denunció el empleo de las armas químicas tras la Primera Guerra Mundial. Hoy, cuatro generaciones más tarde, se vuelven a evocar las mismas palabras y resurgen los mismos sentimientos para protestar contra los innecesarios y horribles daños que causan estas pequeñas armas, pero no por ello menos mortíferas.

Desde la Gran Guerra, sin embargo, las normas bélicas han cambiado. La mayor parte de los conflictos ya no tienen lugar entre naciones. Los conflictos internos virulentos son hoy la norma, el código tradicional de la guerra militar ha perdido todo su sentido y la mutilación y la matanza de personas civiles se han convertido en la estrategia privilegiada. En esas situaciones, las minas terrestres antipersonal han pasado a ser el arma por excelencia y, ocultas en la superficie del suelo, siguen causando víctimas muchos años después de finalizados los conflictos.

¿Qué pueden hacer las iglesias frente a esta evolución de las estrategias bélicas? Evidentemente es necesario que las iglesias se pronuncien respecto a las cuestiones que son contrarias a la ética humana. ¿Puede la comunidad cristiana mundial contribuir a que cese la producción y el empleo de esas armas? ¿Puede la comunidad cristiana mundial ayudar a la curación de los cuerpos y contribuir a la reconciliación de los pueblos y de las naciones?

El profeta Isaías nos ofrece una imagen que podría inspirar a las iglesias (Isaías 2:1-4). Isaías describe el templo del Señor situado en el monte más alto. Es un santuario, un lugar de refugio, de cura, de enseñanza. Mucha gente y todas las naciones "vendrán a este monte sagrado", alejándose así de la guerra:

Ellos convertirán sus espadas en arados y sus lanzas en hoces. Ningún pueblo volverá a tomar las armas contra otro ni a recibir instrucción para la guerra" (Isaías 2:4).

Uno de los deberes que incumben a la iglesia es encontrar formas de alejar a las naciones de la guerra, de acercarlas al "apacible milagro de la vida cotidiana" en tiempo de paz ; de que conviertan sus armas en instrumentos de paz; de que hagan de los campos de batalla fértiles tierras para que la gente pueda alimentarse.

Pero ¿qué hacer cuando los soldados regresan a su hogar y la guerra continúa? ¿Cómo convertir las espadas en arados cuando los campesinos no pueden acceder a los campos porque en su feraz suelo la guerra continúa? ¿Cómo convertir las minas terrestres antipersonal, la espada del siglo XXI, en instrumentos de paz?

Eso es precisamente lo que se está intentando en Camboya. En su libro War of the Mines (La guerra de las minas), Paul Davies describe la escena siguiente:

Hacia el final de mi estadía en Battambang presencié una de las escenas más fuertes y esperanzadoras para el futuro ... Comerciantes provistos de viejas bicicletas y enormes canastos de bambú, recorren zonas como Rattanak Mondui para comprar chatarra de guerra a los lugareños que roturan sus tierras. Son muy apreciados, en particular, los fragmentos de envolturas metálicas de las minas soviéticas POMZ-2. De regreso a Battambang, esta chatarra es vendida a los chatarreros que aprovisionan los hornos de fundición de Phnom Penh.

Pero también venden parte de las reservas a dos acerías de Battambang. Allí, los desechos, entre ellos los POMZ-2, son fundidos y transformados en piezas para aperos agrícolas, como por ejemplo cuchillas metálicas para los tradicionales arados de madera tirados por bueyes, que se utilizan para la labranza de las fértiles tierras de la región (pág. 519).

La segunda y, en definitiva, única forma que tienen las iglesias de ayudar a la transformación de ese material de guerra en instrumentos de paz útiles para la agricultura y a la comunidad es denunciar pública y abiertamente su existencia como algo moralmente contrario a la conciencia de la humanidad y al designio misericordioso y la acción creadora de Dios.

