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mundial de iglesias

Informe del Moderador
Document No. PL 3.1

1. Al reunirnos hoy en esta Octava Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias, no puedo por menos de recordar aquella Segunda Asamblea que tuvo lugar en Evanston en 1954. Celebrada en unas circunstancias de miedo y desesperación, así como de enfrentamiento entre el Este y el Oeste, aquella Asamblea hizo un apremiante llamamiento a las iglesias y al mundo para que, dejando los caminos humanos por el de Dios, se regocijaran en la esperanza. 1

Cuarenta y cuatro años más tarde, estas palabras siguen siendo más que oportunas en este crítico momento de la historia en que nos reunimos de nuevo bajo unas nubes aún más oscuras de incertidumbre y desesperanza, en un mundo amenazado tanto ecológica como espiritual y moralmente, para invitar a las iglesias y al mundo a "buscar a Dios con la alegría de la esperanza".


His Holiness Catholicos ARAM I

2. Cambios sin precedentes y de enorme alcance han marcado, por otra parte, la historia de la humanidad desde que nos reunimos en Canberra en 1991. Hemos sido, en efecto, testigos del colapso de las ideologías, al mismo tiempo que muchas barreras han sido destruidas y que el apartheid, prácticamente ha desaparecido. Sin embargo, el fin de la Guerra Fría no nos ha introducido en una era nueva de justicia, de paz y de reconciliación. El mundo sigue estando quebrantado, dividido, amenazado... Estos cambios, rápidos y radicales, así como la aparición de nuevas y complejas realidades, han tenido repercusiones directas en la vida y el testimonio de las iglesias, en el Movimiento Ecuménico y en la labor del CMI.

3. De hecho, el período que va desde Canberra hasta Harare ha estado marcado, para el Consejo, por toda una serie de importantes realizaciones programáticas, por un considerable aumento del número de sus miembros, por una grave inestabilidad financiera y por los múltiples y diversos desafíos que no dejan de plantearle las iglesias y la sociedad. A pesar de enormes e imprevisibles dificultades, el Consejo ha llevado a cabo su trabajo con un profundo sentido de la responsabilidad, ateniéndose en todo momento al mandato que había recibido de la Asamblea de Canberra. Pero antes de examinar la labor concreta del Consejo, invito a todos a que recordemos, en un momento de oración en silencio, la "gran nube de testigos", que, provenientes de distintas iglesias y regiones, aportaron su importante contribución a la promoción de los valores y los objetivos del ecumenismo. Estos testigos nos acompañarán siempre a lo largo de nuestro común peregrinar ecuménico. La labor del Consejo es un todo indivisible al que cada persona o cada organismo aporta su participación activa y hace una contribución específica. Y aquí me gustaría, en nombre de los vicemoderadores y en el mío propio, manifestar mi sincero agradecimiento y mi más profunda admiración al ex Secretario General, Dr. Emilio Castro, al actual Secretario General, Dr. Konrad Raiser, a todos los miembros de los Comités Central y Ejecutivo salientes, así como a las comisiones, los comités, los grupos de trabajo y el personal del Consejo que tanto han contribuido a la ejecución de los programas y de las políticas establecidas por la Asamblea de Canberra.

4. El Comité Central ha sido el eje en torno al cual se han organizado y desarrollado la vida y las actividades programáticas del Consejo. Desde Canberra, se ha reunido cinco veces. Y la asistencia a esas reuniones, cada una de las cuales tuvo sus características peculiares, ha sido excelente, y la participación en ellos concienzuda. El CMI es un consejo de iglesias. Y las iglesias miembros son las que, por intermedio de sus delegados, nos han elegido para aplicar sus decisiones. El papel del Consejo es estar al servicio de las iglesias. Por eso, la Asamblea es el foro adecuado para dar cuenta de nuestro trabajo y para analizar la gestión general del Consejo. De hecho, el largo y sinuoso camino que desde Canberra nos ha conducido hasta Harare no puede condensarse en un breve informe del Moderador. El informe "De Canberra a Harare" y la Guía de trabajo de la Asamblea ofrecen una visión más completa y más detallada, y constituyen una valiosa ayuda para hacerse una idea de la vida y las actividades del Consejo durante los últimos siete años. Por otra parte, en una intensa serie de reuniones de información y debate, así como a través del padare, tendrán ustedes estos días amplia oportunidad de evaluar la labor del Consejo en todas sus dimensiones, aspectos y manifestaciones.

5. Mi informe se compondrá de dos partes. En la parte I evaluaré críticamente la labor programática del Consejo, destacando algunos sectores clave de su actuación, indicando las tendencias que en ella se aprecian y poniendo de relieve sus repercusiones en las iglesias miembros. En la parte II examinaré la importancia del 50 aniversario de la formación del CMI y del quincuagésimo aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos, y trataré de señalar algunos de los desafíos y perspectivas que, a partir de esos dos jubileos, se plantean para la vida de nuestras iglesias y para el futuro del Movimiento Ecuménico. Y, para terminar, compartiré con ustedes algunas ideas personales sobre la forma en que el tema de esta Asamblea puede servirnos para iluminar nuestra peregrinación ecuménica.

I

6. El proceso conocido ahora con la denominación de Hacia un Entendimiento y una Visión Comunes del CMI (EVC), se inició en 1989, se convirtió rápidamente en la principal iniciativa del período que estamos considerando, y condujo al Consejo a dos amplios procesos de reestructuración interna y de establecimiento de prioridades programáticas. La primera reestructuración tuvo lugar en 1991, poco después de Canberra, y dividió la labor programática del CMI en cuatro unidades de trabajo, a saber: Unidad y Renovación; Las Iglesias en Misión: Salud, Educación y Testimonio; Justicia, Paz y Creación; y Compartir y Servir. Por razones históricas y metodológicas, cada una de esas unidades se dividió en lo que, según los casos, se denominaron equipos, sectores de trabajo o secretarías. Al mismo tiempo, se instó a las unidades a que, sin perjuicio del carácter específico de cada una, trabajasen con un espíritu de colaboración e integración. Casi seis años de intensa experimentación y de experiencia concreta pusieron de relieve las deficiencias de esa estructura en relación con los grandes cambios que se habían producido en la vida de las iglesias. Esa realidad, combinada con una importante reducción de los ingresos del Consejo, condujo a éste a una segunda reestructuración, siempre dentro del proceso EVC. En su última reunión, celebrada en 1997, el Comité Central decidió someter a la aprobación de la Asamblea los cambios de estructura que entonces se le propusieron y las correspondientes enmiendas constitucionales. Es importante tener en cuenta que estos intentos de reestructuración interna vinieron motivados por una cuestión de carácter básico: la de cómo podía el CMI, como instrumento del Movimiento Ecuménico, servir mejor a las iglesias en su continua búsqueda de la unidad visible y en el testimonio común que habían de dar en un mundo rápidamente cambiante. Esta misma preocupación es la que también ha determinado, sustentado y orientado la labor programática del Consejo.

Hacia una koinonía más plena y más visible

7. La búsqueda de una unidad más plena y más visible sigue siendo una de las preocupaciones centrales del Movimiento Ecuménico y uno de los principales objetivos del CMI. En Canberra, la Asamblea adoptó una declaración en la que se definía la unidad de la Iglesia como koinonía que es don y vocación de Dios, y se consideraba a la Iglesia como el anticipo de esa koinonía con Dios y con el prójimo. La Quinta Conferencia Mundial de Fe y Constitución (Santiago de Compostela, 1993) analizó el significado y las consecuencias de la koinonía para la vida y la labor de la iglesia, centrando su atención en la "koinonía en la fe, la vida y el testimonio". La conferencia, en la que participaron personas de todos los continentes y de todas las tradiciones eclesiásticas, y que había sido preparada en una serie de consultas regionales sobre el tema, examinó asimismo posibles medidas encaminadas a hacer visible esa koinonía en la vida de la iglesia y precisó las consecuencias teológicas y prácticas de una vida en comunión.

8. En relación con la búsqueda de una koinonía más plena y más visible, Fe y Constitución preparó un documento de convergencia sobre la naturaleza y los objetivos de la Iglesia (The Nature and Purpose of the Church). Esta cuestión es fundamental, por cuanto nuestras diferencias en esta esfera obstaculizan los progresos hacia una koinonía más visible. En ese documento se examina más a fondo la noción de koinonía, que significa "tener que ver con", "participar", "actuar conjuntamente" y "mantener una relación contractual que implica obligaciones de mutua responsabilidad".2 En el futuro, Fe y Constitución debería estudiar cómo hacer participar a las iglesias en una labor que insistiera más en expresiones tanto contextuales como confesionales de lo que significa ser iglesia. Por otra parte, todos tenemos la responsabilidad de fortalecernos mutuamente al procurar ser fieles al Evangelio en diversas situaciones. La noción, desarrollada en el documento EVC, del CMI como comunidad de iglesias constituye una invitación a las iglesias miembros a que manifiesten esa solidaridad y corresponsabilidad.

9. ¿Pero cómo entienden las iglesias el Evangelio, y cómo lo comunican? Los diferentes puntos de vista, que a veces han distanciado a una tradición de otra, tienen en parte su origen en una forma distinta de leer el Evangelio y la historia de la iglesia. En el empeño por llegar a una koinonía más plena y más visible, ha sido importante buscar una convergencia en los métodos de interpretación, incluidos los métodos contextuales de comprensión y expresión de la fe cristiana. La búsqueda de una koinonía más plena exige también una apreciación de la estructura, el significado y los símbolos del culto. De hecho, durante este período, Fe y Constitución ha reflexionado, con los especialistas en liturgia, sobre los modelos básicos del culto (tanto eucarístico como no eucarístico), que son actualmente comunes a un número cada vez mayor de iglesias, sobre las cuestiones que plantea la inculturación del culto en los contextos locales y sobre las consecuencias éticas del culto, especialmente en relación con el bautismo. Esta labor ayudará sin duda a las distintas tradiciones cristianas a reconocer recíprocamente sus formas de culto como expresión auténtica y fiel de oración y de alabanza al Dios Trino.

10. Como afirmó la Quinta Conferencia Mundial de Fe y Constitución, no puede haber ningún proyecto auténtico de unidad de la iglesia que no tome en serio el compromiso de la iglesia con las luchas del mundo. Fe y Constitución, conjuntamente con la Unidad III, ha estudiado, en el proceso de estudio sobre, Eclesiología y Etica, las consecuencias de la koinonía para el compromiso en cuestiones de ética social. Personalmente, creo que ese compromiso es intrínseco a la vida de la iglesia. Aplicar nuestra fe a cuestiones esenciales que se plantean a la humanidad y al mundo de hoy no es una cuestión más de la que, porque así les parezca bien, puedan ocuparse las iglesias, sino una cuestión de fidelidad al Evangelio. Y cuando Cristo nos llama a ser uno, está también invitándonos a un compromiso común con las cuestiones éticas, sociales y económicas de hoy. Ese compromiso común no es siempre claro ni cómodo, ya que puede herir susceptibilidades y crear tensiones, así como poner a prueba nuestra resolución de "permanecer juntos". Así pues, una unidad costosa exige un compromiso costoso.3 Eso exige de las iglesias una confianza y una responsabilidad recíprocas. La koinonía tiene que estar sostenida y reforzada por una espiritualidad ecuménica que afirme el carácter central de la oración con y por los demás, que abarque a todos a pesar de nuestras diferencias. Esta espiritualidad ecuménica, que el Consejo ha empezado a estudiar, tiene que desarrollarse aún más.

Ecumenismo y proselitismo no pueden coexistir

11. A través de los años, el Consejo ha señalado repetidas veces la relación intrínseca que existe entre la misión y la unidad, el testimonio y el ecumenismo. Para el Movimiento Ecuménico y el CMI constituye un problema de enorme gravedad, el hecho de que el proselitismo siga siendo una penosa realidad en la vida de las iglesias. Ecumenismo y proselitismo no pueden coexistir. El proselitismo no es sólo un contratestimonio, es la negación de unas convicciones teológicas y misiológicas fundamentales.

12. Todos sabemos que la situación producida en Europa oriental y en los países que antes formaban parte de la URSS a raíz del colapso del comunismo se ha convertido en un problema particularmente urgente para el Movimiento Ecuménico. En todas las grandes reuniones ecuménicas celebradas desde 1989 se nos ha recordado que la nueva libertad de las iglesias para expresarse y desarrollar abiertamente su testimonio no sólo ha ofrecido oportunidades imprevistas a las iglesias locales, sino también a un gran número de sectas y grupos misioneros extranjeros que llevan a cabo actividades misioneras competitivas entre personas que ya pertenecen a alguna de las iglesias de aquellos países. El resurgimiento de la tensión entre las iglesias ortodoxas y la Iglesia Católica Romana en torno a la cuestión de las iglesias católicas de rito oriental es otro tema controvertido. Así pues, la cuestión de cómo conciliar nuestra historia y superar la desconfianza y el desconocimiento mutuos se ha convertido también en una preocupación ecuménica fundamental de nuestros días. Por otra parte, si bien es cierto que la situación de Europa oriental es muy particular, no es en modo alguno única. En los últimos años hemos sido también testigos del incremento, en la esfera de la misión, de una competencia y una evangelización agresivas, y casi de libre mercado, en otros muchos lugares del mundo. Podemos estar agradecidos por la regeneración de la misión en muchos contextos locales, pero no podemos cerrar los ojos a los daños que causan a la unidad de la iglesia de Cristo diferentes manifestaciones de proselitismo.

