consejo mundial de iglesias

octava asamblea y 50 aniversario
material preparatorio

Reunión de Información y Debate sobre la Unidad IV: Compartir y Servir

Orden del día anotado

Primera sesión
1. Acogida y presentaciones
2. Introducción a la reunión de información y debate
3. Exposición general de las orientaciones y logros más importantes de la Unidad a lo largo de los siete últimos años con la presentación en vídeo de:
  • la estrategia para el jubileo como principio y dinámica de la acción;
  • los cuatro mandatos en el marco de la estrategia para el jubileo que han dado forma a la labor de cada equipo dentro de la Unidad;
  • los beneficiarios del jubileo: los marginados y los excluidos.

El texto del vídeo está tomado directamente del informe de evaluación titulado "Compromiso con el Jubileo: Estrategias de Esperanza en Tiempos de Crisis", que sirvió de base para el informe sobre la Unidad IV que se publicó en "De Canberra a Harare" y para este documento. El informe completo está a disposición de los participantes en la reunión de información y debate. Las intervenciones servirán de base para determinar las cuestiones clave por lo que respecta a la evaluación.

Segunda sesión
En esta sesión se volverán a tratar algunas orientaciones y logros importantes puestos de relieve en la anterior sesión, a fin de ayudar a los delegados a hacer una evaluación crítica del período en examen sobre la base del vídeo y de preguntas destinadas a suscitar comentarios y críticas. Entre los temas destacados figurarán los siguientes:

  • El compartir equitativo: la experiencia de la mesa redonda asiática
  • Capacitación para la participación: la experiencia africana del desarrollo de las capacidades locales
  • Solidaridad concreta con los niños: la experiencia latinoamericana
  • La defensa de los derechos para preservar la dignidad y el desarrollo de recursos a nivel regional: la experiencia de la región del Pacífico
  • La labor del Servicio de Refugiados y Migrantes en la formulación de una teología y una metodología para la iglesia del forastero, en la formación de redes de acción y promoción de derechos humanos a nivel mundial y en la acción local por y con los refugiados y los migrantes.

Tercera sesión
Perspectivas de futuro: ¿Qué lecciones podemos sacar de este período? ¿Qué nuevas orientaciones para el futuro se derivan de este informe? ¿Cómo se reflejan esas preocupaciones en los detalles de la nueva visión y el nuevo perfil del CMI? Se invitará a los miembros del Comité de Orientaciones Programáticas a que presenten sus observaciones sobre estas cuestiones al comienzo de la sesión, y se pedirá luego a los participantes que entablen con ellos el diálogo.

Informe sobre Compartir y Servir

Antecedentes
Como sabemos, desde los comienzos del CMI, la familia ecuménica ha asignado un lugar especial a las acciones concretas de solidaridad para responder a las necesi-dades humanas. La Comisión de Ayuda Intereclesiástica, Servicio Mundial y Refugiados (CAISMR) del CMI, antecesora de la Unidad IV, trasmitió un importante legado en el que exhortaba a las iglesias a reivindicar su papel diaconal profético tanto a nivel local como mundial. En el presente informe se hace una recapitulación de los últimos siete años de la Unidad IV y de la forma en que las iglesias han respondido a ese llamamiento. Durante esos años, el mundo ha experimentado cambios sorprendentes, y lo mismo ha ocurrido en la labor de diaconía a nivel ecuménico. Sin embargo, esos cambios no comenzaron súbitamente en 1991, sino que hunden sus raíces en el pasado.

Upsala 1968
La asamblea del CMI en Upsala hizo suyos y encarnó dos enfoques contradictorios de desarrollo. Por una parte, se dijo, las sociedades pueden adaptarse y tratar de erradicar la pobreza reproduciendo los beneficios del capitalismo occidental en todo el mundo y por otra parte, los defensores de los sectores más vulnerables pueden tratar de promover un cambio revolucionario que conduzca a la liberación de los oprimidos.

La primera opción demostró estar cargada de paternalismo y de condescendencia colonialista, con escasa conciencia de los problemas económicos y ecológicos. La segunda suponía un gigantesco desafío: cambiar o derrocar las estructuras políticas y económicas que son causa de la pobreza y la injusticia en todo el mundo. Ambos enfoques se han expresado de diferentes maneras a lo largo de los años y todavía siguen influyendo en los acontecimientos actuales. Y lo hacen mediante dicotomías y oposiciones: caridad y cambio; "que todo siga como está" y la revolución o reforma; economía tradicional y nueva economía; hegemonía de las élites y democracia; poder empresarial y la comunidad; competencia y cooperación; derecha e izquierda.

