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5 de junio de 2001

La población de Sri Lanka quiere paz
Bernt Jonsson


El Consejo Mundial de Iglesias (CMI) conjuntamente con la Conferencia Cristiana de Asia (CCA) participa desde hace tiempo en los esfuerzos de promoción de la paz y la reconciliación en Sri Lanka. Desde mediados de 1983, cuando se agravó el conflicto, las dos instituciones ecuménicas han organizado consultas y visitas para analizar la situación y han hecho llamamientos a las iglesias miembros para que hagan presión sobre los respectivos gobiernos y aboguen por que se ponga fin al conflicto. Miembros del personal han visitado, con regularidad, este país para seguir de cerca la situación y mantener informada a la comunidad ecuménica.

Las dos organizaciones han instado a las partes a buscar una solución negociada. Y han señalado a la atención de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas las violaciones perpetradas por las fuerzas de seguridad de Sri Lanka y los Tigres de Liberación del Eelam Tamil (LTTE). En respuesta a los llamamientos del CMI, las iglesias miembros y sus organismos de cooperación han aportado ayuda humanitaria de urgencia a las personas desplazadas y a los refugiados de Sri Lanka en el Tamil Nadu (India).

Más recientemente, el CMI ha ayudado a organizar visitas de intercambio entre representantes del Consejo Nacional Cristiano de Sri Lanka y el Consejo Cristiano de Noruega para movilizar apoyo en este país y en el extranjero en favor de una iniciativa noruega por la paz en Sri Lanka.

El CNI de Sri Lanka y las iglesias del país han hecho todo lo posible por entablar relaciones con el clero budista a fin de fomentar la paz y la reconciliación. Los representantes de dicho Consejo han estado en contacto con funcionarios del gobierno y, en varias ocasiones, han visitado Jaffna para reunirse con representantes de los LTTE en un intento por encontrar una solución amistosa al conflicto étnico.

Bernt Jonsson, jefe de redacción de la revista ecuménica sueca Sändaren, acompañó al secretario general del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), Dr. Konrad Raiser, en su reciente visita a Sri Lanka y escribió la siguiente crónica sobre el conflicto civil que desgarra el país desde hace 18 años.

"Es necesario encontrar una solución política y ambas partes tienen que ceder. Oramos por la paz y esperamos que llegue a ser realidad. Y no cabe duda que el ejército sería el primero en aceptar". El coronel Samaraweera Mahesh está hablando de la guerra civil en Sri Lanka. Destacado en el campamento militar de Vavuniya, que limita con la parte más meridional de la zona controlada por los Tigres de Liberación del Eelam Tamil (LTTE), reconoce que la carretera y la vía férrea que unen el campamento con la lejana costa son muy vulnerables tras los sorprendentes triunfos que logró la guerrilla en 1999. Aunque el terreno está plagado de minas -una seria amenaza para los civiles si desean cruzar la frontera por su cuenta- los Tigres están solo a un kilómetro de distancia y podrían cortar el paso tanto por la carretera como por la vía férrea.

"A pesar del alto el fuego de los LTTE, la semana pasada perdí a uno de mis hombres. Sin embargo, en general, cumplen con su promesa y nosotros también permanecemos tranquilos. Pero, en este momento, se están entrenando para nuevos combates y nosotros también", dice el coronel, que espera que los esfuerzos que despliegan actualmente los noruegos para que se inicien negociaciones de paz den buenos resultados. Sin embargo, las negociaciones anteriores entre el gobierno y la guerrilla hasta ahora han fracasado.

Las afirmaciones del coronel Mahesh son desmentidas por otros que hablan de bombardeos de zonas controladas por los Tigres, a pesar del alto el fuego unilateral que ha durado más de tres meses. Y aún no se percibe el mencionado mejoramiento de las condiciones de vida de la población civil de ambos lados: por ahora, son más bien palabras que realidad. Aunque con poca intensidad, prosigue el conflicto armado.

Brutalidad y desconfianza
Tras más de cuatro siglos de gobierno colonial primeramente portugués, después holandés y, por último, británico, Ceilán obtuvo su independencia en 1948 como consecuencia de la liberación de la India, sin pasar por el trauma de una guerra. Los británicos estaban hartos de su papel de colonizadores. La élite política local estaba satisfecha, el índice de alfabetización era elevado, el electorado era considerado muy culto y el PIB per cápita era uno de los más altos de Asia.