13. Frente a toda una miríada de nuevas y complejas situaciones y quejas, el Consejo organizó visitas de equipos de determinación de hechos a Europa oriental y celebró una importante consulta sobre el uniatismo en Ginebra. En 1991, el Comité Central recomendó a su vez que se estudiara más a fondo la cuestión del proselitismo y del testimonio común. La Unidad II inició entonces un amplio proceso de estudio y consultas que incorporó la labor del Grupo Mixto de Trabajo (GMT) y en el que participaron iglesias, organizaciones misioneras, representantes de las iglesias evangélicas, pentecostales y carismáticas, teólogos, misiólogos y congregaciones locales. Esta actividad recibió nuevos impulsos con la Conferencia Mundial de Misión y Evangelización (Salvador, Brasil, 1996) y con el proceso de EVC. Y todo ello condujo a la formulación de una declaración titulada "Hacia un testimonio común: llamamiento a adoptar relaciones responsables en la misión y a renunciar al proselitismo". Este documento, aprobado por el Comité Central en 1997, aunque reconociendo el papel facilitador del CMI, pone en manos de las iglesias la responsabilidad principal de la aplicación.

14. El análisis de estas cuestiones que afectan a nuestra vida común tiene que recordarnos que una de las principales tareas inacabadas del Movimiento Ecuménico es, de hecho, la formación ecuménica a todos los niveles. El programa de Formación Teológica Ecuménica (FTE) del Consejo ha hecho una importante labor a este respecto. Y no sólo deberían las iglesias miembros reconocer como nuevas prioridades la formación y el aprendizaje ecuménicos, lo mismo que el amor y el respeto de las demás iglesias, sino que también es vitalmente importante que divulguen, debatan, hagan suyas y sostengan las declaraciones que acerca de la urgencia del testimonio común han sido adoptadas por el CMI. Quizás haya llegado el momento de alentar a las iglesias a que procedan a una evaluación de su grado de conocimiento y de compromiso respecto de los principios y las orientaciones a los que se adhieren en el marco de la comunidad ecuménica.

Pluralismo: un nuevo contexto para la educación cristiana

15. Otra cuestión apremiante que exige una respuesta ecuménica concertada es la realidad del pluralismo. En el mundo entero hay comunidades cristianas locales que se encuentran rodeadas de vecinos de otras religiones, tradiciones culturales, convicciones ideológicas, o carentes de toda fe. Para algunas iglesias, el pluralismo es un fenómeno relativamente nuevo, debido principalmente a las migraciones y a los movimientos de refugiados. Otras, para las que la coexistencia interreligiosa ha sido durante siglos una realidad, están experimentando nuevas tensiones a causa de cambios en el equilibrio de poder entre los grupos religiosos, por una parte, y al auge del fundamentalismo, por otra.

16. La realidad del pluralismo y los desafíos que éste plantea a la educación cristiana tienen que ser objeto de atención prioritaria por parte del Consejo y de las distintas iglesias. ¿Cómo pueden las iglesias, mediante procesos de aprendizaje y formación, expresar más plenamente la reconciliación y la inclusividad de Dios en el contexto de una sociedad pluralista? ¿Cómo ayudar a las congregaciones locales a superar temores y prejuicios que conducen a la exclusión de los forasteros? ¿Cómo ayudar a los cristianos a que se enteren de las tradiciones religiosas de sus vecinos con una actitud de respeto y de apertura? ¿De qué recursos se dispone para mejorar las relaciones interreligiosas?

En este contexto, la formación cristiana de los laicos sigue siendo una prioridad continua para las iglesias. De hecho, la iglesia es el pueblo de Dios, la comunidad de hombres y de mujeres. Las iglesias tienen que desarrollar metodologias de formación que permitan a las congregaciones locales llevar a cabo un proceso de enseñanza en su entorno contextual.

17. Durante este período, el Consejo, a través del sector de trabajo de la Unidad I "Comunidad sin exclusiones", y de los programas de El Evangelio y las Culturas, Educación y Misión Urbana y Rural (MUR) de la Unidad II, desempeñó un destacado papel en el fomento de la reflexión y el intercambio de ideas sobre algunas de estas cuestiones, así como en la promoción de una colaboración práctica entre personas de distintas religiones. Más concretamente, promovió también nuevos enfoques de la educación cristiana en un contexto pluralista, con arreglo a un programa con dos vertientes: una orientada a los "catequistas de la escuela dominical", los profesores de religión de los institutos de enseñanza, los educadores de adultos, los trabajadores parroquiales, los redactores de programas de estudios y los profesores de seminarios; y otra destinada a las mujeres que se especializan en distintos aspectos del trabajo de la mujer, a mujeres de las profesiones liberales y a amas de casa que viven en contextos interreligiosos. También se realizó un trabajo fructífero en un seminario mundial que tuvo lugar en Salatiga (Indonesia) con miras a preparar un curso de formación básica para aprender a vivir como cristianos en comunidad con personas de otras religiones. Y en Tashkent se celebró una reunión precursora en la que, por primera vez, participaron dirigentes religiosos cristianos y musulmanes, que estudiaron posibles medios de estudio mutuo de sus respectivas religiones y de organizar un proceso de educación y formación. Queda ahora por delante la importante tarea de crear oportunidades para que los cristianos sepan convivir mejor con otras personas, compartiendo con ellas las situaciones cotidianas y desarrollando nuevos modelos y métodos de educación interreligiosa.

La misión contextual

18. Las iglesias de todas partes están llamadas a dar testimonio del Evangelio en formas que sean auténticas, tanto en el sentido de ser fieles a lo que Dios ha hecho en Cristo como de estar enraizadas en la cultura local. En los últimos decenios, la exigencia de autenticidad y de oportunidad en la misión se ha recalcado aún con mayor urgencia en el debate ecuménico. La Asamblea de Vancouver pidió al CMI que ayudara a las iglesias miembros a llegar a un entendimiento sobre la relación entre evangelización y cultura, tanto en lo concerniente a la proclamación contextual del Evangelio en todas las culturas como al poder transformador del Evangelio en cualquier cultura. Y en Canberra, también se afirmó rotundamente que el Evangelio de Cristo tiene que encarnarse en cada cultura, y se habló de la necesidad de que las iglesias reconocieran cómo las propias culturas nutren y enriquecen el Evangelio.

19. En los últimos siete años, el Consejo ha hecho decididos esfuerzos por alentar la reflexión y la acción en torno a la misión contextual, entendida como auténtica inculturación y como proclamación contextual. También se han celebrado varias consultas regionales sobre el tema de la misión y la evangelización contextuales. Esas reuniones han sido importantes ocasiones de discernir contexto, y examinar los motivos, el contenido y los métodos de misión y evangelización en las distintas culturas. Por otra parte, la solidaridad con las luchas de las comunidades pobres y excluidas en favor de la justicia y de la plenitud de vida, e incluso la participación en esas luchas, hace mucho que se consideran un elemento central de la misión de las iglesias. Esa labor se ha desarrollado y mantenido a través del MUR.

20. El estudio sobre El Evangelio y las Culturas y las perspectivas que ofreció a la Conferencia Mundial sobre Misión y Evangelización ayudaron a las iglesias a dar un testimonio más auténtico en el marco de sus propias culturas. Ese estudio, llevado a cabo por iglesias, organizaciones ecuménicas, grupos especiales, instituciones teológicas y personas interesadas, en más de 60 países, arrojó nueva luz sobre las relaciones dinámicas y creativas que existen entre el Evangelio y las culturas y ofreció tanto valiosas críticas como importantes afirmaciones sobre la misión contextual de las iglesias. Allí donde no ha habido una interacción suficientemente profunda entre el Evangelio y la cultura local, las iglesias deben adoptar medidas para incorporar más profundamente el Evangelio. En situaciones en las que la voz del Evangelio se ha visto acallada por poderosas fuerzas, o se ha acomodado con demasiada facilidad a unos valores dominantes de individualismo y consumismo, así como en aquéllas en que el Evangelio ha quedado relegado a la esfera de la vida privada, se insta a las iglesias a que recuperen el desafío propio del mensaje cristiano. De hecho, el estudio sobre el Evangelio y las culturas nos ha ayudado no sólo a centrar nuestra atención en los símbolos y los valores de nuestras culturas en relación con el Evangelio, sino también a examinar las realidades estructurales de culturas que suprimen y niegan la presencia del Evangelio. Y con energía se nos ha recordado que las fuerzas del racismo, la marginación social, económica y política, y las repercusiones destructivas de la mundialización tienen que ser contrarrestadas con el resuelto testimonio de las iglesias de la buena nueva liberadora del amor reconciliador y sin exclusiones de Dios por todos los seres humanos y por toda la creación. Creo que la mundialización, la contextualización y el pluralismo, con todas sus consecuencias en la misión y la evangelización, tienen que seguir siendo objeto de serio estudio en los años venideros.

Hacia un ministerio de la salud integral

21. Las iglesias reconocen que están llamadas por Dios a ser, siguiendo el ejemplo de su Señor y por el poder del Espíritu Santo, comunidades de curación, y a participar en el ministerio de curación. En un mundo marcado por el quebrantamiento a causa de la guerra, la injusticia, la pobreza, la exclusión y la enfermedad, las iglesias están dotadas de la posibilidad de encontrar curación, perdón e integridad, y de ofrecer esos dones a la sociedad. Esta vocación se está haciendo cada vez más profunda en las circunstancias actuales, en las que los desplazamientos de personas por causa de la violencia o de la injusticia continúan a una escala sin precedentes, la degradación del medio ambiente destruye la calidad de la vida, y la combinación de la economía de mercado y el abandono de la salud como prioridad de interés público ponen en peligro la superviviencia y el bienestar de la comunidad humana. Mediante su programa CMC- Acción de las Iglesias por la Salud, el Consejo ha llevado a cabo el mandato específico de capacitar, fortalecer y dotar a las iglesias para que participen plenamente en ese ministerio de curación. Clave para el cumplimiento de ese mandato ha sido la convicción básica de que la espiritualidad, la teología y la ética, la justicia y la promoción de los derechos humanos y las perspectivas de las mujeres y los grupos vulnerables, la responsabilización y la creación de capacidad, son todos ellos elementos relacionados entre sí. Durante este período ha sido muy importante lo que se ha logrado mediante seminarios, como el realizado sobre el tema "Medicina y teología: ¿pueden ir juntas?", una serie de talleres sobre enfoques basados en la comunidad y sobre la salud y la curación en el contexto cultural, y reuniones especiales sobre cuestiones específicas como los derechos humanos o la vulnerable situación de la mujer.

22. El Consejo redobló sus esfuerzos por promover la colaboración entre las iglesias, encarar la cuestión del desarrollo de los recursos humanos, propiciar perspectivas eclesiales en los foros mundiales relativos a la salud, analizar los factores que hacen posible la sostenibilidad de los servicios de salud relacionados con las iglesias, y comunicar perspectivas sobre la naturaleza del ministerio de salud y curación de las iglesias. El estudio de amplia base sobre el VIH/SIDA realizado por el Consejo durante tres años abordó seriamente la enfermedad y la salud, la aflicción y la curación de manera holística. En respuesta al llamamiento de las iglesias pidiendo asistencia para hacer frente al dolor, el temor y la ignorancia asociados con el SIDA, un grupo consultivo especialmente convocado concibió un proceso al que concurrían la teología y la ética, la atención pastoral y la iglesia como comunidad de curación, así como la justicia y los derechos humanos, en formas específicas pero relacionadas entre sí. A partir del trabajo previamente realizado por las iglesias y de las relaciones ya establecidas en las regiones y con órganos de expertos, el proceso de estudio culminó con la producción de una publicación muy valiosa y oportuna para las iglesias: El SIDA: respuesta de las iglesias, y con una declaración sobre el SIDA; ese texto fue adoptado por el Comité Central en 1996. Esta labor sigue siendo pertinente, ya que las iglesias, los organismos y las redes discuten, traducen, adaptan y critican sus conclusiones. El trabajo del CMI sobre el ministerio de curación de la iglesia es muy amplio y supone múltiples interrelaciones. Las iglesias deben poner todos sus recursos al servicio de la aflicción humana, como signo de la plenitud de vida que Dios desea para todos. Aunque no será posible seguir realizando programas en este campo en el mismo estilo que anteriormente, el ministerio de curación de la iglesia, como dimensión esencial de la vocación misionera de las iglesias, deberá seguir siendo uno de los polos del trabajo del Consejo.