Lárnaca 1986
Al formular esas opciones, Upsala ayudó a las iglesias a ir más allá de un estricto enfoque paternalista, poniendo en tela de juicio el statu quo. Esto suponía mirar más allá de las preocupaciones y objetivos inmediatos y contemplar la situación desde una perspectiva más amplia. Veinte años más tarde, en Lárnaca, Chipre, en 1986, la Comisión de Ayuda Intereclesiástica, Servicio Mundial y Refugiados (CAISMR) organizó una consulta mundial con el título: "Diaconía 2000: Llamados a Ser Prójimos". La reunión de Lárnaca marcó el comienzo de una ruptura radical con el pasado.

Antes de Lárnaca, la CAISMR había tratado de promover la reflexión acerca de la justicia, su relación con el servicio y la diaconía y la relación entre situaciones locales y mundiales. Sin embargo, en Lárnaca, las iglesias reconocieron juntas la necesidad de una diaconía (servicio cristiano) más global y liberadora, cuya finalidad fuese la transformación y el cambio a todos los niveles. Como resultado de ello, la Unidad se esforzó aun más para ayudar a las iglesias y los grupos conexos a reflexionar acerca de las principales causas de los problemas, así como para encontrar métodos que les permitiesen responder de forma más cabal a las necesidades de las personas. Se decidió dedicar menos tiempo en las reuniones de los grupos regionales a la enumeración y selección de proyectos para su financiación, y ocuparse más bien del análisis y la reflexión. Así pues, la CAISMR ya no participó tan activamente en los proyectos, y estableció un sistema de proyectos prioritarios a fin de responder de manera muy concreta a las necesidades y los problemas más apremiantes del Movimiento Ecuménico.

El mandato de la CAISMR era "ayudar a las iglesias a manifestar su solidaridad compartiendo sus recursos humanos, materiales y espirituales, y facilitar ese intercambio a fin de promover la justicia social, el desarrollo humano y el alivio de los necesitados...". En Lárnaca se hicieron a la CAISMR las siguientes recomendaciones:

  • estar abierta a todos (en particular las mujeres, los jóvenes y los niños);
  • compartir la responsabilidad con otros y rendirse cuentas mutuamente;
  • dar los medios a las personas para que sean dueñas de su propia vida;
  • expresar solidaridad con quienes luchan por la justicia;
  • actuar en todos los continentes allí donde existen necesidades;
  • trabajar por la transformación de las estructuras injustas (las principales causas de la injusticia);
  • establecer relaciones de colaboración basadas en el respeto mutuo;
  • ayudar a las personas a hablar de sí mismas y a intercambiar informaciones;
    y, por consiguiente, ayudar a las iglesias locales a que utilicen su potencial y promuevan cambios positivos en la vida de las personas y de las comunidades.

Los participantes en la consulta de Lárnaca ampliaron el concepto de diaconía para incluir formas de ayuda que están más allá de lo meramente material. Aunque siempre se ha manifestado (y sigue manifestándose) la necesidad de una redistribución equitativa del dinero y de otros recursos materiales entre las personas necesitadas, la nueva diaconía, sin dejar de lado este aspecto importante, adquirió una dimensión más amplia y total, incluyendo otras necesidades a veces menos evidentes. Esta diaconía se centra en las personas a nivel local, pero sigue consciente de los lazos que unen a todos los pueblos del mundo. Y es más profética al denunciar la injusticia e incluir nuevos modelos del compartir de recursos. Llega a todos los marginados con un espíritu de solidaridad. Y actúa sobre todo por medio de la iglesia local, que esta Consulta afirmó como el principal agente de este nuevo concepto de servicio.

El Escorial 1987
El año siguiente a la reunión de Lárnaca tuvo lugar otra consulta mundial del CMI en El Escorial, España. Con el título de "Koinonía: Compartir la Vida en una Comunidad Mundial", esta consulta centró sus trabajos en el compartir de recursos. Se establecieron directrices para lo que se llamó una "disciplina ecuménica" para el compartir de recursos. Los participantes se comprometieron a:

  • adoptar un sistema de valores fundamentalmente nuevo;
  • hacer participar a todos los marginados... en pie de igualdad;
  • identificarse con los pobres y los oprimidos y con sus movimientos;
  • denunciar y combatir las causas profundas y las estructuras de la injusticia;
  • capacitar a las personas... para que desarrollen sus posibilidades y facultades;
  • rendirse cuentas y corregirse mutuamente;
  • mantener relaciones de igualdad;
  • promover la misión total de la iglesia;
  • derribar todas las barreras que separan las distintas religiones e ideologías;
  • hacer frente a los mecanismos internacionales que privan de sus recursos a los pueblos;
  • traspasar el poder de establecer prioridades a quienes se les niega injustamente;
  • facilitar y fomentar el diálogo y la participación;
  • promover y fortalecer el compartir ecuménico.

Al igual que en Lárnaca, en El Escorial se hizo hincapié en la misión holística de la iglesia y se dijo que la separación entre las necesidades espirituales y materiales es artificial. En consecuencia, se añadió, el compartir de recursos entre el Norte y el Sur debería ser un proceso en ambos sentidos, en el que se tengan en cuenta todas las dimensiones de la comunidad.

