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19 de septiembre de 2001

Las personas desarraigadas hablan de sus sufrimientos y de su esperanza
Raymond Bitemo


Cuando se desencadenó la guerra entre los hutus y los tutsis en Rwanda y en Burundi, en 1994, alrededor de un millón de personas se refugiaron en la República Democrática del Congo (RDC). En 1996, al generalizarse la guerra en el país entre las fuerzas rebeldes y las del Gobierno, se produjo un nuevo desplazamiento de refugiados. En 1998, se reanudó la guerra civil que asola la RDC, y los combates han continuado esporádicamente, agravando el problema de las personas desarraigadas (refugiados y personas desplazadas en el propio país) en la región.

En el marco de sus esfuerzos para poner fin a la guerra civil que considera la causa principal del problema de las personas desarraigadas en la República Democrática del Congo, la Iglesia de Cristo del Congo (ECC, por su sigla en francés) realizó en Kinshasa, del 5 al 16 de agosto, una extensa consulta con el fin de informar a sus dirigentes y miembros sobre los problemas de las personas desarraigadas y formular respuestas prácticas.

La ECC es una iglesia miembro del Consejo Mundial de Iglesias (CMI); a la consulta de agosto siguió una reunión del Comité Ejecutivo de la ECC que trató las mismas cuestiones. El presente artículo de Raymond Bitemo es el primero de una serie de tres artículos sobre las personas desarraigadas en la RDC y forma parte de una serie más general de información sobre los refugiados y los desplazados internos. Raymond Bitemo, oriundo de la República del Congo (Congo-Brazzaville), se vio obligado a huir y permanecer en el extranjero hasta que pudo regresar a su país donde vive actualmente. La ECC es una iglesia miembro del Consejo Mundial de Iglesias (CMI).


La consulta que la Iglesia de Cristo del Congo (ECC) celebró en Kinshasa del 5 al 16 de agosto fue, entre otras cosas, una ocasión para escuchar y compartir. El testimonio de dos personas desarraigadas permitió que los participantes entendieran bien lo que significa ser refugiado o desplazado interno.

El Pastor Kongo, actual secretario general de la Maison de la Bible de la República Democrática del Congo (RDC), recordó el comienzo de la rebelión mulelista en Bondo, ocurrido en 1964 en la región oriental. "En ese momento no tenía más que siete años. Mis padres, mis hermanos y yo huimos de la guerra y nos vimos obligados a permanecer errantes. Al final de un largo viaje llegamos a la República Centroafricana, donde nos exiliamos. Los rebeldes, que habían asesinado a todos los compañeros de la administración pública de mi padre, lo estaban buscando. Soportamos torturas morales y físicas, frustraciones y todo tipo de traumas y sobrevivimos gracias al comercio en pequeña escala, trabajando en los campos, cortando leña y otras changas. A todo esto vino a agregarse la dificultad para seguir estudiando. Pero debo reconocer la generosidad de las organizaciones humanitarias que nos dieron alimentos y medicamentos."

Refiriéndose a "la guerra de ocupación que empezó en 1998 con su secuela de crímenes contra personas inocentes", el Pastor Kongo dijo estar dispuesto "como pastor y servidor de Dios" a perdonar a los asesinos. "Si se me diera la oportunidad de predicar en Rwanda y los países agresores, mi mensaje sería de amor por nuestros vecinos, de paz y de arrepentimiento. Se ha derramado demasiada sangre de miles de personas inocentes en la región de los Grandes Lagos."

Sidonie Malanda (nombre de adopción), que se fue del Congo-Brazzaville debido a la guerra, cuenta que "esta es la segunda vez que me exilio en Kinshasa pasando por el Bajo Congo. La primera vez fue en 1997 y ahora estoy aquí desde marzo de 1999.

Fui candidata al cargo de primer ministro del Gobierno de transición en la época de la Conferencia Nacional soberana de 1991 y esa fue la razón por la que más tarde fui objeto de actos de hostilidad. Al tener formación en asuntos internacionales, nunca vacilé en brindar asesoramiento a los dirigentes de mi país y desde entonces me convertí en sospechosa, me pusieron en la lista negra y me colocaron bajo vigilancia. Tuve que vivir en la clandestinidad y varias veces me atacaron hombres armados.

"Durante la guerra de 1998, me escapé trepando por el muro de atrás de mi casa. Asesinaron a algunos de mis parientes y no sé dónde están mi esposo y nuestros hijos, ni siquiera sé si están vivos. Al principio, estuve desplazada en mi propio país y pasé meses en los bosques del sureste, donde sufrí todo tipo de trato degradante (tortura, violación, amenazas de muerte ...) Entonces decidí irme a Kinshasa por el Bajo Congo. Cuando llegué al Bajo Congo, la policía congoleña me sometió a malos tratos, pero poco tiempo después, gracias a la hospitalidad de mis hermanas y hermanos congoleños, pude recuperar algo de paz espiritual. Los recuerdos de la pesadilla que soporté me obligan a permanecer aquí, con la ayuda y la protección de una familia que me llevó a vivir en su casa. El secreto de mi resistencia - concluyó- es mi fe en Dios y la oración".

Los dos testimonios ayudaron mucho a que los participantes en la consulta determinaran las causas que llevan a exiliarse (miedo, humillación, inseguridad, intolerancia, odio...); las necesidades de las personas desarraigadas (alimentos, ropa, protección, afecto, tranquilidad, hospitalidad, información sobre sus derechos...); y el origen de su fortaleza (fe en Dios, oración, determinación, esperanza...) Tomando en consideración todos estos elementos, el obispo Johnson Tilewa de Gambia y presidente del Comité Continental para los refugiados y las situaciones de urgencia de la Conferencia de Iglesias de Toda el África (AACC), llamó a la ECC a "que dé participación a las personas desarraigadas en lo que atañe a determinar sus necesidades y construir puentes entre ellas y las comunidades que las reciben".


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