Un Decenio generador de dignidad y justicia

23. El Decenio Ecuménico de Solidaridad de las Iglesias con las Mujeres se inició en 1988. En estos diez años se pretendía dar a las iglesias un espacio y un tiempo para traducir en acciones concretas los compromisos que se habían asumido para con las mujeres desde el comienzo del movimiento ecuménico. El Decenio ha tenido un alcance suficiente para abarcar las preocupaciones y los problemas de cada iglesia en el ámbito de su propia vida y en su propio contexto. Se ha dirigido la atención a la iglesia local y nacional, para que cada iglesia, y desde luego cada congregación, sea verdaderamente una comunidad sin exclusiones. Es lamentable que las iglesias no hayan respondido tanto como se esperaba. Ha habido en este tiempo, empero, algunas importantes señales de acciones visibles de solidaridad de las iglesias. Hemos presenciado algunos cambios notables en los últimos diez años. Aunque todos los cambios ocurridos no pueden atribuirse solamente al Decenio, no hay duda de que el Decenio contribuyó realmente a impulsar a las iglesias a la acción. De hecho, el papel precursor de las iglesias en la exigencia de cambios, la participación creciente de las mujeres en todas las esferas y en todos los niveles de la vida eclesial y comunitaria

-incluida la responsabilidad decisoria- la reactivación de las asociaciones femeninas para tratar cuestiones relativas a la justicia social y económica, la creciente protesta por la violencia contra las mujeres y la aparición de iniciativas y acciones similares en muchas iglesias y sociedades, son ciertamente, todas ellas, expresiones concretas de la repercusión que el Decenio ha tenido en la vida y el testimonio de las iglesias.

24. Es importante observar que los equipos ecuménicos que visitaron a las iglesias miembros a mitad del Decenio comprobaron, entre otros, los hechos siguientes:

1) Las mujeres de todo el mundo han tomado el Decenio como una oportunidad para organizarse mejor relacionándose entre sí ecuménicamente dentro de los países y por encima de las fronteras. Hay muchos ejemplos de este sentido creciente de solidaridad mundial entre las mujeres.

2) Las visitas de equipo a mitad del Decenio dieron a las mujeres la oportunidad de sacar a la luz las cuestiones que más les preocupaban. Cuatro cuestiones recibieron especial atención en este proceso: a) la pervivencia de los obstáculos a la participación de la mujer en todos los aspectos de la vida de las iglesias; b) la crisis económica mundial y sus graves efectos en la vida de las mujeres; c) la violencia contra las mujeres y el convencimiento creciente de que este problema requiere una atención profunda y activa de las iglesias; d) el racismo y la xenofobia que desgarran a nuestras sociedades y sus efectos en la vida de las mujeres.

3) A menudo las cuestiones relativas a las mujeres han sido causa de división y han amenazado incluso desgarrar el movimiento ecuménico y separar a las iglesias. Demasiado a menudo, cuando las mujeres levantan sus voces se considera que son discutidoras o que piden una representación simbólica en los puestos de poder. Una lectura de la participación femenina en la iglesia revela en realidad que las mujeres reclaman una iglesia más abierta y una comunidad participativa y sin exclusiones.4

25. Las mujeres vieron en el Decenio un espacio en el que las iglesias podrían acoger favorablemente las contribuciones y los dones de la mujer. Ahora bien, ¿han atendido realmente las iglesias a esta aspiración? El CMI ha dedicado cuantiosos recursos humanos y financieros al proyecto del Decenio. ¿Cuál ha sido su valor para las iglesias y para el Movimiento Ecuménico? Pese a los logros del Decenio y del Movimiento Ecuménico, las mujeres no han sido todavía plenamente aceptadas e integradas en el trabajo y la vida de las iglesias. Lo que ha logrado el Decenio es sólo el comienzo de un largo proceso. Esta Asamblea examinará una declaración sobre el Decenio e invitará a las iglesias a que en definitiva asuman con conciencia y responsabilidad los asuntos dimanantes del Decenio.

Por un compromiso de integración de la juventud

26. La integración de la juventud y su problemática en la vida y la labor del Consejo ha sido una tendencia permanente en la historia del Movimiento Ecuménico. La Quinta Asamblea proclamó este objetivo declarando que "El trabajo con la juventud debe tener un carácter en cierto modo autónomo, estar localizado estructuralmente en una unidad de trabajo determinada, pero en relación con todas las unidades de manera que lleve plenamente la presencia de los jóvenes a la vida del Movimiento Ecuménico."5 Desde entonces, la Oficina de la Juventud del Consejo ha estado ubicada en una unidad, mientras que su mandato ha sido velar por que el trabajo con la juventud penetre en todos los aspectos de los programas del Consejo, con el objetivo de vencer la tentación de poner los asuntos de la juventud "en una isla aparte".

27. El programa de cursillistas ha tendido un puente entre el Equipo de Juventud y la unidad o programa que acogía al cursillista. Ha ayudado a las diversas unidades receptoras a descubrir los recursos de los jóvenes e integrarlos en su trabajo, así como a dar formación a los jóvenes y desarrollar sus aptitudes, lo que, a su vez, permite a éstos ser catalizadores del ecumenismo en sus localidades o sus países.

El estudio sobre El Evangelio y las Culturas dio lugar a una estrecha cooperación entre la Sección de Evangelio y Culturas y el Equipo de Juventud así como a su actuación conjunta a lo largo de dos años. Los jóvenes se integraron en este proceso participando en: a) un grupo internacional de planificación y dos talleres concebidos específicamente para jóvenes; b) el grupo de redacción de Evangelio y Culturas que hizo de nexo entre las propias actividades de los jóvenes y el proceso general de Evangelio y Culturas; c) la reunión juvenil que precedió a la Conferencia Mundial sobre Misión y Evangelización; esta reunión congregó a muchos de los jóvenes participantes en el proceso y potenció su contribución a la conferencia.

28. El pasado reciente ha mostrado que siempre que el Equipo de Juventud ha cooperado con otros equipos (Mujeres, PLR, ECOS, CIAI) la experiencia ha resultado positiva para todos los participantes y sus respectivos ámbitos de influencia. A este respecto, debe hacerse una referencia particular al trabajo de Fe y Constitución con los "teólogos jóvenes", relación que deberá alentarse en los próximos años. Atendiendo a la recomendación de Canberra, el Consejo se aplicó a integrar las perspectivas de la juventud en todo el trabajo del CMI. Una evaluación crítica del trabajo de las unidades revela que este mandato no se ejecutó plenamente, excepto en la Unidad III, sede administrativa de la Oficina de la Juventud. Esta anomalía deberá corregirse en el futuro para que la juventud pueda enriquecer más plenamente al Movimiento Ecuménico. Es preciso que el Consejo asuma seriamente esta responsabilidad para que haya una nueva generación de jóvenes con mentalidad y vocación ecuménicas en las iglesias. Tenemos que trabajar junto con los jóvenes para suscitar nuevas vocaciones. Sólo integrando a los jóvenes en la peregrinación ecuménica estableceremos una interacción creativa y significativa que tienda un puente entre las expectativas de la juventud y la nueva visión ecuménica naciente.

De la sociedad sostenible a la creación sostenible

29. La Asamblea de Canberra se caracterizó por una nueva percepción del sufrimiento de la creación de Dios. La Convocación Mundial sobre la Justicia, la Paz y la Integridad de la Creación (Seúl, 1990) había instado ya a las iglesias a renovar la relación con la creación de Dios. La "Cumbre de la Tierra" de Río de Janeiro suscitó esperanzas de que el crecimiento sostenible pudiese fomentar la cooperación internacional y dar a la humanidad un nuevo sentido de finalidad. El examen de la Cumbre de la Tierra realizado el año pasado por las Naciones Unidas, no obstante, reveló una falta de progreso en la solución de los problemas de pobreza, consumo y destrucción ecológica. El estado del medio ambiente en el mundo no ha mejorado desde 1992; antes bien, se ha caracterizado por mayores niveles de contaminación tóxica, emisiones de gases de efecto invernadero, y desechos sólidos. Se siguen utilizando recursos no renovables a niveles claramente insostenibles. Los adelantos de la biotecnología y de la ingeniería genética añaden otra dimensión a la preocupación por la creación de Dios. La apertura de nuevos mercados para las empresas transnacionales y las cuestiones biotecnológicas ocupan un lugar destacado en los programas de las negociaciones y los acuerdos comerciales internacionales; estas actividades a menudo menoscaban los derechos de los agricultores y de los pueblos indígenas. Es evidente que la relación de la mundialización y el comercio con el desarrollo humano y el medio ambiente es una cuestión muy importante, decisiva, que condiciona la sostenibilidad y la pretensión de promover comunidades justas y sostenibles.

30. El trabajo del Consejo tanto en el ámbito de la teología de la vida como en el del cambio climático ha dado mayor profundidad a nuestra comprensión del vínculo entre la sostenibilidad de la creación divina y la búsqueda de una sociedad justa y sostenible. Las iglesias y los cristianos desempeñan importantes funciones afianzando este vínculo, celebrando el don divino de la vida y redescubriendo nuestros ricos recursos de fe para ser administradores responsables. Las lecciones aprendidas entre Canberra y Harare se resumieron en la declaración de la delegación del CMI al quinto período de sesiones de la Comisión sobre el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, celebrado en 1997. "En nuestro trabajo, nos interrogamos sistemáticamente sobre el término desarrollo sostenible. ...Nuestro ideal de una economía justa y moral nos hace responsables de construir y afianzar economías en las que se atribuya prioridad a las personas y al medio ambiente. ...Hablamos cada vez más de "comunidad sostenible" porque ello implica el fomento de relaciones equitativas tanto dentro de la familia humana como también entre los seres humanos y el resto de la comunidad ecológica; en otras palabras, la justicia dentro de toda la creación de Dios".6 De hecho, la visión de la Tierra Ecuménica que el Consejo empezó a examinar mediante el Programa de Teología de la Vida puede ser una contribución esencial para el futuro de la vida sobre el planeta.

Superar la violencia por medio de la justicia y la paz

31. Pese al final de la Guerra Fría, la guerra misma no ha desaparecido. Las guerras tradicionales entre Estados, como fuente principal de inestabilidad mundial, han sido sustituídas, en gran manera, por guerras de larga duración y baja intensidad dentro de los propios Estados. Estos conflictos violentos se basan a menudo en enconadas divisiones étnicas y religiosas. La violencia se ha trasladado también del campo de batalla a nuestras calles, a nuestras comunidades, a nuestros hogares y a nuestras familias. La violencia no es nada nuevo para la humanidad. Lo que es nuevo en nuestro siglo es su naturaleza y su amplitud. Los pueblos sufren en todo el mundo por causa de la violencia estructural. La imagen de la violencia impregna todos los sectores de la vida, incluida la creación. El uso de la violencia se ha incrustado en la cultura mundial. El siglo XX está marcado por la difusión de esta "cultura de la violencia". Los pueblos se mantienen unidos, por encima de barreras políticas y sociales, más por el temor y por su experiencia común de la violencia que por sus esperanzas y aspiraciones comunes.

32. La respuesta de las iglesias al problema de la violencia ha estado presente en el CMI desde sus comienzos. Ello es evidente en la declaración de la Asamblea inaugural. "La guerra como método de resolver las disputas es incompatible con las enseñanzas y el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo. El papel que desempeña la guerra en nuestra vida internacional actual es un pecado contra Dios y una degradación del hombre".7 Siempre ha existido la esperanza de que al progresar las iglesias en el camino de la unidad la religión dejase de ser un factor alimentador de guerras. La construcción de esa fuerte unidad sigue siendo un imperativo crucial para el Movimiento Ecuménico. En 1994 el Comité Central estableció un Programa para Superar la Violencia (PSV). El propósito de este programa era cuestionar la cultura mundial de la violencia y transformarla en una cultura de paz. Fue un paso valiente en la historia del Movimiento Ecuménico.

33. El proceso conciliar de JPIC facilitó el marco en el que se creó el PSV. Seúl vio "la concretización del acto de convocación para el proceso de JPIC en un compromiso en favor de una cultura de la no violencia activa que es promotora de vida y no es una huida de las situaciones de violencia y opresión sino una forma de trabajar por la justicia y la liberación".8 El PSV se construyó sobre las siguientes convicciones, desarrolladas a lo largo de los últimos 50 años: a) la paz y la justicia están inseparablemente relacionadas; b) en condiciones de amenaza nuclear, la guerra no puede ya considerarse como un medio legítimo de política internacional ni de solución de conflictos; c) nuestra vocación es buscar todos los medios posibles para instaurar la justicia, lograr la paz y resolver los conflictos mediante la no violencia activa.