De Evian a Alejandría 1992-1995
Fue con ocasión de la primera reunión de la Comisión de la Unidad IV, celebrada en Evian, Francia, en 1992, que se tuvo una conciencia más clara de que el mundo pasaba por grandes cambios. En esta reunión se destacó que para que la Unidad IV pudiese responder a las necesidades de las iglesias y de sus comunidades era necesario interpretar esos cambios con espíritu profético. Parecía como que el mundo estaba sujeto a crisis inesperadas y más que nunca urgentes. Así pues, era necesario mejorar la preparación y la capacidad de la Unidad para poder responder rápidamente. Pero, ¿cómo podría responder rápidamente y con flexibilidad con recursos limitados?

La Comisión reunida en Evian expresó honestamente algunas dudas acerca de sus posibilidades. La reunión consideró que el problema mundial más importante al que había que hacer frente era la necesidad de dar los medios a las personas para que luchasen contra el sufrimiento y la injusticia. Pero con tantos graves problemas en el mundo era extremadamente difícil abordar sólo algunos de ellos. No se contaba con un procedimiento formal para establecer las prioridades, de la misma manera que "faltaba organización en el mundo en el que estamos trabajando". Los modelos para el compartir y servir utilizados por la Unidad también se resienten a veces de esa falta de coherencia.

Para tratar de estructurar el debate, la Comisión decidió iniciar con las iglesias miembros, un proceso común de acción-reflexión sobre diaconía, en el marco del cual fuese posible definir lo que hoy día entendemos por diaconía. Este proceso permitió presentar once características del concepto de diaconía al Comité Central, en 1994, que fueron sometidas a las iglesias para examen y reflexión. Las características del concepto de diaconía propuesto son las siguientes: a) dar prioridad a los menos favorecidos;
b )la reciprocidad, pues los que sirven a los necesitados reconocen su propia necesidad de recibir y que los necesitados tienen algo para dar;
c) actuar con los que se pretende servir, y no para ellos, ni por ellos o por encima de ellos;
d) respetar el propio juicio de los necesitados por lo que respecta a sus necesidades y la mejor forma de atenderlas;
e) dar los medios a los necesitados de ser dueños de su propio destino;
f) responder a las necesidades inmediatas y, al mismo tiempo, tratar de entender, resistir y transformar los sistemas que los originan o las agravan;
g) compartir los recursos que promueven la vida;
h) permanecer fiel y negarse a abandonar a los necesitados, pese las dificultades;
i) reconocer el costo inevitable así como el beneficio;
j) rendir cuentas a los que se sirve;
k) no poner límites a la compasión.

Posteriormente, esas características fueron estudiadas por las mujeres que formaban parte de la Comisión. En su informe, "No Boundaries To Compassion?", estimaron que en esas "directrices" no se tenía suficientemente en cuenta el enfoque comunitario que las mujeres aportan al servicio, y que, en el lenguaje y en el tono, mantenían el modelo de colaboración paternalista que ya en Lárnaca se había pedido que se abandonase. Así pues, desde la perspectiva de un enfoque de género, este grupo redactó las directrices siguientes:

a) La diaconía supera la subordinación de las personas.
b) La diaconía es mutua porque expresa nuestras necesidades comunes y diferentes.
c) La diaconía nos induce a forjar un camino en el que podamos andar juntos.
d) La diaconía capacita a las personas para la participación y les da dignidad para que puedan conocerse a sí mismas y expresarse.
e) La diaconía reconoce el derecho a la libre determinación que Dios ha dado a cada comunidad.
f) La diaconía impugna la injusticia de manera global mediante acciones inmediatas y a largo plazo.
g) La diaconía protege y comparte los recursos que sustentan la vida.
h) La diaconía alimenta y sustenta las comunidades oponiéndose a su marginación y su exclusión.
i) La diaconía reconoce los riesgos inevitables que conllevan el dar y el recibir, el pedir y el conceder, al restaurar la comunidad dándole instrucción.
j) La diaconía nos ayuda a ser conscientes de las contradicciones entre lo que creemos, lo que decimos y lo que hacemos, y nos impulsa a una mayor integridad.
k) La diaconía expresa la compasión ilimitada de Dios sin abusar de la dignidad del servidor.

La siguiente reunión de la Comisión, celebrada en Bangkok, Tailandia, en 1993, fue especialmente significativa, en la medida en que ató los cabos del análisis, el pensamiento y la práctica que se habían ido desarrollando a lo largo de años anteriores. En ella se confirmó y se dio mayor impulso a la regionalización de la labor y la organización de la Unidad, se estudiaron detenidamente los problemas específicos de las mujeres y los jóvenes, y la forma de abordarlos, y se mencionó, por primera vez, el "jubileo": "La noción de Año del Jubileo combina los viejos valores y la idiosincrasia de los pueblos y comunidades israelitas con normas para impedir el establecimiento... de estructuras asimétricas injustas."