Las iglesias pueden -y deben- condenar y estigmatizar estas armas en los lugares públicos. Esto puede hacerse en consulta con los gobiernos, en la prensa y en grupos de discusión. Las iglesias deben asociarse con otros grupos y personas de buena voluntad a fin de poner término a la producción y al empleo de esas armas. Deben orar fervientemente tanto por las víctimas como por los responsables. Deben esforzarse por ser agentes de paz y de reconciliación.

Este folleto contiene información que las iglesias pueden utilizar para denunciar el empleo de las minas terrestres antipersonal. Las iglesias pueden desempeñar un papel primordial para encontrar la manera de convertir estas espadas en instrumentos de paz y de desarrollo.


Oraciones y responsorio
Hermana Denise Coghlan

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Hoy oramos especialmente por un mundo de paz, un mundo libre donde se pueda bailar y celebrar, un mundo sin minas.
Oremos por las familias que han perdido a uno de sus seres queridos a causa de las minas.

Reconfórtalos.

Oremos por los niños, las mujeres y los hombres que luchan por forjarse una nueva vida.

Concédeles el coraje necesario.

Oremos por que los fabricantes de minas terrestres cambien en su corazón.

Que utilicen sus conocimientos técnicos en pro del desarrollo, no para la guerra.

Oremos por los desminadores.

Ayúdalos a realizar su santa tarea con seguridad y perseverancia.

Oremos por los países gravemente afectados por las minas terrestres.

Que sus cosechas de arroz y maíz sean abundantes, y no sean destruidas por las minas terrestres.

Oremos por los jefes de estado.

Que prohˇban el empleo de las minas y proporcionen fondos para el desminado y la asistencia a las vˇctimas.

Dios de amor: gracias por tu infinita bondad. Perdona nuestras faltas y ayúdanos a hacer el bien, no el mal.



Un hombre solitario iba y venía despacio por entre las hileras de hortalizas. De tanto en tanto, se detenía para volver una hoja o examinar más de cerca el crecimiento de los cultivos. Se movía lentamente, quizás por el calor del día, pero sobre todo porque tenía una sola pierna y para desplazarse se apoyaba en una enclenque muleta de madera. La otra pierna se la habían amputado a nivel de la cadera y puesto que su huerta se encuentra a lo largo de la Route 10 en el noroeste de Camboya, era de suponer que la había perdido en una explosión de mina terrestre. Lo que no fue difícil de confirmar posteriormente debido a las cintas rojas y blancas que rodeaban su casa, las impecables hileras de hortalizas en su huerta, el sendero que conducía a la bomba de agua y el acceso al camino. Unos sencillos carteles con el mensaje "Cuidado minas", puestos en cada cerca, en cada árbol y en cada palo pequeño alrededor de toda la casa.

Quizás lo más horrible fue lo que ocurrió después. Una muchacha se dirigió hasta él saltando desde los campos detrás de su casa, tirando tras ella un viejo buey famélico. El hombre se inclinó sobre el hombro de la muchacha para apoyarse y juntos entraron a la casa, donde una mujer de rasgos menudos los estaba esperando. Era una escena cotidiana tan inocente y a la vez tan patética. Costaba creer que alrededor de ellos unas bombas de relojería, conocidas también con el nombre de minas antipersonal, podían explotar en todo momento.

No pude ir a conocerlos. Nuestro grupo no estaba autorizado a salirse del camino. Toda esta zona es extremadamente peligrosa, nos dijeron. Uno de nosotros se apartó del camino un par de pasos en busca de más sombra, pero de un tirón lo pusieron nuevamente en la vía. "No te das cuenta de que hay minas sembradas por todas partes; no te arriesgues inútilmente". Buen consejo para los miembros de un grupo que podrían denominarse turistas de guerra, cuyo viaje tenía por objetivo evaluar los daños tras tantos años de lucha a causa de una controvertida superficie de terreno. Nos quedamos mirando a la familia en silencio -fue algo así como contemplar los animales de un zoológico. Animales que no tienen salida, cautivos que no pueden caminar por la tierra libremente y con confianza.