34. Como forma de precisar más la acción del PSV, el Comité Central puso en marcha en 1996 la campaña Paz a la Ciudad. La campaña desbrozó un nuevo terreno para el CMI. Permitió entablar activas relaciones de asociación con grupos (cristianos, interreligiosos, seculares) que no formaban parte del Movimiento Ecuménico, pero que realizaban actividades encaminadas a la construcción de la paz y a limitar o superar la violencia. Mientras muchas personas se encuentran todavía bajo el hechizo del fatalismo y la resignación, y otras recurren a medios violentos de resolver los conflictos y son incapaces de escapar de la cultura de la violencia, esta campaña ha sido un signo de esperanza, una esperanza no basada en palabras, sino arraigada en el ejemplo vivo de comunidades humanas. Frente a la presencia ubicua de la violencia en la vida de las sociedades humanas, y con los recursos limitados del Consejo, es indudable que el PSV debe seguir siendo una de las empresas más ambiciosas del CMI en el próximo período.

Compartir y actuar juntos

35. En los últimos 40 años, las reflexiones teólogicas sobre la diaconía han desempeñado un papel central vinculando las preocupaciones de fe y constitución y los de misión y evangelización. Los cambios radicales en la vida de las iglesias y de las sociedades y las nuevas realidades que despuntan han llevado al Consejo a adoptar un enfoque holístico e integrado de la diaconía. Se han redefinido la naturaleza y el objetivo de la diaconía y se han desarrollado nuevos modelos y métodos. El período pasado, se caracterizó por una evolución significativa de la teología y la praxis del Consejo respecto a la diaconía:

1) De la ayuda intereclesiástica al compartir la acción conjunta
Compartir recursos no es simplemente un nuevo nombre de la diaconía. Revela un cambio importante consistente en pasar del modelo de donante y receptor al de copartícipes. De hecho, la coparticipación ha permanecido en el corazón de las iniciativas y las actividades programáticas del Consejo, incluido todo el sector de la diaconía. La Unidad IV ha revisado y actualizado constante y cuidadosamente el Compartir de Recursos en sus aspectos institucionales y funcionales así como su marco contextual, y las redes ecuménicas han reafirmado energéticamente la importancia del sistema de Mesas Redondas. Sin duda hay algunos casos en que el sistema no ha funcionado bien, pero en conjunto la mesa redonda ha constituido un lugar de encuentro ecuménico en el que han sido posibles la reflexión y el análisis en común, las decisiones conjuntas y la mutua rendición de cuentas. Del mismo modo, grupos regionales se han reunido cada año para ofrecer a los copartícipes de las regiones una plataforma de reflexión común sobre las prioridades y estrategias de la diaconía ecuménica. Estos grupos han contribuido a iniciar el diálogo entre los copartícipes en torno a la problemática del compartir.

37. El Consejo ha procurado en este período analizar críticamente la calidad de la respuesta ecuménica en situaciones de emergencia. Ha ampliado el alcance de la respuesta de emergencia de manera que la ayuda a las víctimas se ha vinculado a una lucha estratégica por la justicia a más largo plazo. Este objetivo ha guiado la diaconía del Consejo en las situaciones más complejas. Rwanda y Yugoslavia son ejemplos concretos de una amplia respuesta ecuménica a emergencias complejas. Hemos aprendido de estas situaciones que un enfoque integrado y completo no puede significar que cada uno de los participantes lo hace todo. Significa que necesitamos una coordinación meticulosa para que todos los participantes puedan desempeñar su propio papel. Llegar a ese elevado nivel de coordinación era el propósito de la gran operación de gestión interna que llevó a crear un nuevo equipo de respuesta a las emergencias con sede en Ginebra, Acción Conjunta de las Iglesias (ACT), dependiente del CMI y del Servicio Luterano Mundial conjuntamente. ACT es una manifestación de madurez en la coparticipación. Muchas iglesias e interlocutores ecuménicos la consideran un buen modelo de actividad conjunta.

2) Hacia una diaconía multidimensional y policéntrica
38. Compartir y actuar juntos supone esforzarse de manera coherente y organizada por promover la creación de capacidad y la asunción de responsabilidades a nivel local. El ministerio de acompañamiento ha llegado a ser parte integrante de la diaconía del compartir y de la acción conjunta del Consejo. Mujeres, niños, deudores, desarraigados y marginados han sido los grupos destinatarios de este tipo de servicio diaconal. El Comité Central aprobó una nueva declaración de política sobre las personas desarraigadas en septiembre de 1995. En esa declaración se reconoce la difícil situación común en que se encuentran los refugiados, los migrantes y las personas desplazadas. Se insta a las iglesias a que se familiaricen con las circunstancias nuevas y complejas que empujan a las personas a esta situación, y a que recuerden los principios bíblicos que realzan valores tales como la hospitalidad, la no exclusión y la dignidad en el trato con los extranjeros que están entre nosotros. El Comité Central pidió también a las iglesias que consideraran el año 1997 como el año ecuménico de solidaridad de las iglesias con los desarraigados.

39. En 1996, el Comité Central decidió seguir apoyando la labor de promoción y la formación de redes en favor de los derechos de los niños con la participación directa de las organizaciones para la infancia del mundo entero. El CMI no se proponía aportar más suministros de ayuda a las víctimas infantiles, ya que hay en todo el mundo muchas organizaciones con este fin. El papel del Consejo era, una vez más, aprovechar la capacidad de las iglesias miembros para tejer redes de contactos con base local y conexión mundial.

Una de las causas profundas de la pobreza es la carga de la deuda. En 1997, la preocupación por esta cuestión llevó al Comité Central a instar a las iglesias miembros a que participaran más a fondo en campañas para la condonación de la deuda. La preocupación del Consejo por el problema de la deuda estaba motivado por el conocimiento de que son cada vez más las personas que engrosan las filas de marginados y los excluidos porque el pago de la deuda está dejando exhaustas las infraestructuras nacionales. Esta Asamblea examinará la cuestión de la deuda y hará una declaración sobre este importante asunto.

Relaciones con la Iglesia Católica Romana

40. El Consejo y la Iglesia Católica Romana (ICR) han proseguido la construcción de sus relaciones ecuménicas y su colaboración, y han reafirmado su compromiso con el Movimiento Ecuménico único. La encíclica papal Ut Unum Sint, que recalca el "compromiso irrevocable" de la Iglesia Católica Romana con el movimiento ecuménico "como parte orgánica de su vida y su trabajo", debe considerarse como un hito en la historia reciente del Movimiento Ecuménico. Estructurada en torno a la noción clave de "diálogo", la encíclica prevé y alienta la disposición a "continuar intensificando el diálogo", que sólo puede concebirse como un "diálogo de conciencias" y un "diálogo de conversión". Particularmente significativa para el CMI y el Movimiento Ecuménico, la encíclica señalaba la importacia de Fe y Constitución, reconocía que "el ministerio de unidad del obispo de Roma... constituye una dificultad para la mayoría de los cristianos", e invitaba a "los responsables eclesiales y a sus teólogos" a "un paciente diálogo" sobre "el ejercicio de este ministerio necesario". Junto con la encíclica, otros dos documentos autorizados han sentado las bases teológicas y la orientación pastoral del compromiso ecuménico de la ICR y sus relaciones con otras iglesias y organizaciones ecuménicas. Esos documentos son: el Directorio para la Aplicación de los Principios y Normas sobre el Ecumenismo (1993) y La Dimensión ecuménica en la formación de quienes trabajan en el ministerio pastoral (1997). Aunque estos documentos conciernen a la vida ecuménica interna de la ICR, su impacto potencial transciende de la Iglesia Católica Romana. Son fuentes de inspiración para toda la comunidad ecuménica. Una de las respuestas más significativas al proceso de EVC fue la del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, en nombre de la Iglesia Católica Romana. Esta respuesta afirma, a la luz de la encíclica papal Ut Unum Sint, el terreno común del ecumenismo, basado en el "único Movimiento Ecuménico", la visión común que unifica la fe, la vida y el testimonio de las iglesias, y la vocación común que se sustenta en la Koinonía real, aunque imperfecta entre las iglesias. Las observaciones finales de la respuesta ponen en relieve el valor de la peregrinación común así como los frutos de una colaboración sostenida entre la ICR y el CMI: "la comprensión ecuménica y el compromiso de la IC es, en general, coherente con las presentes afirmaciones actuales de las iglesias miembros del CMI y del CMI mismo, tal como está expresado en la Declaración de Visión propuesta."

41. En este contexto de hechos positivos y con una clara voluntad de diálogo constructivo, el Grupo Mixto de Trabajo (GMT) presentó su Séptima Relación dando cuenta de las relaciones fecundas entre la Iglesia Católica Romana y el CMI. Se informa allí sobre varias formas de colaboración entre la Iglesia Católica Romana y el CMI, así como dentro de la perspectiva más amplia del único Movimiento Ecuménico. El GMT presentó también, para ulterior consideración, tres documentos de estudio, de particular interés para el actual debate ecuménico: a) Formación ecuménica: reflexiones y sugerencias ecuménicas, b) El reto del proselitismo y la llamada al testimonio común, y c) El diálogo ecuménico sobre las cuestiones morales: fuente potencial de testimonio común o de divisiones.

42. Nuestra colaboración con la ICR por medio del GMT, de Fe y Constitución, de la CMME y por otros medios se ha incrementado notablemente en los últimos siete años. Quedan varias cuestiones que es preciso tratar con más profundidad y amplitud, como la naturaleza, la finalidad y los métodos del diálogo; la naturaleza y la estructura de la "autoridad" y el "magisterio" en la iglesia; la relación entre la iglesia "local" y "universal"; la importancia de los instrumentos ecuménicos regionales y nacionales, etc. Creo firmemente que cuando nos preparamos para entrar en un período especialmente significativo de la vida del CMI, un período durante el cual habrá en nuestra agenda cuestiones fundamentales planteadas por varios interlocutores ecuménicos Ä particularmente las iglesias ortodoxas- será importante, por una parte, apoyarnos en la experiencia de debates anteriores habidos en el marco del GMT y, por otra, intentar encontrar junto con la Iglesia Católica Romana medios aún más adecuados de profundizar y ampliar el alcance de nuestra colaboración.

Hacia la estabilidad financiera

43. Durante los últimos siete años, el Consejo ha padecido graves sobresaltos financieros. Efectivamente, los cambios recientes del entorno económico Ä la recesión en Europa, la mundialización y las tendencias a la liberalización de los mercados Ä han repercutido profundamente en el contexto financiero en el que el Consejo tiene hoy que funcionar. No sólo se han reducido drásticamente algunas de nuestras fuentes tradicionales de ingresos, sino que la nueva reglamentación de las organizaciones "no lucrativas", las condiciones restrictivas de financiación y los requisitos cada vez más estrictos de información, todo ello ha contribuido a hacer más difíciles las condiciones de trabajo del Consejo y su personal. Los asociados tradicionales de Europa septentrional y occidental anunciaron cumplidamente al Consejo que no podrían mantenerse en el futuro los anteriores niveles de financiación de las actividades. Ante esta situación y sobre la base de la evaluación de nuestro Comité de Finanzas, el Consejo debe concentrar sus esfuerzos en dos sectores específicos: primero, debe incrementar los ingresos procedentes de inversiones y de bienes raíces para disminuir así su dependencia de las contribuciones externas de asociados tradicionales, que están sujetos a algunas de las mismas limitaciones financieras que el propio Consejo. Segundo, debe diversificar geográficamente las fuentes de sus ingresos, procurar decididamente reafirmar sus vínculos con antiguos interlocutores ecuménicos de América del Norte y estudiar la posibilidad de obtener niveles más altos de ingresos procedentes de iglesias y otros interlocutores del Lejano Oriente y otras partes. Tercero, la experiencia adquirida muestra que debe acortarse el ciclo decisorio del Consejo y que su nivel de gastos debe ajustarse permanentemente a las contribuciones que se reciben, lo que requiere un cambio de sus enfoques y metodologías de control financiero.

44. En todas estas tareas, el compromiso financiero de las iglesias miembros sigue siendo un factor básico. Además de sus cotizaciones como miembros, se insta a las iglesias miembros a que contribuyan al trabajo programático del Consejo; de lo contrario, el Consejo no podrá recobrar su estabilidad financiera en el futuro próximo. Los recursos espirituales, intelectuales y humanos son indudablemente esenciales para el progreso del Movimiento Ecuménico. Creo que los recursos materiales son igualmente importantes, y que determinarán en buena medida el curso futuro del ecumenismo. En verdad, es preciso considerar seriamente el aspecto financiero de nuestro trabajo ecuménico. No podemos dar pasos concretos hacia adelante en nuestra andadura ecuménica sin que los donantes, que son nuestros asociados, quienes apoyan nuestro trabajo, cooperen con nosotros y nos acompañen en la construcción de una visión del Movimiento Ecuménico.


45. Estos son sólo unos pocos pantallazos del vasto y complejo ámbito del trabajo ecuménico del Consejo. Huelga decir que el trabajo real que se ha hecho en el período que va de Canberra a Harare va mucho más allá de lo esbozado en estas pocas páginas. Quisiera concluir esta sección de mi informe con unas pocas observaciones:

1) Los programas y actividades del Consejo deben guardar relación con las funciones básicas señaladas en la Constitución, a saber, los objetivos de la unidad visible, el testimonio, la misión y la diaconía comunes. Deben ser pertinentes para las necesidades y expectativas de las iglesias. El Consejo ha reorganizado su trabajo programático sobre la base de esta lógica. Además, ha procurado reforzar la interconexión de sus prioridades programáticas. Este empeño y esta visión han dado lugar a una metodología y un estilo nuevos en el trabajo del Consejo. Deben continuarse, empero, los esfuerzos en este sentido.