En la reunión de la Comisión que se celebró en Alejandría, Egipto, en 1995, se examinó y aprobó una "Estrategia para el Jubileo, -Plan cuadrienal 1995-1998". El personal había empezado ya a aplicar el plan, que se esperaba proporcionaría a la Unidad una declaración clara y precisa y una estructura integrada para su trabajo. En el plan se trataron de aplicar los principios del jubileo bíblico al mundo actual, se redefinieron los cuatro elementos fundamentales del mandato de la Unidad y se determinaron cinco sectores del "pueblo del jubileo" que deberían beneficiarse ante todo de las acciones prácticas de solidaridad:

1) Las necesidades y los derechos de los niños.
2) Las necesidades y los derechos de las mujeres marginadas y excluidas.
3) Las necesidades y los derechos de las personas marginadas por razones económicas y políticas.
4) Las necesidades y los derechos de las personas desarraigadas.
5) Las necesidades y los derechos de las personas víctimas de los conflictos y las catástrofes.

Estrategia para el Jubileo 1995-1998

Examen del mandato
El Programa del Consejo Mundial de Iglesias sobre Compartir y Servir ayuda a las iglesias miembros y a los órganos y organismos de cooperación ecuménicos a:

promover comunidades viables para los marginados y los oprimidos basadas en el respeto de la dignidad humana,
1) trabajando con los marginados y los excluidos para lograr un compartir de recursos justo, mediante modelos alternativos de cooperación internacional y una mejor comprensión de la diversidad de recursos que se necesitan (económicos, ecológicos, sociales, culturales y espirituales) para crear comunidades viables;
2) promoviendo acciones concretas de solidaridad que reflejen nuestro compromiso con un compartir de recursos más justo en medio de la pobreza, el desplazamiento y la exclusión cada vez mayores, a los niveles local y regional;
3) promoviendo la capacitación y la autonomía de las comunidades para que puedan descubrir y desarrollar su potencial y sus recursos, y sea posible preservar la dignidad de las personas y las comunidades y su derecho a determinar su propio destino;
4) promoviendo la formación de redes y la defensa de los derechos de comunidades desarraigadas, marginadas y víctimas de conflictos y de catástrofes, para que puedan expresarse libremente a todos los niveles: local, nacional e internacional.

Durante los últimos decenios se ha reflexionado mucho acerca de la definición del compartir. La reflexión sobre quién debe compartir, qué debe compartir y con quién, en una perspectiva ecuménica y de desarrollo se ha ampliado para incluir nuevos enfoques, especialmente teniendo en cuenta que siguen persistiendo las desigualdades estructurales entre pueblos y regiones a pesar de los esfuerzos para eliminarlas.

En El Escorial, en 1987, Sithembiso Nyoni, originario de Zimbabwe, insistió en la necesidad de considerar los recursos en su totalidad, de tal manera que "compartamos lo que somos, antes de compartir lo que tenemos". Esta noción amplía el alcance del compartir y lo hace mucho más difícil en la práctica. Si lo único que hay que compartir es el dinero, entonces la cuestión de quién comparte qué, con quién, tiene fácil respuesta: los ricos países del Norte canalizan dinero hacia los países pobres del Sur.

Pero ¿qué significa compartir lo que somos? Una deducción inmediata es que todos nosotros compartimos algo con los demás, porque todos somos personas, todos somos "lo que somos". El compartir se convierte en un proceso dinámico, que puede o no entrañar la transferencia de dinero. También supone partir de una posición de relativa igualdad: si todos compartimos, todos tenemos algo que dar, algo que recibir y algo que aprender.

En su reunión de Bangkok, la Comisión habló en ese contexto de "resistencia simbólica y cultural". Se trata de una noción y de una práctica con posibilidades y promesas. Esa resistencia se refiere en parte a las convicciones y prácticas de las comunidades pobres y marginadas que tratan de luchar contra las fuerzas que los oprimen. Como veremos, las ideas y las actividades que esas comunidades planifican para superar sus dificultades son extraordinariamente creativas: constituyen una parte considerable de la esperanza para el futuro que todos compartimos. Si pensamos en esas expresiones populares como recursos para llevar a cabo el cambio, resulta evidente que tienen por objeto el compartir. Otra ventaja de esta forma de compartir es que es especialmente idónea para el compartir entre esas comunidades, en otras palabras: entre Sur y Sur.

De esta forma, y por otros medios, el compartir se convierte en una redistribución no sólo de las riquezas, sino también de los recursos psicológicos y espirituales, así como de las oportunidades. Trascendemos, así, una definición simplista del desarrollo como mera cuestión de economía, pasando a otra interpretación en la que se da valor a la vida en todos sus aspectos.