Nos dijeron que no tomáramos ningún riesgo, pero ellos, ¿acaso tenían alguna alternativa? Han tenido que huir conflicto tras conflicto, dejando a los ejércitos bombardear los campos, conducir tanques a través de los cursos de agua y, por último, diseminar minas hasta el último trozo penetrable de tierra. Esta familia no estaba a salvo en ninguna parte -el mero hecho de salir de su casa era ya un peligro. Mientras avanzábamos por la Route 10, vimos que no sólo había campos, sino ríos, puentes, escuelas, templos, caminos secundarios -lugares destinados a la enseñanza, a la agricultura, a la pesca, al culto.

Pero, ¿por qué permanecen allí? ¿Adónde más pueden ir? ¿Quién podría acogerlos? ¿Quién les proporcionará alimento, cultivará arroz para ellos, les ofrecerá alojamiento, mucho después de haber cesado el conflicto? En un país abrumado por la pobreza, ¿quién daría trabajo a un campesino rengo o con qué recursos podría mudarse él con su familia a tierras más seguras? ¿Quién estaría dispuesto a compartir su pequeña parcela de tierra para acomodar a esta sola familia ... o a los cientos de otras familias que viven en esas condiciones? ¿Cuánto tiempo transcurrirá hasta que un equipo de desminado llegue a la zona para liberarlos de estos silenciosos asesinos?

Como participante en la campaña contra las minas he escrito para diversos foros - "Support Victim Assistance", "Give Money for De-mining", "Stop the Use of Landmines". Durante tanto tiempo han sido palabras en un trozo de papel, a muchos kilómetros de distancia de las personas afectadas por la situación. Pero hoy me doy cuenta de que quienes están lejos de la tragedia pueden aportar muchísimo, pueden persuadir a los gobiernos a que actúen, pueden dar un poco de dinero a las organizaciones de desminado, pueden aportar esperanza a las familias y los campesinos como los que residen a lo largo de la Route 10.

En Camboya hay entre 4 y 6 millones de minas diseminadas. Según se calcula, harán falta 25 años para retirarlas todas. Cada año centenares de campesinos, soldados, mujeres, niños y animales son víctimas de estas indiscriminadas y mortíferas armas. ¿Cuánto tiempo toleraremos que familias como éstas vivan en constante miedo, prisioneros de su propio hogar, arriesgándose diariamente para sobrevivir? ¿O es que todos nosotros, en el oeste, en el este, en el norte y en el sur, sufrimos del síndrome ojos que no ven, corazón que no siente??

Emma Leslie
del Programa Experimental en la Misión
trabaja en Camboya con el Centro Ecuménico de Camboya


Señor, ¿cómo puedo servirte si no tengo brazos?
¿Cómo puedo caminar por tu senda si no tengo pies?
Estaba recogiendo leña cuando perdí los brazos.
Había llevado las cabras al abrevadero cuando perdí los pies.
Por más que lo intento no logro comprender por qué
hay minas terrestres en las tierras de pastoreo o por qué
hay un alambre a través del polvoriento camino que va al mercado.

Tengo el corazón apesadumbrado. Quisiera compartir
tu dolor pero no puedo. Es demasiado profundo para mí.
Me miras pero no puedo soportar tu mirada. La fábrica de armas
da trabajo a mi hijo y los impuestos que pago
sirven para desarrollar bombas "inteligentes". No protesté
cuando los soldados sembraron el miedo en la tierra
abrumando a los ancianos y a las madres inquietas
e infundiendo odio a los jóvenes.

Señor, somos todos cómplices del crimen de guerra
que representa la sed por el poder a toda costa. El precio es
demasiado caro para la humanidad.
Señor, devuélvenos nuestra humanidad, nuestra ubuntu...
Enséñanos a servirte sin armas. Amén.


Arzobispo Desmond M. Tutu


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