2) La preocupación por las relaciones internas ha hecho que el Consejo aspire a una mayor coherencia e integridad en su trabajo. De hecho, un arduo empeño en favor de un enfoque holístico ha caracterizado casi todos los aspectos de las actividades programáticas del Consejo. En mi opinión, se han hecho progresos considerables y se ha adquirido mucha experiencia a este respecto. Pero queda todavía mucho por hacer en el futuro.

3) Los programas del Consejo deben generar relaciones y participación; de otro modo, no pasan de ser meras actividades. Creo que esta dimensión vital del trabajo del Consejo debe tratarse más seriamente después de Harare. De hecho, el proceso EVC ha prestado especial atención a estas cuestiones haciendo hincapié en la participación activa de las iglesias y de los consejos de iglesias, nacionales y regionales, en el trabajo del Consejo.

46. El CMI no puede existir sin las iglesias. Debe responder de manera efectiva a las necesidades prioritarias y a las condiciones cambiantes de las iglesias. Esto será siempre un gran desafío para el Consejo. Por consiguiente, el CMI debería verse a sí mismo, en cierto sentido, como inmerso en un proceso constante de evaluación de su testimonio ecuménico, de determinación de sus prioridades, de reestructuración, y de redefinición de su visión como comunidad en relación con las iglesias locales. El proceso EVC es una expresión concreta de esta preocupación y este compromiso. En este entendimiento y desde esta perspectiva, trataré ahora de exponer las consecuencias del 50 aniversario del CMI y de la Declaración de Derechos Humanos para la comprensión propia y la vocación del Consejo al acercarnos al próximo milenio.

II
EL 50 ANIVERSARIO DEL CMI:
Una ocasión para la autocrítica y la renovación del compromiso

47. Hace 50 años, en un momento crítico de la historia humana, un grupo de iglesias concertaron un pacto comprometiéndose a dar testimonio y luchar juntas por la unidad de la iglesia. Dijeron: "... Cristo nos ha traído a Amsterdam. Somos uno por cuanto lo reconocemos como nuestro Dios y Salvador. Estamos separados los unos de los otros no sólo en cuestiones de doctrina, constitución eclesiástica y tradición, sino también por orgullos de nacionalidad, clase y raza; pero Cristo nos ha hecho suyos, y El no está dividido. Al buscarle a Él, nos hemos encontrado unos a otros. Aquí en Amsterdam nos hemos consagrado de nuevo a Él, y hemos pactado unos con otros al constituir este Consejo Mundial de Iglesias. Estamos firmemente decididos a permanecer juntos."9

48. Durante 50 años hemos navegado juntos en la nave ecuménica. Hemos atravesado muchas tormentas. Hemos experimentado períodos de guerras "calientes" y "frías". El conflicto y el temor, la incertidumbre y las tensiones han sido parte de nuestro lote común. Ninguna de estas pruebas tuvo bastante fuerza para desviar el navío ecuménico de su rumbo. Hemos avanzado juntos. Nuestra travesía ha sido un camino de mártires. Muchos pueblos, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos han sacrificado sus vidas por causas que han pasado a formar parte de la visión ecuménica. En esta peregrinación ecuménica cada generación ha hablado en su propio idioma, ha manifestado sus opiniones, ha expresado sus preocupaciones, ha planteado sus desafíos y ha formulado su propia comprensión de la visión ecuménica.

49. ¿Hemos sido fieles a la visión expuesta en el Mensaje de la Primera Asamblea del CMI? Al mirar hacia atrás, tenemos muchos motivos tanto de satisfacción como de arrepentimiento. El Jubileo del Consejo es una ocasión para el examen de conciencia. ¿Qué podemos decir con espíritu responsable y con humildad en este momento decisivo de la historia del CMI? ¿Qué estamos confiando a la próxima generación? Este es un momento para mirar hacia atrás, mirar en torno y mirar hacia adelante con juicio autocrítico. Permítanme subrayar sucintamente algunos puntos:

a) El Consejo ofreció a las iglesias el contexto y la oportunidad de superar sus divisiones nacionales, étnicas, culturales, teológicas y políticas y de dar expresión tangible al espíritu de comunidad. La desconfianza, el distanciamiento y la incomprensión fueron sustituidos por el acercamiento, la confianza mutua y una mejor comprensión.

b) El CMI llegó a ser una comunidad fraternal en la que las iglesias se apoyaban, se interpelaban y se corregían mutuamente en un espíritu de responsabilidad mutua. Dentro de esta comunidad fraternal las iglesias experimentaron su interconexión inherente, expresaron sus propias identidades particulares y descubrieron sus diferencias, permaneciendo siempre firmemente apegadas a la visión ecuménica.

c) El Consejo se convirtió en una comunidad fraternal de iglesias en la que las iglesias miembros reflexionaban y actuaban juntas, oraban y compartían sus recursos materiales y espirituales. Los conceptos y metodologías de "dar" y "recibir", que dominaban en los primeros años del CMI, evolucionaron hacia una coparticipación real, gracias al constante crecimiento del espíritu ecuménico y la expansión de la comunidad ecuménica. El Consejo exhortó a las iglesias a que se esforzasen y creciesen juntas hacia una unidad plena y visible.

50. Y ahora, la pregunta crucial: ¿adónde vamos desde aquí? El CMI es un instrumento, no un fin en sí mismo. Sirve a las iglesias en su quehacer común de llevar el Evangelio al mundo y en su vocación común de crecer juntas en obediencia al mandamiento de Jesucristo. Desde sus mismos comienzos, el Consejo se definió como "un consejo de iglesias, y no el Consejo de la iglesia única indivisa", que representaba "una solución de emergencia, una etapa en el camino."10 Eso sigue siendo así. La peregrinación ecuménica continúa con todos sus avances y retrocesos, logros y fracasos. Continúa con fe, esperanza y visión renovadas. Es irrevocable e irreversible. No puede exponerse a los riesgos de callejones sin salida o destinos desconocidos. Su vida y su testimonio están condicionados y guiados por la visión ecuménica. Por lo tanto, es de vital importancia que nos detengamos "en el camino", en cada uno de los indicadores de ese camino, para discernir la buena dirección en la que avanzar en seguridad.

1) ENTENDIMIENTO Y VISIÓN COMUNES DEL CONSEJO MUNDIAL DE IGLESIAS (EVC):
Un proceso de redefinición y reorientación de la visión ecuménica
51. En 1948, cuando se formó el CMI, el mundo se enfrentaba con tremendas incertidumbres y profundas congojas. En 1998 no estamos en mejor situación. Los enormes cambios y trastornos que han tenido lugar en casi todos los ámbitos de las sociedades humanas están repercutiendo en las relaciones intraeclesiales, intereclesiales y de las iglesias con el mundo, así como en la vida y el testimonio del Consejo. La crisis ha estado siempre presente en el CMI. Es lo que llamo una crisis de crecimiento, que incita al Consejo a mirar adelante y avanzar. En este momento, no obstante, el Consejo es cuestionado más seriamente que nunca antes. ¿Estamos todavía decididos, tras caminar juntos durante 50 años, a permanecer juntos como declaramos en Amsterdam, y a avanzar juntos como afirmamos en Evanston? Hemos bregado con esta cuestión candente en todo el trayecto de Canberra a Harare. Interpelados por las iglesias miembros y por las realidades cambiantes del mundo, hemos emprendido el proceso crítico de tratar de entender quién somos en cuanto Consejo. ¿Cuáles son nuestra naturaleza específica y nuestra auténtica vocación? ¿Qué visión ecuménica común debe guiarnos? La intención del proceso de EVC era abordar estas cuestiones pertinentes con las iglesias miembros y las organizaciones ecuménicas.

52. El documento EVC ocupará un lugar central en el programa de esta Asamblea. Es importante que veamos este proceso desde la perspectiva correcta tomando seriamente en consideración los nuevos acontecimientos, las preocupaciones y realidades nacientes y los paradigmas ecuménicos cambiantes en la vida de las iglesias en general y en el Movimiento Ecuménico en particular. A este respecto quisiera hacer algunas observaciones:

a) El ecumenismo institucional está en crisis. Estamos presenciando una notable explosión de ecumenismo popular en diferentes formas y en diversas partes del mundo. Gran parte de nuestros interlocutores están desilusionados con las expresiones institucionales del Movimiento Ecuménico. La gente, especialmente los jóvenes, no quieren ser prisioneros de las estructuras. Quieren ir más allá de los sistemas, las metodologías, los procedimientos y los programas establecidos. Anhelan aire fresco para respirar y espacio más amplio para vivir y expresar sus inquietudes y convicciones ecuménicas. Están creando nuevos contextos y oportunidades de acercamiento. Creo firmemente que el futuro del Movimiento Ecuménico está en los jóvenes comprometidos y visionarios, no en las estructuras ni los programas. Por ello, a menos que las iglesias recuperen el Movimiento Ecuménico y reformulen claramente su visión haciéndolo congruente con la vida de los pueblos, el Movimiento Ecuménico puede perder su vitalidad y la conciencia de su objetivo.

b) Las prioridades ecuménicas han cambiado. En sus años de formación, lo que preocupaba principalmente al Consejo eran las cuestiones teológicas y doctrinales. Después de Uppsala se hizo especial hincapié en los problemas derivados de los ámbitos social, económico y político de la vida humana. Una evaluación realista de las actuales dificultades ecuménicas destacará dos realidades básicas: en primer lugar, las cuestiones relativas a la unidad y las cuestiones que conciernen a la sociedad no pueden ya tratarse por separado; y en segundo lugar, deben verse en su dinámica y en su interconexión insoluble. Hemos llegado a esta percepción en el último decenio, y deberíamos continuar construyendo sobre esa base. Segundo, es muy probable que las cuestiones morales y éticas adquieran importancia creciente en el debate ecuménico en los próximos años. Así pues, las iglesias deben prepararse y desarrollar metodologías para tratar estas cuestiones desde una perspectiva realista y pastoral y con un espíritu ecuménico, respetando los valores culturales (ethos) y las convicciones de los otros.

c) Nos encontramos ante una nueva situación eclesial. En muchas regiones y familias confesionales la composición de las iglesias institucionales y su influencia en las sociedades están menguando. La gente abandona las iglesias institucionales porque cree que éstas no son capaces de hacer frente debidamente a las nuevas realidades. En África y Asia, así como entre los pueblos indígenas, los cristianos están redescubriendo su fe cristiana dentro de sus propias culturas. En la Europa oriental y en los países de la ex URSS, con la caída del comunismo y el establecimiento de la libertad de culto, las iglesias están buscando maneras de responder a la nueva situación. Además, en diferentes partes del mundo aparecen nuevos tipos de comunidades y movimientos cristianos y nuevas formas de vida religiosa que son un reto para las iglesias, las estructuras y las teologías tradicionales. Por obra de muchos factores externos e internos, religiosos y no religiosos, aparecen cismas y tensiones en muchas iglesias. En algunas regiones, las relaciones entre Iglesia y Estado son cada vez más difíciles a medida que aumenta la frustración de las iglesias por trabajar bajo la tutela del Estado. Todos estos factores llevarán seguramente a las iglesias a revisar y reconsiderar su papel en las sociedades.

d) La creciente mundialización está teniendo un efecto profundo sobre el Movimiento Ecuménico y la teología, la espiritualidad y la misión de las iglesias. Está imponiendo nuevas estructuras, valores y relaciones humanas en los pueblos y las naciones, armonizando, por una parte, y fragmentando, por la otra. El contexto en que las iglesias están llamadas a dar testimonio se hace cada vez más multicultural y multirreligioso. Además, por muchas razones el Movimiento Ecuménico se está volviendo más policéntrico, polifacético y multidimensional. Está expresándose de nuevos modos y maneras. Todas estas realidades repercutirán enormemente sobre la idea que las iglesias tienen de sí mismas y su vocación misionera, y urgirán a las iglesias a proclamar más claramente sus prioridades y a desarrollar nuevas normas y estrategias misioneras.

53. El Movimiento Ecuménico no puede pretender que tiene respuestas a todas estas inquietudes ni soluciones para todos estos problemas. Debe admitir sus debilidades; celebrar sus posibilidades pero reconocer sus limitaciones. Ahora más que en cualquier momento, el Movimiento Ecuménico es el contexto adecuado en el que las iglesias están llamadas a responder juntas a estas nuevas inquietudes y situaciones orando juntas, testimoniando juntas, sirviendo juntas y trabajando por la unidad visible. El contexto y la imagen del ecumenismo están cambiando, igual que la naturaleza misma y el alcance de la visión ecuménica. El Movimiento Ecuménico necesita por consiguiente un nuevo entendimiento y una nueva expresión de sí mismo, así como un sentido claro de orientación, cuando avanzamos hacia el próximo milenio. Creo que esta actual coyuntura crítica de la historia del Movimiento Ecuménico nos ofrece también una oportunidad y nos desafía, y es así cómo el Consejo debe abordarla.