Hoy, tras 18 años de conflicto armado entre la mayoría cingalesa y la minoría tamil, la situación de Sri Lanka es muy diferente. La historia contemporánea del país se ha caracterizado por la brutalidad y una profunda desconfianza entre los diferentes grupos étnicos. Unas 80.000 personas han sido asesinadas (entre ellas dos presidentes y algunos políticos importantes), varios cientos de miles fueron heridas, aproximadamente un millón han sido desplazadas dentro del país y varios cientos de miles se han refugiado en el extranjero. Los cingaleses, que representan el 70% de la población de casi 20 millones de habitantes, son principalmente budistas mientras que los tamiles, que constituyen el 15%, son en su mayor parte hindúes. Los musulmanes (7 a 8%) son considerados como el tercer grupo étnico con una identidad propia y los cristianos (7 a 8% también) se encuentran tanto entre los cingaleses como entre los tamiles.

A pesar de la transición pacífica a la independencia, ya en 1948 se privó a casi un millón de tamiles de Ceilán de su nacionalidad y de sus derechos cívicos. Los británicos los habían llevado al país de la India en el siglo XIX para trabajar en las plantaciones de té, café y caucho. En 1956, ante las presiones de la sangha budista, se promulgó una ley por la que se declaró el cingalés (sinhala) como idioma oficial de la isla y el budismo como su religión oficial. Esta ley con el tiempo desencadenó la espiral de violencia y los esfuerzos posteriores para reparar el daño fracasaron debido a las luchas de poder internas que dividen a los cingaleses. En 1972, el país cambió su denominación oficial por Sri Lanka.

Hoy, en Sri Lanka se dedica el 20% de su presupuesto a gastos militares, los índices medios de ingresos están entre los más bajos de Asia y la población está cansada de una guerra sin fin. Aparte de unos pocos que están sacando provecho del conflicto, todos desean la paz. . . pero con frecuencia cada cual fija las condiciones.

Las negociaciones de paz
"Al tratar de persuadir a los otros países de que los LTTE es una organización terrorista, el gobierno está tratando de lograr una mejor posición para negociar", afirma una personalidad civil de Vavuniya que desea permanecer en el anonimato por razones de seguridad.

Eric Solheim, diplomático noruego, piensa que los Tigres Tamiles son fuertes. "En 1999, bloquearon a 40.000 soldados en Jaffna, pero Israel y Pakistán suministraron nuevas armas al ejército y los Tigres tuvieron que detener su ofensiva. Ahora han vuelto a tomar muchas aldeas y, en noviembre de 2000, se apoderaron del estratégico Paso del Elefante, situado en la península de Jaffna. Ninguna de las dos partes puede ganar por las armas, de ahí que la comunidad internacional esté tratando de llevarlas a la mesa de negociaciones."

Solheim ha estado yendo y viniendo entre los dos bandos para encaminar las negociaciones de paz. Los extremistas budistas han hecho manifestaciones frente a la embajada de Noruega en Colombo, pero, al mismo tiempo, el proceso suscita enormes esperanzas, y algo de escepticismo. Una comisión de paz y buena voluntad creada en Jaffna y compuesta de cristianos, hindúes y personalidades civiles opina que las cosas van demasiado despacio.

A falta de una estructura política, la comisión transmite las necesidades de la población a los militares. Las ruinas en el centro de la ciudad no son el único problema. Otro lo constituyen los campos infestados de minas, especialmente tentadores y peligrosos para los niños. Sin embargo, los habitantes no se desaniman y están decididos a continuar con sus ocupaciones diarias.

Solheim ayudó a convencer a los Tigres de que declararan el alto el fuego unilateral como una medida destinada a crear confianza y a preparar el camino para las negociaciones. Ha sido prorrogado tres veces por un mes. Las organizaciones de defensa de los derechos humanos de Colombo acusan al gobierno de demorar el levantamiento de las sanciones que perjudican a la población de las zonas en poder de los LTTE; y son, a su vez, acusadas de apoyar la guerrilla. Las restricciones rigen para las actividades económicas como la pesca en el mar y para la distribución de medicamentos y alimentos.

La población desplazada dentro del país
Son tantas las personas desplazadas que viven en los campamentos de refugiados instalados por el gobierno en Vavuniya que la zona cuenta ahora con 80.000 habitantes mientras que normalmente su densidad es de 15.000 habitantes. Bastiyapillar Kamalambihi vive en uno de esos campamentos y nos cuenta su historia.

Estamos en una especie de enorme galpón con dos puertas pequeñas y sin ventanas. El galpón está casi totalmente a oscuras y sólo se enciende la luz un par de horas al comienzo de la tarde. A cada lado de un pasillo central de dos metros, unas 30 familias ocupan cada una un espacio de 3 x 3 m separado uno de otro por "tabiques" de tela gruesa y el techo de chapa ondulada está a unos 10 a 15 m de altura. Además del galpón hay otros refugios familiares, más precarios aún.

