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30 de agosto de 2001

Cikle y Fatmir: experiencia de cooperación interétnica en Macedonia
Antony Mahony


Todos conocen a Aleksander Krzalovski por el sobrenombre de "Cikle" que le pusieron cuando era estudiante en el liceo Korchagin de Skopje, que frecuentan todos los jóvenes que son buenos alumnos en Matemáticas. Estudió informática y parecía destinado a una carrera tecnológica, pero el camino que siguió lo llevó en cambio al Centro interreligioso de Cooperación Internacional de Macedonia (MCIC), donde se ocupa actualmente del programa de emergencia. El MCIC fue fundado por el Consejo Mundial de Iglesias, en 1993, con el apoyo de InterChurch Aid de los Países Bajos en un empeño por mejorar las relaciones interétnicas y lograr la paz mediante un programa de desarrollo.

Como muchos de sus contemporáneos, Cikle ha asistido a muchos cambios en su país durante los diez años transcurridos desde que se independizó de la exYugoslavia. Según él, esta es la primera vez en su historia que los macedonios tienen la oportunidad de ocuparse de la gestión de sus propios asuntos en lugar de tener que someterse al Gobierno de Belgrado o a los otomanos en una época anterior. La era de hermandad y de unidad de la Yugoslavia comunista había mantenido unidos a muchos grupos étnicos diferentes en una única sociedad multiétnica. Sin embargo, añade, en cuanto terminó ese período, comenzó a exacerbarse el sentimiento de la propia identidad. En la nueva Macedonia, la conciencia étnica de la gente es cada vez mayor, se trate de macedonios, de albaneses o de miembros de otras minorías como los vlach, los romaníes o los turcos.

Cikle recuerda que solo tuvo un compañero albanés en su clase de 35 alumnos, y tenía pocos contactos con los albaneses hasta que se puso al servicio del MCIC. Reconoce que su actitud ha cambiado: "Tras cinco años en el MCIC, mi capacidad de tolerancia es mucho mayor y lo mismo ha ocurrido con los otros miembros del personal". En cambio, ha observado que muchas de las personas que ahora encuentra tienen actitudes y opiniones que antes no tenían: signos de xenofobia y de prejuicios raciales. Piensa que lo más alarmante es la presión que se ejerce actualmente, por razón de la crisis por la que pasa el país, sobre las personas que tiene opiniones moderadas para que se vuelvan más radicales adoptando actitudes de intolerancia. Según Cikle, la nueva norma es echar la culpa a los otros acusándolos de precipitar la crisis: los macedonios acusan a los albaneses que, a su vez, culpan a los macedonios. Y considera que el espacio para el diálogo y la interacción entre los grupos étnicos del país se ha ido reduciendo, especialmente desde que se desencadenó este año la violencia.

Durante los últimos ocho años, en muchas ocasiones, el MCIC ha estado trabajando con comunidades albanesas, en particular en proyectos de suministro de agua para aldeas habitadas por grupos minoritarios en el Norte y el Oeste del país, y en otras iniciativas para el desarrollo de la comunidad y para producir ingresos. Esta experiencia fue importante cuando se tomó la decisión de trabajar en Kosovo, en 1999, tras el fin de la campaña de bombardeos de la OTAN. El MCIC estaba muy entusiasmado con la idea de contar con un organismo de cooperación macedonio a fin de ser operacionales en Kosovo como prueba del compromiso de un país vecino con las necesidades de la población. Tras instalar una nueva oficina en Djakovica, el MCIC comenzó a ganar la confianza de la población local proporcionándole lo que realmente necesitaba, como material de construcción y víveres. La organización demostró tener la capacidad de crecer para poder satisfacer las exigencias de un programa humanitario de envergadura, y su personal fue capaz de desempeñar nuevas funciones.

Cikle fue transferido al nuevo programa en Kosovo, imbuido de tal sentido de entrega que ya no contaba las horas de trabajo. "Cikle, ¡te has fundido con la institución!" le dijo un colega. No era una tarea par timoratos: al comienzo de la operación, la oficina recibió llamadas telefónicas amenazadoras, tras la suspensión de algunos miembros del personal, y fue necesario recurrir a la mediación del alcalde. Cikle tenía que tomar precauciones para su propia seguridad: aunque se lo admiraba y respetaba en toda Djakovica, no podía hablar su propio idioma en público por temor a que se lo considerara serbio , y siempre estuvo acompañado por uno de los miembros locales del personal. "Sin embargo, yo me sentía privilegiado, pues era el único macedonio que trabajaba libremente en Djakovica", recuerda.

Fatmir Bitiki llegó al MCIC por un camino totalmente diferente. Se crió en un barrio de Skopje en el que el 90 por ciento de la población era macedonio, pero su familia mantenía buenas relaciones con todos los vecinos. Era un excelente estudiante de secundaria en el liceo Zef Lush Marku de idioma albanés de Skopje, pero soñaba con ir a la escuela militar de Yugoslavia. En realidad, sus méritos deberían haberle asegurado un lugar en la escuela, pero esa oportunidad nunca se presentó. Cuando terminó secundaria en 1993, decidió estudiar administración en la universidad. Sin embargo, cuando quiso inscribirse en la Universidad de Skopje , ya no había lugar. ¿Qué hacer? Todavía le quedaba la posibilidad de inscribirse en un curso similar en la Facultad de Gestión Económica en la Universidad de Tirana, pero si lo hacía sabía que no podría contar con apoyo alguno del Gobierno de Macedonia. Afortunadamente, su hermano mayor aceptó de ayudarlo económicamente durante cuatro años.