54. El proceso de EVC se inició con este telón de fondo. No debe percibirse, pues, como un proceso que apunte simplemente al cambio interno estructural y programático. El EVC es un intento serio e integrado, primero, de dar nueva expresión a una visión ecuménica fiel al Evangelio y en consonancia con las condiciones actuales; segundo, de recalcar la urgencia apremiante de unidad visible como objetivo principal del Movimiento Ecuménico; tercero, de proclamar la importancia decisiva de la unidad, la misión, la diaconía y la justicia como bases de cualquier nueva articulación de la visión ecuménica; cuarto, de reflejar la coherencia y la integridad inherentes a la visión ecuménica en la colaboración intereclesial, las relaciones entre el Consejo y las iglesias miembros, y los programas y actividades del Consejo; y quinto, de estimular la participación activa y responsable de las iglesias miembros en todos los aspectos de la vida del Consejo. En otras palabras, el documento EVC nos recuerda que el Consejo debe estar más arraigado en las iglesias y ser dirigido por ellas, promoviendo al mismo tiempo una más amplia coparticipación ecuménica a todos los niveles de la iglesia, y en todos los sectores de nuestra comunidad fraternal ecuménica. Nos ayuda también a contemplar la visión ecuménica y las prioridades programáticas del Consejo desde una perspectiva más amplia y en un conjunto integrado.

2) Crecer juntos en la responsabilidad: un gran desafío que hemos de afrontar
55. El CMI no es una organización autónoma, independiente y autosuficiente. Es el conjunto de las iglesias en su comunión. Por consiguiente, el Consejo no tiene derecho a insistir en su entendimiento de sí mismo y en su programa de actividades. Las iglesias deben decir lo que es, lo que debería ser y lo que debería hacer. El estudio sobre el EVC no era un asunto interno. Era la iniciativa de las iglesias. Las iglesias miembros, la Iglesia Católica Romana y las organizaciones ecuménicas paticiparon activamente en el proceso. Además, este estudio estaba concebido para ser un proceso permanente, no un intento limitado a un período específico de tiempo y a algunos ámbitos concretos de la vida y el trabajo del Consejo. El EVC debe verse como el comienzo de nuevos esfuerzos serios y de gran alcance con objeto de instar a las iglesias a lanzarse juntas a la difícil empresa de reevaluar y rearticular su visión ecuménica común.

56. En el contexto del proceso de EVC, las iglesias, así como la Iglesia Católica Romana, han recalcado firmemente la importancia del CMI. Ahora bien, algunas iglesias no están plenamente satisfechas con los cambios propuestos por el documento EVC. Desean ir más allá. Otras quieren reconducir el Consejo a su cauce ya que, a su juicio, el Consejo se está apartando de su vocación central. Los acontecimientos recientes en las relaciones entre el CMI y las iglesias ortodoxas deben verse desde esta perspectiva. Todo intento de considerar objetivamente el malestar instaurado en las relaciones entre el CMI y la ortodoxia debe tener en cuenta la evolución de esas relaciones desde los orígenes del Consejo y la particular situación creada en la vida de las iglesias ortodoxas tras la caída del comunismo. Ni el tiempo ni la naturaleza de mi informe me permiten analizar esta cuestión en detalle. Quisiera, no obstante, hacer algunas observaciones:

a) Las iglesias ortodoxas han desempeñado un papel importante en la formación y la expansión del CMI. Han aportado contribuciones importantes al pensamiento y la espiritualidad ecuménicas; pero no se han integrado plenamente en todos los aspectos de la vida y el testimonio del Consejo. Este planteamiento, que ha llegado a ser una característica permanente de las relaciones entre los cristianos ortodoxos y el CMI, se debió, primero, a algunas tendencias y prácticas del CMI que no eran compatibles con la tradición ortodoxa; segundo, a la situación minoritaria de las iglesias ortodoxas en el CMI, que se refleja claramente en la composición de los órganos rectores y en los procesos decisorios; y tercero, a la idiosincracia y el tipo de actividades del Consejo, que han seguido siendo protestantes y occidentales pese a la presencia ortodoxa y a la participación de iglesias de diferentes regiones. Estos factores y preocupaciones crearon un distanciamiento entre las iglesias ortodoxas y el Consejo. El descontento y los desiderata ortodoxos se expresaron en las llamadas "Declaraciones Ortodoxas" hechas en relación con los principales temas del programa o en ocasiones especiales. Y aunque se han respetado la especificidad de la teología y la espiritualidad ortodoxas, se ha hecho muy poco por favorecer su interacción creadora con la teología protestante, que continúa dominando el lenguaje teológico, el pensamiento y las metodologías del Consejo.

b) La caída del comunismo y la reaparición de estados independientes han añadido una dimensión crítica más a la participación ortodoxa en el Movimiento Ecuménico. De hecho, la irrupción de sectas y nuevos movimientos religiosos en los países de Europa oriental y la ex URSS, los crecientes esfuerzos para reafirmar la integridad y la identidad de la ortodoxia, la preocupación de la iglesia por encontrar el lugar y papel que le corresponden en la sociedad, por una parte, y la naturaleza polémica de algunas de las actividades programáticas del Consejo así como su falta de pertinencia para la vida de las iglesias ortodoxas, por otra parte, han aumentado las discrepancias entre las iglesias ortodoxas y el Movimiento Ecuménico. Aquéllas han llegado a considerar el Consejo como un movimiento occidental, protestante y liberal en un contexto en el que la ortodoxia ha tratado de reafirmarse volviéndose a sus auténticas raíces.

57. A su tiempo, el CMI percibió la creciente frustración ortodoxa y el espíritu antiecuménico actual, y tomó varias medidas concretas. Fueron éstas: la reestructuración del Consejo (1991), el establecimiento de un programa especial sobre Educación Religiosa Cristiana para Europa Oriental y Central y los países de la ex URSS (1991), la Consulta sobre el Uniatismo (1992), la declaración del Comité Central sobre el proselitismo (1993), etc. Sin embargo, estas iniciativas del Consejo no produjeron ningún cambio sustancial en las relaciones entre el CMI y los ortodoxos. En realidad, las cuestiones fundamentales que las iglesias ortodoxas planteaban afectaban a las capas más profundas de la vida del Consejo. De ahí que las iglesias ortodoxas hayan manifestado serias dudas sobre la capacidad del estudio EVC para eliminar las causas principales de su frustración, y hayan pedido una "reestructuración radical" del Consejo. Las autoridades del CMI respondieron inmediatamente a la declaración de Tesalónica (abril de 1998) de las iglesias ortodoxas calcedonias invitando a las iglesias miembros ortodoxas, tanto calcedonias como no calcedonias, a celebrar una reunión de la "Comisión Teológica Mixta" propuesta en dicha declaración antes de esta Asamblea. Las iglesias ortodoxas estimaron que necesitaban más tiempo para la preparación de esa reunión.

58. No puedo exponer aquí en detalle las preocupaciones y demandas ortodoxas. Quisiera, no obstante, resumir lo esencial de la reivindicación ortodoxa en dos puntos: Primero, el Consejo debería explorar nuevas formas de representación, participación y toma de decisiones que permita a las iglesias ortodoxas salir de su situación minoritaria y asumir un papel más activo en todos los aspectos del Consejo. Segundo, el Consejo, al dar forma a su marco programático, los puntos de su orden del día y los aspectos constitucionales y estructurales, debe encontrar la manera de reflejar igualmente las convicciones y sensibilidades, tradiciones y expectativas de todas las iglesias miembros.

59. Quiero recalcar que si bien no hay una crisis en las relaciones entre el CMI y los ortodoxos, la situación es ciertamente crítica. A menos que la Asamblea tome en serio esta situación actual, temo que la participación ortodoxa continúe disminuyendo. Tengo la ferviente esperanza de que después de la Asamblea las autoridades del Consejo y los representantes de todas las iglesias ortodoxas emprendan un proceso serio y global de examen a fondo de todas las cuestiones y preocupaciones que dificultan una participación ortodoxa más organizada y eficaz en el Consejo. En mi opinión, los ortodoxos deben venir con una agenda clara y una actitud abierta. Las iglesias de tradiciones protestante y anglicana, a su vez, deben ayudar a los ortodoxos a integrarse plenamente en la vida del Consejo ofreciendo amplio espacio y oportunidades para elevar el nivel de su participación. Es hora de que las iglesias ortodoxas pasen del monólogo al diálogo, de la reacción a la acción, de la contribución a la participación, de la posición de observadores a la de copartícipes cabales en el CMI.

60. En Amsterdam, los pioneros ecuménicos dijeron: "No siempre es fácil reconciliar nuestras lealtades confesionales y ecuménicas. Tenemos también mucho que ganar del encuentro de las tradiciones cristianas de vieja raigambre con las vigorosas iglesias en crecimiento cuyas tradiciones están todavía en proceso de formación. Traemos al CMI estas y todas las demás dificultades entre nosotros, para poder hacerles frente juntos con firmeza ."11 Diferencias de opinión, desacuerdos, tensiones e incluso conflictos serán siempre parte de esta comunidad solidaria mundial con innumerables tradiciones eclesiales, enseñanzas teológicas, valores culturales, identidades nacionales y étnicas. Esto es lo que hemos aprendido en los 50 años que hemos permanecido juntos. Debemos celebrar nuestra diferencia y al mismo tiempo asumir su costo.

61. La frustración ortodoxa debe verse a la luz de su compromiso con el Movimiento Ecuménico. Criticar al CMI no es ser antiecuménico. El problema de los ortodoxos no es la importancia y la credibilidad del Movimiento Ecuménico, sino la pertinencia de su programa, su lenguaje, su metodología y sus procedimientos. Algunas de nuestras iglesias miembros ortodoxas no están con nosotros en esta Asamblea. Otras no están representadas de la manera que solían estarlo. Estoy seguro de que todos nos damos cuenta de que hay realmente un problema, y que no se trata de un problema ortodoxo sino fundamentalmente de un problema ecuménico. Creo que hemos madurado bastante en nuestra peregrinación ecuménica en común para ver nuestros problemas y preocupaciones desde una perspectiva más amplia y en sus relaciones entre sí. Esta situación actual debe ayudarnos a saber más cada uno de los demás y a confiar cada uno en el otro. Creo que nuestra comunidad fraternal en el CMI no puede ya basarse en una relación de mayoría-minoría. A menos que esta situación se resuelva, los ortodoxos se sentirán siempre amenazados y marginados. Creo también que no podemos imponer nuestras convicciones y nuestros programas a los demás. Tampoco podemos hacernos recriminaciones, cuando queremos hablar claro sobre cuestiones vitales. El Consejo debe ofrecer un espacio abierto en el que tenga lugar una interacción creativa entre las iglesias basada en el respeto mutuo, la confianza y la responsabilidad.

62. El Movimiento Ecuménico, que se encuentra en una encrucijada en un mundo en rápida transformación, puede desintegrarse si las iglesias no renuevan firmemente su compromiso con los objetivos y la visión ecuménicos. Las iglesias no pueden ya refugiarse en sus propias confesiones y vivir voluntariamente aisladas. Deben convivir; de otro modo no tiene sentido su existencia. Deben interactuar; de otro modo no pueden actuar debidamente. Deben compartir sus experiencias y recursos; de otro modo no pueden crecer. Los acuerdos sobre declaraciones doctrinales no llevarán a las iglesias a la unidad plena y visible ni al testimonio creíble; tan sólo serán una ayuda "en el camino". Bajo el imperativo ecuménico, las iglesias deben crecer juntas de modo responsable. Crecer juntas es, sin duda, un proceso costoso. Requiere conversión, renovación y transformación. El ecumenismo no es ya una dimensión, una función de la iglesia. Es esencialmente una señal de lo que significa ser iglesia, porque afirma la unidad de la iglesia y la sirve. El ecumenismo no es ya una cuestión de opción, sino la manera de responder al llamamiento de Dios. Así pues, ser iglesia significa ser ecuménicos, es decir estar embarcados en una travesía común. El signo de la nave ecuménica es la cruz. Estamos llamados a ser uno bajo la cruz de Cristo. Esta Asamblea del Jubileo nos llama a reafirmar nuestro compromiso ecuménico común para crecer juntos y avanzar juntos con valentía y humildad, y con una visión clara.

DERECHOS HUMANOS: UN TEMA DE CRECIENTE INTERÉS ECUMÉNICO

63. Esta Asamblea nos llama también a redefinir y reformular nuestro compromiso con la justicia, la paz y la reconciliación. De hecho, los derechos humanos siguen siendo un factor clave en cualquier proceso o iniciativa que apunte a la justicia, la paz y la reconciliación. Los derechos humanos son parte integrante del testimonio ecuménico. ¡Qué significativa coincidencia, el hecho de que en esta Asamblea, en el contexto del cincuentenario de nuestro testimonio ecuménico común mediante el CMI, estemos también celebrando el cincuentenario de nuestro compromiso ecuménico común en favor de los derechos humanos!