Además de esta reflexión ecuménica sobre el significado de solidaridad y de servicio mediante el compartir justo y equitativo de nuestros recursos, la Unidad promovió estudios para seguir de cerca y evaluar la práctica. En el estudio sobre "Motivaciones y consecuencias de la política de concentración" se hace un detenido análisis de las nuevas formas de cooperación para el desarrollo en el marco de las asociaciones ecuménicas. Este estudio y los debates conexos reflejan la preocupación fundamental respecto a la integridad y la viabilidad futuras del sistema del compartir de recursos ecuménicos. Los cambios geopolíticos, que determinan las políticas gubernamentales de desarrollo internacional, tienen una profunda influencia en las posibilidades y las limitaciones de los organismos ecuménicos internacionales de desarrollo. La nueva exigencia de eficacia, así como los nuevos criterios para evaluar las consecuencias y el éxito han modificado el tono de los debates. Todo esto da lugar a un momento de kairos, en el que debemos evaluar juntos cómo el entendimiento y la visión comunes del Movimiento Ecuménico pueden influir e influirán en nuestra forma de compartir y de trabajar unidos para promover la dignidad humana y una comunidad viable entre los marginados y los excluidos.

Estructuras para el compartir
La regionalización de la Unidad IV es una respuesta a la necesidad de delegar responsabilidad y poder. Para llevar a cabo esta forma de compartir, en la Unidad IV se han creado seis estructuras principales: Grupos Regionales, Mesas Redondas, el Servicio de Refugiados y Migrantes, el Programa de Becas, una respuesta en casos de urgencia (ACT) y la Fundación de Préstamos a las Iglesias(ECLOF).

1) Grupos regionales. Los grupos regionales establecidos, en 1972, por la CAISMR tienen por objeto determinar las necesidades de las iglesias y establecer el orden de prioridades para el trabajo ecuménico. Una tarea importante era seleccionar los proyectos que se le presentaban para su financiación por las iglesias y los organismos ecuménicos de cooperación. Sin embargo, después de la reuniones de Lárnaca y de El Escorial, abandonaron en gran parte esa función y empezaron en cambio a analizar más detenidamente la situación en cada región, en particular la situación ecuménica, y a formular recomendaciones acerca de las prioridades ecuménicas y de la forma en que deberían compartirse los recursos y quién debía hacerlo. Para ello, necesitaban gozar de la máxima credibilidad y ser lo más representativos posible. En consecuencia, los grupos regionales incluyen actualmente entre sus miembros representantes de las iglesias de la región, de organismos de cooperación del Norte, de la Unidad IV, y de redes y movimientos ecuménicos. También son miembros las organizaciones ecuménicas regionales. Los grupos regionales tratan también de incluir representantes del pueblo del jubileo al que desean ayudar, especialmente mujeres, jóvenes y otros grupos marginados. Pueden estar también representados movimientos no relacionados con las iglesias, y también pueden ser miembros especialistas en determinadas cuestiones. Los grupos regionales deben, en principio, realizar varias funciones importantes proporcionando:

  • análisis políticos y sociales de su región, así como la base teológica para la diaconía;
  • directrices concretas y un orden de prioridades para la acción;
  • asesoramiento a las iglesias regionales y a la Unidad IV sobre políticas y programas;
  • una contribución concreta, por ejemplo, en forma de proyectos prioritarios que puedan servir de modelos de estrategias para abordar cuestiones regionales.

Los grupos regionales también han facilitado la comunicación de su trabajo y el intercambio de información entre las regiones.

2. Mesas redondas. Las mesas redondas patrocinadas por el CMI se iniciaron como instrumento del compartir ecuménico de recursos entre las instituciones de cooperación, como alternativa al modelo de proyecto de desarrollo y financiación. Los proyectos solían ser a corto plazo, fragmentarios, sin relación unos de otros y sin fondos garantizados para financiarlos. Se esperaba que la organización de mesas redondas y foros nacionales, así como la elaboración de documentos normativos permitiría una planificación más estratégica de los programas. Las oficinas regionales del CMI están particularmente bien situadas para ello y para apoyar a las iglesias cuando tratan de poner en práctica sus programas ecuménicos. Las mesas redondas estaban compuestas por representantes (del Norte y del Sur) de los consejos nacionales de iglesias (CNI), organismos de financiación, juntas misioneras y el CMI. Para empezar, se estudiaron los programas y se decidió acerca de la financiación.

El hecho de que las mesas redondas presten una atención excesiva a las cuestiones de dinero y a las prioridades de los CNI, más bien que a las de las iglesias que estos representan, va en detrimento del enfoque global deseado. Sin embargo, la reorientación de su funcionamiento para que dejen de ser operativas y actúen más bien como coordinadoras las ha convertido en un foro altamente influyente y valioso para todas las entidades involucradas.

