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COMITÉ CENTRAL 1999 No. 1


el 1 de septiembre de 1999

ALGUNOS DE LOS STEWARDS QUE ESTÁN HOY AQUÍ PUEDEN SER LOS ARZOBISPOS DEL MAÑANA


Proceden de todas las regiones del mundo y representan una gran diversidad de grupos lingüísticos, culturas y tradiciones cristianas, pero tienen algo en común: su juventud.

Son ellos los que trabajan entre bastidores en esta reunión del Comité Central del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) que tiene lugar en Ginebra, del 26 de agosto al 3 de septiembre. Son 39 jóvenes, varones y mujeres, de 20 a 30 años, que permiten que la reunión se desarrolle sin tropiezos, llevando y trayendo mensajes telefónicos, colaborando, al mismo tiempo, con la interpretación en las sesiones plenarias, distribuyendo documentos a los miembros del Comité Central, fotocopiando comunicados de prensa, encargándose de las cámaras vídeo, del culto y de muchas otras tareas esenciales.

Para algunos de estos jóvenes, este trabajo es su primer contacto con el Movimiento Ecuménico- y para muchos será una experiencia que los marcará para toda la vida. Algunos de ellos volverán años más tarde al CMI para ocupar puestos de responsabilidad. Su Eminencia el Arzobispo Mor Cyril Aphrem Karim (Patriarcado Ortodoxo Sirio de Antioquía y Todo el Oriente), actualmente miembro del Comité Central, fue steward, como también lo fue el ex secretario general del CMI Philip Potter. "Esta es una de las muchas razones por las que tenemos que tratar con respeto a todos los stewards", dice un miembro del personal del Consejo con una sonrisa. "No sólo nos ayudan en nuestras reuniones -- nunca se sabe si han de volver un día como obispos o jefes".

Si eso ocurre, algunos ya tendrán su opinión bien formada sobre la dirección del Consejo, en particular del propio Comité Central. "Me parece que se habla demasiado en las reuniones", dice un steward de Asia, sonriendo con ingenuidad.

Dos stewards que han tenido un excelente contacto con los miembros del Comité Central son el Rev. André Spivey de 25 años, anciano itinerante ordenado para los jóvenes (Iglesia Episcopal Metodista Africana), y Lilit Sargsyan de 23 años (Iglesia Ortodoxa Apostólica Armenia). André del Colgate-Rochester Divinity School, Nueva York, Estados Unidos de América, y Lilit, de Eriván, Armenia, han cautivado a los delegados con el talento que han demostrado en los cultos por la mañana.

Para Lilit, directora del coro de la unión juvenil de Eriván, la posibilidad de conocer otras formas de culto "ha sido muy interesante para mí".Su coro está especializado en liturgias antiguas de la Iglesia Armenia y ofrece ocasionalmente conciertos. "Me encantaría conocer todas las tradiciones", dice. "Esta semana me gustaron sobre todo los cánticos de Sudáfrica, América del Norte y Asia. Cuando regrese a mi país, algunas de esas músicas estarán en el programa de los conciertos de nuestro coro", dice Lilit.

Lilit, que trabaja como intérprete inglesa para UNICEF y otras organizaciones internacionales en Armenia, se ha iniciado en muy diversos estilos musicales. Asistió a un festival de canciones religiosas en Moscú cuando tenía 15 años, ya los 17 fue a Londres para estudiar guitarra clásica.

André, pianista, organista y director de orquesta, ha viajado también mucho con su música. En 1996 el Morehouse Glee Club, del que era miembro, hizo una jira de tres semanas por Rusia.

"Estuvimos dos días en Moscú," recuerda André. "El resto del tiempo navegamos por el Volga deteniéndonos en diversas ciudades. Fue una experiencia inolvidable. Conocimos a personas que nunca habían visto a un afroamericano, por lo menos desde los días de Paul Robeson (estadounidense, cantante, actor, abogado y militante por los derechos humanos) en los años cincuenta."

Otra experiencia memorable fue un viaje a África del Sur en 1997, dice André. Cuando llegó a Ginebra el mes pasado, comprobó que el mundo ecuménico es muy pequeño. "Sabía que encontraría a una steward de Swazilandia, de modo que traje mis fotos de ese país para que vea que había estado allí. Cuando llegamos, me di cuenta de que ya la había conocido en aquella visita."

André aspira a doctorarse en liturgia, culto y homilética, y vacila entre dedicarse a la enseñanza o al ministerio parroquial. "Quisiera aplicarme a ambos sectores, académico y parroquial, con preferencia al parroquial porque me gusta trabajar con la gente, contribuir a su formación", dice.

Para algunos stewards, la primera sesión del Comité Central puede ser una experiencia desconcertante de cuestiones espinosas, montones de papel y discursos aparentemente interminables, y todos están deseosos de saber más sobre el trabajo del Consejo en general.

"Tuve alguna información sobre el CMI en Argentina," dice Roberto Albarracín (Iglesia Evangélica Luterana Unida de Argentina y Uruguay), que con 20 años es uno de los stewards más jóvenes. "Todavía no conozco enteramente el trabajo real, pero creo que es muy importante que tantas iglesias se reúnan. La unidad de las iglesias es la unidad de los seres humanos, una manera de alcanzar la paz en el mundo."

Roberto, joven dirigente de su iglesia en Argentina, trabaja en la sala principal de conferencias durante las sesiones plenarias, entregando auriculares y limpiando después la sala. Su tarea más visible es poner los nombres de los delegados en letras rojas luminosas en la pantalla para identificar a los oradores. "No era fácil al principio", confiesa. "Hay muchas maneras diferentes de pronunciar los nombres."

Roberto quisiera ser asistente social, tal vez en conexión con la iglesia, cuando obtenga un grado universitario.

Hannah Chetwynd de 23 años (Iglesia Metodista Unida, Noruega) es hija de un ministro y ha trabajado en programas de juventud en su país, pasando un año en la Comunidad de Taizé en Francia. Ha disfrutado conviviendo con jóvenes de todo el mundo. "Es como Taizé en cuanto a experiencia de convivencia", dice.

Hannah, que trabaja en la oficina de prensa del CMI, dice que su experiencia más memorable tuvo lugar durante un seminario de formación de seis días organizado para stewards en Lausana, Friburgo y Berna con anterioridad al Comité Central. "Estuvimos en Friburgo en una Catedral católica romana de la Edad Media, y a mi lado tenía a una muchacha ortodoxa y a otra católica, cantando y orando. Fue una de las experiencias más hermosas de mi vida, especialmente por la amistad, la oración y la música."


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