Sin embargo, Fatmir seguía pensando en la posibilidad de seguir la carrera militar como habían hecho otros miembros de su familia antes que él. Pensó que la oportunidad se presentaría en 1997 cuando hiciera el servicio militar en las fuerzas armadas macedonias. Pero la nueva Macedonia no tenía escuela militar, dado que al dividirse la ex Yugoslavia, la escuela militar permaneció en Serbia . Fatmir decidió unirse a las filas del ejército. Resultó ser una dura experiencia de aprendizaje: "descubrí lo difícil que era ser albanés y servir en el ejército. En mi clase, era el único que había hecho estudios, pero no por eso fui ascendido. Después de todo, quizás yo no estaba hecho para el ejército". Una vez más sus sueños no pudieron concretarse.

Hacia 1999, Fatmir decidió encontrar la forma de comenzar a trabajar. No era un buen momento para conseguir un empleo en Macedonia, especialmente porque los empleadores no reconocían sus altas cualificaciones. No era muy optimista, es verdad, aunque fue entonces cuando su suerte cambió. Un amigo le recomendó que presentara su candidatura para el MCIC. Fatmir explica: "Mi entrevista me abrió los ojos sobre lo que estaba pasando en el sector de las ONG en este país. Me di cuenta de que aún había gente buena trabajando aquí".

Fue contratado como formador en el programa de desarrollo de las ONG del MCIC. Poco después estaba siguiendo un "curso para formadores" en los Países Bajos. Pero cuando comenzaba a alegrarse de la nueva oportunidad de trabajo que se le ofrecía, estalló la crisis en Kosovo. En octubre, Fatmir comenzó a trabajar en el programa del MCIC en Kosovo, y demostró tener la competencia necesaria para establecer el enlace entre la organización y las ONG locales. "Era un desafío para mí. Conocía la gente y la cultura, y pensé que eso facilitaría mi trabajo". Sin embargo, las cosas habían cambiado para quienes en un primer momento habían sido desplazados y luego habían regresado a sus hogares en Kosovo. Una nueva actitud, mucho más dura e intolerante, se manifestaba. "Antes era habitual oír hablar macedonio o serbio, pero ya no es el caso".

La situación política en Macedonia este año ha traído un nuevo desafío al MCIC. Para Fatmir era a veces muy doloroso presenciar discusiones entre sus colegas sobre los disturbios interétnicos, y, a veces, se intercambiaban palabras muy duras entre personas que normalmente tenían excelentes relaciones de trabajo. Él pensaba de manera diferente sobre lo que estaba ocurriendo, pero en un comienzo no se atrevía a decirlo en público por temor a la reacción de sus colegas. El director, Saso Klekovski, pensaba que él y el personal tenían que ayudar a mantener la paz dentro de la organización. "La paz se basa en las relaciones entre las personas, no depende de las élites políticas. Yo quería que se aceptara la idea de que era posible hablar claramente, incluso cuando uno estaba enojado. Los otros deben saber lo que sentimos, aunque expresemos opiniones contrarias. Ese es el significado de la tolerancia. El silencio aumenta la distancia entre nosotros". Así pues, decidieron realizar reuniones regulares de información en las que el personal podía discutir con toda franqueza los problemas políticos que se estaban viviendo. Esto ha permitido preservar el sentido de pertenencia a la institución y de confianza mutua entre los miembros del personal durante esos tiempos tan difíciles.

Los colegas tuvieron que ayudarse unos a otros de forma concreta . Algunos empleados macedonios no querían viajar a regiones con mayoría albanesa por razones de seguridad. Por su parte, Fatmir no se atrevió a ir a Bitola, donde una multitud enardecida había atentado, a finales de abril, contra negocios y propiedades albanesas, y luego los habían incendiado. Sin embargo, había ido a Probistip, ciudad macedonia en el Este del país, acompañado de un colega macedonio, para una visita de seguimiento a una ONG local. Confía en las relaciones que ha entablado con las personas y las organizaciones con las que trabaja cualquiera que sea su identidad étnica. Sin embargo, en la situación actual, hay que ser más cauteloso que antes. "Nunca sabe a quién se puede encontrar en la calle", dice.

En estos tiempos turbulentos, en que las fuerzas destructivas dividen a las comunidades, todo signo de cooperación y comprensión debe valorarse como un signo de esperanza. "No es lo mismo que antes de la guerra", dice Cikle, "pero gracias a nuestra experiencia en Macedonia y a la diversidad étnica de quienes trabajamos en el MCIC, podemos dar un ejemplo de cooperación entre personas de orígenes diferentes". Al trabajar por el bien de la comunidad al servicio de la paz, Cikle y Fatmir están haciendo aquello de lo que hablan los mediadores internacionales y los políticos locales: están viviendo concretamente la cooperación interétnica en Macedonia.


Antony Mahony ha estado trabajando como consultor del programa del CMI creado en 2000, South-East Europe Ecumenical Partnership- SEEEP (Colaboración Ecuménica del Sudeste Europeo). El programa tiene como objetivo promover la cooperación entre las iglesias, las organizaciones conexas y otras organizaciones para hacer avanzar la paz, la justicia y el desarrollo económico en toda la región. La MCIC es una organización clave para los contactos del CMI en la República de Macedonia. Su trabajo incluye a todas las comunidades religiosas y étnicas del país. Los términos "Macedonia" y" macedonio o macedonia" se refieren al Estado y a las personas de la ex República Yugoslava de Macedonia y no reflejan una posición oficial del CMI.

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