3. El Compartir de Recursos del Servicio de Refugiados y Migrantes. Durante los últimos siete años, se desarrolló un sistema de compartir recursos de común acuerdo con los interlocutores del Servicio de Refugiados y Migrantes (SRM). Este proceso se basa en la coordinación de la interrelación entre la política, los programas y el compartir de recursos. Se reforzaron los grupos de trabajo regionales ya existentes, compuestos por miembros de las iglesias y especialistas, y se formaron otros nuevos, que se ocupan de establecer el orden de prioridades para el trabajo ecuménico prácticamente en todas las regiones. Varios de esos grupos participan en la formulación de las recomendaciones al CMI sobre el compartir de recursos. Esta red mundial de grupos especializados permite al SRM la distribución de material y de otros medios partiendo de la base de una evaluación general, mundial y regional de las necesidades y de las prioridades. El compartir de recursos a nivel regional está vinculado a un sistema de intercambio interregional y mundial de perspectivas, y facilita tanto la coordinación como la acción común entre las entidades concernidas. Esta vinculación entre política y financiación favorece el desarrollo y la utilización de experiencia ecuménica especializada.

4.Becas. Las becas del CMI, destinadas a las iglesias y a las organizaciones conexas, tienen por finalidad aumentar la capacidad de esas organizaciones y promover el desarrollo de su personal. Dado que las becas se consideran parte del compartir ecuménico de recursos, también se espera que los candidatos puedan aportar una contribución importante al desarrollo de las relaciones y de la comprensión entre las distintas iglesias y denominaciones.

El programa cuenta con una red de 160 corresponsales nacionales que trabajan con comités nacionales de becas, que se encargan del proceso de selección y velan por que las solicitudes enviadas al CMI incluyan todos los datos necesarios y ayudan a los becarios en sus trámites preliminares.

5. ACT (Acción Conjunta de las Iglesias). ACT Internacional es una red ecuménica mundial que se creó en 1995 para responder a la necesidad de mejorar la distribución de los recursos, y la capacidad y las acciones en el marco de las situaciones de urgencia. En 1996, la ayuda de urgencia prestada por la red ACT totalizó 32 millones de dólares EE.UU., de los cuales frica recibió 20 millones; Asia y el Pacífico, 3,9 millones; Europa, 5,6 millones; América Latina y el Caribe, 1 millón, y el Oriente Medio, 1,2 millón.

6. ECLOF (Fundación Ecuménica de Préstamos a las Iglesias). Este sistema de crédito ecuménico fomenta la dignidad y la autonomía ofreciendo préstamos a interés bajo, reembolsables en moneda local, a las iglesias y a las comunidades y los grupos de personas marginadas y excluidas. ECLOF ha evolucionado con-siderablemente en los últimos siete años, mejorando la eficacia de los comités nacionales, que son los instrumentos nacionales del compartir de recursos.

Solidaridad, capacitación para la participación y promoción de derechos
Acciones prácticas. Hablar de solidaridad es hablar de personas solidarias. Podemos solidarizarnos con las creencias, los valores y los objetivos de otros, pero si esa actitud no se manifiesta de forma concreta, no sirve para mucho. A medida que ha ido evolucionando en su conjunto, la Unidad IV ha ido asumiendo cada vez más una función de facilitación y promoción de (según se dice en su mandato) "acciones prácticas de solidaridad que reflejen nuestro compromiso con un compartir de recursos más justo en medio de la pobreza, el desplazamiento y la exclusión crecientes, en los planos local y regional".

Tradicionalmente se consideraba que mediante las "acciones prácticas" de la Unidad se producían y canalizaban fondos gracias a sus distintos sistemas de compartir los recursos. Sin embargo, el personal de la Unidad y sus copartícipes consideran cada vez más que posibilitar acciones concretas y eficaces por parte de las iglesias de todo el mundo es el objetivo de la interrelación de sus actividades - compartir de recursos, aumento de la capacidad institucional, acopio de información y análisis, y formación de redes de acción y promoción de derechos.

Aumento de la capacidad y de la autonomía. El aumento de la capacidad mediante la formación, el intercambio de información y el análisis y los intercambios internacionales, ha tenido siempre importancia prioritaria en el CMI, y se ha fomentado mediante programas como las becas ecuménicas, que siguen siendo la principal puerta de entrada en la vida ecuménica para muchas personas. En 1994, por ejemplo, se concedieron 275 becas, el 66 por ciento a hombres y el 34 por ciento a mujeres. Se prevé aumentar en el futuro el número de becas para mujeres.

Los grupos regionales y las mesas redondas determinan a menudo las necesidades de formación de las iglesias y de las comunidades. Un ejemplo es un taller organizado en abril de 1997 en Freetown, Sierra Leona, a petición del grupo regional africano, para ayudar a desarrollar una estrategia para la capacitación de las mujeres en sus respectivos países y en la subregión. En el taller estuvieron representados cinco países. Esta reunión es un ejemplo de los esfuerzos concertados de la Secretaría para frica y del Programa de Becas, e ilustra el cambio desde el sistema de proyectos y becas individuales al de una planificación y programación más estratégicas y sistemáticas en la esfera de la capacitación institucional.