64. El 10 de diciembre de 1948, al adoptar la Declaración Universal de Derechos Humanos, las Naciones Unidas reconocieron formalmente y afirmaron que "la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana."12 Durante los últimos 50 años, las Naciones Unidas han tratado de dar efectividad a esta declaración memorable adoptando Pactos internacionales relativos a varios aspectos y sectores específicos de los derechos humanos. Ahora bien, la Declaración de Derechos Humanos no impidió, que millones de personas fueran víctimas de prácticas inhumanas: tortura, ejecución, atrocidades, represión y genocidio. Hombres y mujeres en todo el mundo han hecho grandes sacrificios, llegando incluso al martirio, para promover y proteger los derechos humanos. Aunque las Naciones Unidas han hablado elocuentemente en favor de los derechos humanos y del arreglo pacífico de conflictos, han demostrado su debilidad frente a las violaciones de los derechos humanos. En muchos puntos los compromisos de la Carta han sido simplemente desdeñados o ignorados mediante acciones unilaterales. A los 50 años de la Declaración, se oyen todavía los gritos de las víctimas de violaciones de derechos humanos. El final de la Guerra Fría puso término al enfrentamiento bipolar, pero no trajo el comienzo de un "nuevo orden mundial" basado en la paz y la justicia. Una vez más las Naciones Unidas tienen dificultades en cumplir sus obligaciones de servir como instrumento de pacificación y mantenimiento de la paz. Aunque los grandes poderes han establecido de vez en cuando una paz frágil mediante amenazas e intervenciones militares, en muchas regiones persisten situaciones de incertidumbre, confusión e inestabilidad, y continúan las flagrantes violaciones de derechos humanos. Además de estas preocupaciones crecientes, tres grandes desafíos se plantean en el tema de los derechos humanos:

a) Los efectos de la mundialización en el campo de los derechos humanos son trascendentales. La mundialización ha cambiado notablemente las actuales relaciones políticas, sociales y económicas y ha producido una alteración radical en los valores y estructuras de la sociedad. El proceso de mundialización, que ha penetrado en casi todos los aspectos y esferas de la experiencia humana ha abierto inmensas oportunidades; al mismo tiempo ha originado nuevas formas de injusticia socioeconómica e inseguridad. Las organizaciones transnacionales y las instituciones financieras internacionales excluyen a muchos de la participación en la economía e intensifican el desempleo, el desarraigo y la marginación. África, en cuya tierra nos reunimos, nos recuerda elocuentemente algunos de los graves problemas que se nos plantean. En verdad, guerra, violencia, pobreza, desarraigo, genocidio, catástrofes ecológicas y otros efectos de la mundialización son parte integrante de la vida cotidiana de los pueblos africanos.

b) La libertad religiosa que es uno de los derechos humanos fundamentales ha reaparecido en este período siguiente a la Guerra Fría como cuestión importante en las relaciones dentro de los países e internacionales. En varios países la religión se explota para promover fines nacionalistas estrechos, creando así divisiones y polarizaciones. En algunos países se dan poderes y privilegios constitucionales a la religión, destruyendo así la base secular y plural de esos Estados. Intolerancia religiosa y restricciones, fundamentalismo y exclusión caracterizan la vida de muchas sociedades. Por otra parte, los métodos agresivos utilizados por movimientos religiosos extranjeros para sus actividades proselitistas han creado otra situación compleja para los derechos humanos.

c) El resurgimiento del nacionalismo étnico ha complicado la cuestión del derecho de los pueblos a la autodeterminación. En su aspecto positivo, el resurgimiento del nacionalismo étnico es una búsqueda de justicia y respeto de sí mismo. Las personas buscan seguridad dentro de sus propios grupos étnicos, religiosos y nacionales. El nacionalismo es pues una fuerza creadora que pide respeto a la identidad de la persona y contribuye al proceso de formación de la nación. Pero cuando se transforma en una ideología puede ser una fuente de males, un gran obstáculo para la convivencia en justicia y paz. Los conflictos étnicos amenazan la tolerancia entre religiones. Destruyen la base misma de las sociedades pluralistas y crean situaciones en que se conculcan los derechos humanos. De hecho, en el último decenio, el nacionalismo étnico ha fragmentado sociedades y conducido a conflictos internos, limpieza étnica y migración, constituyendo un grave golpe para los derechos humanos.

65. La cuestión de los derechos humanos sigue siendo un tema permanente y prioritario en el programa del Consejo, y es inherente a la vocación misma de la iglesia. El CMI se ha involucrado en la esfera de los derechos humanos condenando la violación de los derechos humanos, velando por que se respeten y se hagan efectivos los derechos humanos, asistiendo a las iglesias y los grupos que luchan por los derechos humanos y promoviendo los valores de los derechos humanos mediante la educación y la comunicación.

66. Creo que en vista de los cambios revolucionarios que han desestabilizado el orden político, social y económico, y a la luz de la experiencia ecuménica que hemos adquirido en las luchas por los derechos humanos en estos cincuenta años, el Consejo debe, en primer lugar, dentro de su marco programático, prestar más detenida atención a la mundialización, la libertad religiosa y el nacionalismo étnico y sus consecuencias en el ámbito de los derechos humanos; en segundo lugar, al aplicar una nueva política y estrategia ecuménica respecto de los derechos humanos, el Consejo debe seguir promoviendo el pensamiento social ecuménico y una estrategia que fomente y defienda los valores de los derechos humanos con medidas preventivas y con acciones judiciales, cuando sean violados, sentando así las bases para una nueva ética mundial en colaboración con otras religiones.

Esta Asamblea será llamada a aprobar una política ecuménica actualizada respecto de derechos humanos. A este respecto, permítanme compartir con ustedes algunas perspectivas y apreciaciones.

1) Enfoque preventivo y punitivo
67. En vista de los actuales conflictos étnicos y de las crecientes violaciones de los derechos humanos, la prevención y la solución pacífica de los conflictos siguen siendo prioridades internacionales apremiantes. No hay hoy mecanismos internacionales que puedan garantizar, asegurar y proteger los derechos humanos y establecer procedimientos para la prevención o la solución de conflictos. Antes de la Guerra Fría y durante la Guerra Fría, las grandes potencias consideraban que la intervención militar era la mejor manera de hacer la paz. Después de la Guerra Fría, la construcción de la paz está resultando ser un proceso largo y complejo. Hasta ahora las iglesias, en general, han reaccionado a las situaciones de violaciones de los derechos humanos, en lugar de esforzarse por su prevención. ¿Cómo puede el Movimiento Ecuménico ayudar a las iglesias a planificar una nueva estrategia en su lucha por los derechos humanos, y crear redes locales, regionales e internacionales? Los conflictos pueden resolverse o prevenirse mediante varias formas de vigilancia pública y mediación competente; y la mejor manera de prevenir las violaciones de los derechos humanos es educar para la responsabilidad cívica y buscar las causas profundas de tales violaciones.

68. El castigo de las violaciones con arreglo a la ley es también esencial para prevenir las infracciones de los derechos humanos. La impunidad perpetúa la injusticia, lo que a su vez genera actos de venganza y de violencia sin fin. Los violadores de los derechos humanos deben rendir cuentas a la humanidad. La supuesta "mano larga" de la justicia se queda corta. A muchos culpables (Estados, naciones, individuos) de matanzas, genocidios, crímenes de guerra e injusticias se les concede la impunidad en atención a los "intereses vitales y estratégicos" de los poderes regionales o mundiales, y no comparecen ante la justicia. Es clamorosa la necesidad de juzgar y exigir responsabilidades a quienes aplicaron políticas conducentes a violaciones de los derechos y la dignidad de mujeres y niños, comunidades y naciones. La justicia y el imperativo de rendir cuentas deben también prever disposiciones de reparación y restitución, así como de compensación a las víctimas. Tras muchos años de duro trabajo, se ha establecido un Tribunal Penal Internacional. Este y otros mecanismos internacionales deberían ayudar a las Naciones Unidas a hacer efectivos los derechos humanos. El CMI debe cooperar con las iglesias, con los interlocutores ecuménicos, con los creyentes de otras religiones y con las ONG para resolver las situaciones y los casos en que la impunidad genera injusticia y violencia. Los enfoques preventivo y punitivo deben asumirse juntos como un todo interconectado.

2) Hacia una ética mundial
69. La iglesia considera a la sociedad desde una perspectiva cualitativamente diferente. No puede sacrificar los valores del Evangelio a las ambigüedades del progreso y la tecnología. No puede suscribir valores que no son compatibles con el Evangelio. La iglesia aspira a una sociedad responsable, sustentada y guiada por valores éticos y normas de derechos humanos. Durante muchos años, los desafíos del secularismo y el materialismo preocuparon a la iglesia. Es hora de que la iglesia hable y actúe de manera que desafíe a todas las ideologías y tendencias que ponen en duda la credibilidad del Evangelio y la dignidad e integridad de la persona humana.

70. Pertenecemos a un mismo oikos u Oikoumene (casa, familia). Nos preocupa la economía (oikos-nomos), la gestión de nuestra casa común. Estamos llamados a desarrollar una ética común básica que pueda llevar a las sociedades de la mera existencia a una convivencia significativa, de la confrontación a la reconciliación, de la degeneración de los valores morales a la restauración de la calidad de vida que restablece la presencia de la trascendencia en la vida humana. La cultura mundial debe sustentarse en una ética mundial que guíe las relaciones de las naciones entre sí y con la creación, y las ayude a trabajar juntas en favor de una auténtica comunidad mundial. Esta ética mundial, cuya idea proclamó el Parlamento de las Religiones Mundiales en 1993, no debe reflejar el sistema de valores (ethos) cristiano occidental; debe basarse en una diversidad de experiencias y convicciones. La iglesia, junto con otras religiones de nuestro tiempo, debe buscar una ética mundial basada en valores éticos comunes que trasciendan de las creencias religiosas y de las definiciones estrechas de intereses nacionales. Los derechos humanos deben sustentarse en principios éticos. Por consiguiente, el diálogo entre religiones y culturas es vital como base de una mayor solidaridad en beneficio de la justicia y la paz, los derechos humanos y la dignidad. Las religiones deben aunar sus esfuerzos para encontrar ámbitos y modos de cooperación en defensa de los derechos humanos. En la reflexión en torno a la creación de una ética mundial, hay que prestar la debida atención a los siguientes puntos:

a) Debemos desarrollar una cultura de no-violencia activa transformando las estructuras generadoras de violencia e injusticia. El Programa del CMI para Superar la Violencia ha emprendido en los últimos años la formidable tarea de impugnar y superar el espíritu, la lógica y la práctica de la violencia para pasar a una cultura de paz justa. La Campaña Paz a la Ciudad es un ejemplo concreto de personas que trabajan juntas como copartícipes con grupos y movimientos religiosos y de otro tipo. En su labor en favor de los derechos humanos, el CMI debe acompañar a las comunidades que luchan animándolas a actuar y tejiendo redes entre ellas para la acción colectiva. Para superar la violencia, debemos hacer frente tanto a sus causas como a sus síntomas.

b) Construir la paz con justicia debe convertirse en una estrategia mundial. Los derechos humanos constituyen la base esencial de una paz justa y permanente. Debemos crear mecanismos y redes locales, nacionales e internacionales que puedan propiciar el arreglo pacífico de las controversias. Debemos esforzarnos por hacer que la labor en pro de los derechos humanos pase de la defensa a posteriori de las personas cuyos derechos humanos han sido violados a la actividad preventiva de construir y capacitar comunidades capaces de hacer valer y defender sus propios derechos. La seguridad nacional debe ser sustituida por la seguridad común, los intereses nacionales por los intereses comunes: justicia para todos, paz para todos, seguridad para todos. Este esfuerzo debe constituir no simplemente una estrategia, sino un principio ético básico. En la Convocación sobre JPIC de Seúl, el CMI afirmó su compromiso en la búsqueda de todos los medios posibles para establecer la justicia, alcanzar la paz y resolver los conflictos mediante la no-violencia activa.Las religiones, con sus recursos espirituales internos, pueden ofrecer oportunidades de arrepentimiento, perdón y reconciliación.

c) Debemos construir una cultura de los derechos humanos que propicie un uso constructivo y responsable del poder. A menudo las instituciones democráticas legitiman el poder en lugar de servir a las necesidades de los pueblos. Toda expresión o uso del poder que no dé pruebas de responsabilidad y transparencias es una fuente de males. El poder es una fuerza liberadora cuando sirve a la justicia, alienta la participación en las instituciones sociales, económicas y políticas, y cuando promueve el pluralismo y la democracia en las estructuras de gobierno.