La historia de Bastiyapillar es típica. Después de siete años de guerra, ella con su marido y sus dos hijos tuvieron que abandonar su aldea natal y su granja y trasladarse a Jaffna. Cuatro años más tarde tuvieron que irse de Jaffna, se desplazaron al cabo de dos años y, finalmente, hace cuatro años, llegaron a Vavuniya.

"Queremos volver a nuestra aldea natal aunque tengamos que empezar de cero. Pero no nos atrevemos a regresar mientras no haya paz. Si lo hacemos, nuestro hijo de 18 años será reclutado como soldado en la guerrilla de los LTTE o en el ejército del gobierno. No queremos combatir, no queremos que él tome las armas."

El marido de Bastiyapillar trabaja de molinero a fin de aumentar las escasas raciones de alimentos que los desplazados reciben del gobierno. Conseguir un empleo, aunque solo sea por una temporada, es un privilegio. "El arroz que recibimos del gobierno es malo y han reducido la ración de 12 a 9 kilos", se queja el grupo de mujeres. "Y por favor escriba también que no tenemos suficiente agua. ¡Nunca nos podemos bañar!" Esto constituye un riesgo para la salud en ese clima caluroso y húmedo y cunden las enfermedades.

En otro campamento, oímos hablar de jóvenes viudas de guerra que se prostituyen para poder dar de comer a sus hijos y de mujeres soldados que en el ejército y en la guerrilla son víctimas de violaciones y otros vejámenes sexuales.

Ghassem Fardanesh, el representante del ACNUR en Vavuniya, nos muestra un campo de reasentamiento bien concebido con espacios privados y comunes, agua, letrinas, una escuela y parcelas para cultivar pequeños huertos. "Nosotros nos encargamos de la planificación elemental y proporcionamos algunos recursos básicos. Después las personas desplazadas se ocupan del resto", dice con orgullo.

Ahora hay 200 familias en ese campamento, casi una aldea. Vemos mujeres y niños en los dos pozos. No se ven hombres; algunos quizás encontraron trabajo en Vavuniya. En el frente de las casas hay flores y en el fondo pequeños huertos. Reina una atmósfera de paz en esta aldea temporal a solo un kilómetro de la zona controlada por la guerrilla, pero que parece tan alejada del hacinamiento y la miseria de los otros campamentos de refugiados.

La paz es indispensable
Sri Lanka es hoy una nación profundamente dividida cuya población ansía paz. Las divisiones internas existen en casi todos los grupos, así como entre ellos: entre los militantes nacionalistas budistas y los budistas comprometidos con la noviolencia; entre los Tigres y la población musulmana víctima de su violencia; entre los diferentes grupos políticos tamiles; entre los militantes budistas cingaleses y los cristianos cingaleses, que los primeros consideran traidores; y entre el presidente Chandrika Kumaratunga -que fue elegido por su programa de paz y cuyo padre fue asesinado cuando era a su vez presidente- y su primer ministro, que ha adoptado una posición más militante. Hay tensiones étnicas también dentro de las iglesias y entre ellas, y el Consejo Cristiano de Sri Lanka ha sido acusado varias veces de tomar partido por los tamiles.

A pesar de todo esto, está naciendo ahora poco a poco una esperanza de cambio, una conciencia creciente de que se necesita una solución pacífica, dice el obispo católico de Kandy, Dr. V. Fernando. "Los sufrimientos de la población del Norte y los efectos devastadores de la guerra en la economía del Sur hacen que la gente comprenda que la paz es una necesidad imperiosa. Hay todavía focos de resistencia entre los cingaleses budistas, que quieren preservar a cualquier precio la pureza del budismo. Pero la mayoría de la población espera un progreso. Sin embargo, el fin de la guerra no basta. Todos los ciudadanos deben gozar de los mismos derechos fundamentales. Y hay que modificar la constitución a fin de descentralizar todo lo que sea posible el poder de Colombo. En principio, el presidente va por buen camino", concluye.


Decenio para Superar la Violencia (2001-2010)
En la Octava Asamblea del CMI, celebrada en Harare (Zimbabwe), los delegados que representaban a más de 300 iglesias miembros del CMI proclamaron el Decenio para Superar la Violencia (DSV). La Asamblea declaró que en relación con las cuestiones de no-violencia y reconciliación el CMI "debe elaborar una estrategia de colaboración con las iglesias .....con miras a crear una cultura de la no-violencia". El Decenio, que se inició en todo el mundo en febrero de 2001, se basa en las iniciativas que ya existen en el mundo y ofrece un foro para intercambiar experiencias y establecer relaciones a fin de aprender unos de otros.


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