En los últimos años la labor de las secretarías regionales se ha centrado en las iniciativas de capacitación para responder a las situaciones de urgencia. Al aumentar e internacionalizarse el trabajo de emergencia, es cada vez más importante que el CMI ayude a las iglesias locales y a las poblaciones indígenas a intervenir en esas situaciones. Para responder a las situaciones de emergencia, es indudable la importancia de la participación activa de las iglesias locales en los servicios de consejos, en la reconciliación de la comunidad y en las tareas de reconstrucción.

Unida a la tarea de la capacitación institucional está la creciente necesidad de formación ecuménica. De ahí la importancia de talleres regionales y mundiales con dirigentes de iglesias y ecuménicos, así como con personal de organismos internacionales. Se ha elaborado un programa que los organismos de cooperación podrán utilizar con los nuevos miembros del personal y con aquellos otros que no estén familiarizados con el Movimiento Ecuménico y sus objetivos. En las regiones, la atención se ha centrado en la futura viabilidad del Movimiento, fomentando la autonomía y la renovación.

Por último, la Unidad ha tratado de desarrollar y promover directrices sobre cuestiones de género para la labor de compartir y servir, consciente de que este enfoque ofrece una nueva forma de realizar la visión de comunidad basada en la igualdad entre hombres y mujeres y en el respeto mutuo.

Formación de redes de acción y promoción de derechos. La formación de redes de acción y promoción de derechos permite relacionar el plano local con el plano mundial. La formación de redes permite que comunidades diferentes pero preocupadas por el mismo problema se conozcan entre sí.

Mediante la promoción de derechos es posible sensibilizar a los organismos de cooperación e instancias de toma de decisiones internacionales por lo que respecta a problemas específicos (y sus distintas manifestaciones locales). Cabe señalar que los grupos marginados son excluidos sistemáticamente de la adopción de decisiones que afectan su vida. La mundialización de la toma de decisiones políticas y económicas ha hecho prácticamente imposible determinar quién es, en último término, responsable de las medidas que afectan profundamente a la población local. Si queremos que se oiga la voz de la iglesia, es necesario que participe en la toma de decisiones a nivel nacional e internacional.

Para ser eficaz, la promoción de derechos debe realizarse en los planos local, nacional e internacional. A nivel local eso significa dar los medios a los grupos y las comunidades para que puedan expresar su opinión e influir en las decisiones que tome la administración local, a fin de mejorar las condiciones de vida de las personas. A nivel nacional, significa alentar y apoyar la mediación de las organizaciones eclesiales nacionales y ecuménicas, y exhortar a los dirigentes de iglesias para que tomen parte en los debates de política nacional. A nivel internacional, significa tratar de influir en las organizaciones ecuménicas, en las instituciones intergubernamentales y en las Naciones Unidas. La mundialización ha reducido drásticamente el poder de los gobiernos nacionales para asumir esta función; de ahí la importancia de los esfuerzos del CMI.

Este enfoque global de la promoción de derechos requiere un seguimiento y una evaluación cuidadosos, así como una planificación y coordinación adecuadas para lograr la máxima eficacia y la necesaria adaptación según la experiencia y los resultados. Sobre todo, la promoción de derechos debe basarse en criterios éticos, evitando siempre poner en peligro vidas humanas. Por ejemplo, muchas iglesias están expuestas a persecución debido a su condición de minoría o porque su país está gobernado por un régimen opresivo. En otros casos, las iglesias pueden estar próximas al poder o verse de algún modo privilegiadas por el Estado. Por supuesto que ambas situaciones van acompañadas de ciertos problemas y riesgos.

La concientización respecto a la formación de redes de acción y promoción de derechos hace necesario el uso apropiado y profesional de información a fin de poder comunicar tanto los problemas que preocupan como los signos de esperanza. Las muchas cosas buenas que se han conseguido y que se están consiguiendo en todo el mundo, todas las cuales han significado un avance para la vida de muchísimas personas, deben tenerse presentes como ejemplo y modelo de lo que es posible. Esas iniciativas son otras tantas señales positivas de esperanza y de fe.

La organización de campañas internacionales es a veces el medio más eficaz de llamar la atención acerca de graves problemas de alcance mundial y de lograr cambios en la política internacional. Paralelamente a las iglesias miembros, el CMI ha iniciado en los últimos años varias campañas importantes, y ha participado en otras. En cada caso, el punto de acceso fue un compromiso fundamental con el pueblo del Jubileo: las mujeres, los niños, los desarraigados y los marginados por razones políticas y económicas.