71. En la oikoumene de Dios no puede haber exclusión ni violación de los derechos humanos y de la dignidad humana. Debemos trabajar por una ética que ofrezca una nueva visión de convergencia mundial para contener las consecuencias destructivas de la mundialización, la tecnología y la secularización, una ética que promueva una cultura de solidaridad y el compartir equitativo de los recursos, una ética que no se base en la filantropía caritativa, sino en la justicia. Así pues, "Busquemos a Dios", que en Cristo creó una nueva humanidad y la liberó como comunidad que ha de unirse bajo su reinado, y que invita a la humanidad a vivir como sociedad coherente, justa y responsable en la perspectiva del Reino.

"Buscad a Dios con la alegría de la esperanza"
72. En Amsterdam las iglesias centraron su atención en el tema "El desorden del hombre y el designio de Dios." ¿No nos encontramos, al cabo de 50 años, ante un desorden humano aún más complejo y con consecuencias de mucho mayor alcance? ¿Podemos cambiar el curso de la historia? ¿Podemos proponer nuevas alternativas a los sistemas y estructuras ideológicos y socioeconómicos que generan injusticia, deshumanizan a las sociedades y ponen en peligro la integridad y la sostenibilidad de la creación? Debemos "apuntar al Reino de Dios,"13 como K. Barth decía en la Asamblea de Amsterdam, y "Buscar a Dios" para discernir el designio de Dios para el mundo de hoy. De hecho, buscar a Dios y apuntar al Reino de Dios nunca es una actitud pasiva y defensiva. Se requiere un compromiso en la misión de Dios capaz de todo sacrificio y destinado esencialmente a transformar a toda la humanidad y la creación en la perspectiva del Reino. Por lo tanto,
Busquemos a Dios, y en Dios busquemos a nuestro prójimo
73. Todos somos ya vecinos en una "aldea mundial", negros y blancos, ricos y pobres, cristianos, musulmanes, budistas, adeptos de otras religiones o ateos. Desgarrados por nuestras diferencias y tensiones, no sabemos todavía cómo convivir en un mundo en el que tenemos que vivir como una sola comunidad.

Buscar a Dios, volvernos a Dios, entraña volvernos a nuestro prójimo en acciones concretas de amor en la justicia y en la reconciliación. Somos un pueblo misionero, no para dominar a otros imponiendo nuestros propios valores y culturas, sino para compartir la "buena nueva" con todos los pueblos. Por ello el diálogo con nuestro vecino no menoscaba en absoluto nuestra total adhesión a nuestra fe. En la interacción dialogada con otros, nuestra propia fe se enriquece, se afina y se fortalece. Dialogar significa dar testimonio, es decir vivir el acontecimiento de Cristo en medio de las ambigüedades, incertidumbres y polarizaciones de este mundo. Significa también escuchar y tratar de entender la fe y las perspectivas de los demás. El diálogo es una salvaguardia contra el sincretismo. Es una búsqueda de una comunidad más amplia.

En un mundo en que la cultura tecnológica y la mundialización propician la deshumanización, en un mundo en que nuevas ideologías de secularización niegan la presencia de la realidad última y promueven valores materialistas y consumistas, la iglesia, en colaboración con otras religiones, está llamada a reformar, renovar y reorientar la sociedad fortaleciendo su fundamento sagrado. En las sociedades pluralistas de hoy tenemos una responsabilidad compartida con nuestros vecinos para un futuro común.

Busquemos a Dios, y en Dios busquemos su creación
74. Estamos viviendo en una creación precaria que avanza rápidamente hacia lo desconocido. El ecosistema mundial está gravemente amenazado, y su población está expuesta a la degeneración moral, la decadencia espiritual y la aniquilación física. Las estadísticas reveladoras de la extensión de la pobreza y el hambre, la destrucción ambiental y la violencia son sencillamente alarmantes. La Asamblea de Evanston afirmó que la humanidad se ha convertido en su "propio enemigo. Busca justicia pero crea opresión. Quiere paz, pero se prepara para la guerra. Su propio dominio de la naturaleza amenaza con arruinarla."14

La creación se ha convertido en un objeto de explotación humana. Buscar a Dios significa arrepentirnos de lo que hemos hecho y seguimos haciendo a la creación, nuestro oikos (hogar) que Dios nos ha dado. La creación pertenece a Dios; la humanidad es su administradora. Por ello todo proceso o desarrollo que ponga en peligro la sostenibilidad de la creación debe ser cuestionado. La Humanidad debe restablecer relaciones justas con la creación.

Busquemos a Dios, y en Dios busquémonos a nosotros mismos
75. No podemos transformar el mundo a menos que nos transformemos nosotros mismos. ¿Qué clase de iglesia proyectamos para el siglo XXI? ¿Una iglesia confinada en estados-naciones o grupos étnicos e interesada exclusivamente en su propia perpetuación? ¿O una iglesia misionera, abierta al mundo y presta para afrontar los desafíos del mundo? El futuro del Movimiento Ecuménico dependerá en gran medida de nuestras percepciones y convicciones eclesiológicas. El Movimiento Ecuménico no puede sobrevivir sin una visión apoyada por una perspectiva global de la iglesia, la humanidad y el mundo.

La iglesia no puede aceptar las componendas que el mundo ofrece. La iglesia debe encarnar el Evangelio en su propia vida y en la vida de las sociedades. Todavía resuena en mis oídos la voz de un joven a quien en una ocasión oí gritar: "¿Dónde está mi iglesia? ¿Qué es lo que hace?" Los fieles necesitan una iglesia que los escuche y los atienda. Quieren una iglesia que se realice como realidad misionera. La iglesia debe elevarse por encima de su cautiverio institucional y hacerse "iglesia para otros." Y juntos somos la iglesia, la iglesia del pueblo; juntos realizamos nuestra vocación. Las iglesias que conviven en un lugar deben formar una comunidad renovada, un ejemplo concreto de fraternidad conciliar. El mundo nos escuchará si permanecemos juntos y si actuamos juntos en la obediencia del Evangelio y en la fidelidad al mandamiento de Cristo. Juntas, las iglesias deberán ser signo de esperanza en un mundo acosado por la sinrazón y la desesperanza.

Y por último, busquemos a Dios revelado en Jesucristo.
76. Él es la fuente de nuestro ser y nuestra existencia, nuestra esperanza y alegría. Creemos en un Dios que se volvió, el primero, a la humanidad en Cristo y nos invitó a buscarle y volvernos a Él. Dios siempre se vuelve a nosotros en la gracia, aun cuando nosotros no estemos dispuestos a abrirnos a Él en la fe y el arrepentimiento. Dios siempre se ha mantenido fiel a su alianza (Gen. 9:11; Deut. 4:25-31). La cuestión que se nos plantea en esta Asamblea es: ¿Somos fieles a la alianza de Dios con nosotros?

De hecho, hemos optado con más frecuencia por el odio y la violencia, la injusticia y el poder. Nos hemos buscado a nosotros mismos y hemos ignorado el más allá, pretendiendo controlar nuestro propio destino. Hemos hecho un mundo centrado en sí mismo, cerrado sobre sí mismo y carente de esperanza y trascendencia. Buscar a Dios significa tener clara conciencia de que no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino a Dios. Significa apartarnos de todos los valores, ideologías y estilos de vida que sustraen de nuestra vida la realidad última. La humanidad no puede sobrevivir sin la dimensión escatológica. Debemos reconocer la insuficiencia y la relatividad de todos los recursos humanos, de los milagrosos logros de la tecnología, y buscar a Dios con espíritu de humildad y arrepentimiento. Debemos pasar de la alienación a la reconciliación con Dios, renunciar a nuestros caminos para seguir el camino de Dios, y someternos al juicio de Dios.



77.    En Amsterdam (1948) reconocimos el desorden de la humanidad frente al designio de Dios para el mundo.
        En Evanston (1954) proclamamos a Cristo como la esperanza del mundo.
        En Nueva Delhi (1961) confesamos a Cristo como la luz del mundo.
        En Uppsala (1968) escuchamos el llamamiento de Cristo "He aquí que hago nuevas todas las cosas" (Ap. 21:5).
        En Nairobi (1979), contra la opresión y las divisiones del mundo afirmamos a Cristo como fuente de liberación y reconciliación.
        En Vancouver (1983) celebramos a Cristo como vida del mundo, un mundo lleno de mal y muerte.
        En Canberra (1991) pedimos al Espíritu Santo que renovara toda la creación.
        Y ahora en Harare buscamos a Dios con la alegría de la esperanza.

Buscar a Dios, volverse a Dios, constituye un nuevo tipo de relación con Dios, con el prójimo, con la humanidad y con la creación.

La esperanza cristiana tiene su raíz en la nueva vida dada al mundo por la cruz y la resurrección. Nuestra esperanza no es una realidad teórica, una escatología no realizada. Nuestra esperanza es consustancial. Somos un pueblo de esperanza (Rm. 5:4-5), somos un pueblo peregrino en marcha hacia el Reino.

78. El Jubileo es un llamamiento a la reconciliación y a un nuevo comenzar. Nos acercamos a un momento decisivo en la historia. ¿Estamos dispuestos a vivir el Evangelio y llevarlo al mundo proclamándolo, mediante el testimonio en la vida e incluso el martirio, como fuente de liberación, reconciliación y transformación? ¿Estamos dispuestos a reafirmar nuestro compromiso con la unidad visible? Después de un largo proceso común de reflexión teológica y convergencia sobre el bautismo, la eucaristía y el ministerio (BEM), ¿somos bastante valientes para reconocer el bautismo mutuo como paso concreto adelante en nuestra búsqueda común de la unidad plena y visible? En el año 2001, los dos cálculos actuales de la Pascua, es decir los calendarios gregoriano y juliano, caerán en la misma fecha (15 de abril). ¿No podría ser esto el comienzo de una celebración común de la Pascua?

79. En verdad es ésta una Asamblea crítica. Hemos venido aquí con esperanza y desánimo, entusiasmo y frustración. ¿No es esta paradoja parte de nuestra vida en común? Somos diferentes unos de otros, y lo seguiremos siendo en muchos aspectos. Pero lo que nos reúne es la visión común de unidad, y nuestro firme compromiso de trabajar juntos hacia ese objetivo. El 13 de diciembre, durante la celebración del cincuentenario del CMI, se nos invitará a reafirmar nuestro compromiso diciendo:

"Queremos permanecer juntos...
Ni la ausencia de progreso, ni los retrocesos,
Ni los fracasos ni las incertidumbres
Ni el miedo ni las amenazas
harán decaer nuestra voluntad de avanzar juntos hacia la unidad,
de acoger a todos los que deseen unirse a nosotros
de ampliar nuestra visión común
y de descubrir nuevas formas de dar testimonio y de actuar juntos en la fe."
No hay crecimiento sin riesgo. Pero debemos crecer juntos de manera responsable, interpelándonos, comprendiéndonos y respetándonos unos a otros. Este es el llamamiento de Dios. Esta es la misión sagrada que se nos ha asignado. Mi deseo profundo es que nuestras oraciones y meditación, nuestras reflexiones y decisiones en los próximos días se fortalezcan, enriquezcan y orienten con esta visión y este compromiso. Y, con esta esperanza en el corazón, "Busquemos a Dios con la alegría de la esperanza".
ARAM I
CATHOLICOS DE CILICIA
Noviembre de 1998
Antelias-Líbano

Notes:

1. Visser't Hooft, W.A. ed., The Evanston Report: the Second Assembly of the World Council of Churches, 1954, Londres, 1955, SCM press, p.1.
2. The Nature and Purpose of the Church: A Stage on the Way to a Common Statement, Documento de Fe y Constitución Nº 181, próxima aparición, párr. 52, p.25.
3. Thomas F. Best and Martin Robra, editors, Costly Commitment, in Ecclesiology and Ethics: Ecumenical Ethic Engagement, Moral Formation and the Nature of the Church, Ginebra, WCC Publications, 1997, párr. 17, p.28.
4. Cartas Vivas: Informe sobre las visitas a las iglesias durante el Decenio Ecuménico de Solidaridad de las Iglesias con las Mujeres, Ginebra, WCC Publications, 1997.
5. Paton, David M., ed., Breaking Barriers, The Official Report of the Fifth Assembly of the World Council of Churches, Londres, SPCK, 1976, p.316.
6. Building a Just and Moral Economy for Sustainable Communities: Statement to the High-Level Segment of the 5th Session of the UN Commission on Sustainable Development, por la Comisión de las iglesias de Asuntos Internaciones del Consejo Mundial de Iglesias, 10 de abril de 1997, Nueva York, pp.1-2.
7. Visser't Hooft, W.A., ed., The First Assembly of the World Council of Churches, held at Amsterdam 1948, Londres, SCM Press, 1949, p.78.
8. Ha llegado la hora, Documento final y otros textos: Convocación Mundial sobre Justicia, Paz e Integridad de la Creación, Seúl, 1990, Ginebra, WCCPublications, 1990.
9. Amsterdam 1948, p.9.
10. Ibid., p.28-29.
11. Ibid., p.56.
12. Preámbulo de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
13. Op.cit., p.33.
14. Evanston 1954, p.1.


Plenarias delibertivas
Octava Asamblea y 50 Aniversario
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