1. Solidaridad con las personas marginadas por razones políticas: Formación de redes de acción y promoción de derechos con las iglesias para oponerse a los ensayos nucleares en el Pacífico La reanudación de los ensayos nucleares franceses en Moruroa y Fangataufa en 1995 causó estupor y desilusión en todo el mundo, pero sobre todo en el Pacífico. A ese respecto, la Secretaría para el Pacífico y la Secretaría de Comunicaciones de la Unidad IV se ocuparon de la coordinación de la acción: recibiendo y difundiendo información, produciendo material de información, (en particular tarjetas postales, un documento de estudio y un cartel), y participando en una amplia serie de reuniones en Europa y en manifestaciones de protesta y entrevistas en Ginebra. El grupo llamado Europe-Pacific Solidarity (EPS) desempeñó una función importante en esta acción. El informe de la Unidad IV presentado al Comité Central del CMI en septiembre de 1995 fue el punto de partida de un proyecto de investigación sobre los efectos de los ensayos nucleares para la salud y el bienestar de la población de la Polinesia francesa; y en octubre de 1997, el Grupo EPS publicó el estudio "Moruroa y nosotros: experiencias de los polinesios durante 30 años de ensayos nucleares en el Pacífico francés". Se pudo determinar, así, que el 16 por ciento tenía menos de 17 años cuando empezaron a trabajar en las centrales de experimentación nuclear francesas. Tan pronto como se hizo público el estudio, provocó reacciones en todo el mundo, en particular en Francia y en la Polinesia francesa, así como en otros Estados insulares del Pacífico.

2. Solidaridad con las personas marginadas por razones económicas: formación de redes de acción para promover la cancelación de la deuda de los países más pobres al entrar en el año 2000. Desde hace tiempo el CMI, las iglesias y las organizaciones conexas han dado importancia prioritaria a ayudar a contrarrestar los efectos de la deuda externa en los países más pobres. Una evaluación del sistema financiero internacional efectuada por el Grupo Consultivo del Consejo sobre Cuestiones Económicas sirvió de base para una declaración del Comité Central sobre la Deuda Externa, ya en 1985; y el CMI ayudó a organizar en Berlín una reunión de información y debate sobre el problema de la deuda, en 1989. Más recientemente, el Consejo ha estado analizando la crisis de la deuda en el contexto de la tradición del Jubileo.

En septiembre de 1997, el Comité Central pidió que se preparase un plan de acción ecuménica para hacer frente al problema de la deuda que sirviera de apoyo a la labor del CMI por lo que respecta a la mundialización, los movimientos sociales y la exclusión. El Comité Central recomendó que el CMI ayudase a las iglesias miembros, en colaboración con las otras organizaciones ecuménicas, a 1) preparar un plan de acción ecuménica para apoyar la cancelación de la deuda externa de los países más pobres para el año 2000, y 2) a mancomunar esfuerzos en el marco de este plan de acción para elaborar una declaración conjunta de las iglesias que pudiera ser aprobada en la Asamblea de Harare.

Las iglesias y las organizaciones conexas han realizado también investigaciones, actividades de presión y campañas para movilizar la opinión pública y los gobiernos en relación con este problema. Se ha convocado una consulta para preparar una declaración a la que responda la Asamblea, establecer un plan de acción ecuménica y elaborar una estrategia para crear un mecanismo internacional que impida que se repita el ciclo de la carga de la deuda impagable. La metodología se basará en el intercambio de experiencias entre iglesias y organismos.

3. Solidaridad con los niños: Formación de redes de acción y promoción de los derechos y de la dignidad de los niños. Desde 1990, la Secretaría de la Unidad IV para América Latina y el Caribe ha trabajado con el Consejo Latinoamericano de Iglesias y el Consejo Nacional de Iglesias de los Estados Unidos para establecer una red de niños marginados. En un principio, se encargaron de establecer esa red grupos de niños y adultos que trabajaban con niños en zonas no atendidas habitualmente por las iglesias. En esas zonas, los niños son a menudo víctimas de la violencia; por ejemplo, en Brasil, los niños de la calle pueden ser el blanco de los escuadrones de la muerte de la policía para "limpiar las calles"; en la República Dominicana, los niños pueden ser abandonados cuando sus padres son deportados a Haití.

Inspirándose en la experiencia de América Latina y en sus relaciones con las iniciativas de los niños en otras regiones, la Unidad IV empezó un proceso de apoyo de los derechos de los niños marginados. El objetivo era apoyar la función mediadora de los mismos niños y respaldar la solidaridad de las iglesias con ellos. El elemento central de la estrategia es la formación de una red ecuménica mundial de niños.

En mayo de 1996, se celebró en Ginebra una consulta entre cuyos participantes figuraban nueve niños procedentes de cinco continentes. Esos niños, que demostraron un valor enorme y gran discernimiento, expusieron con todo realismo los problemas específicos de los niños de la calle, entre otros, la explotación sexual y el trabajo infantil. Cabe señalar que el CMI es una de las pocas organizaciones que da la posibilidad a los propios niños de defender sus derechos y que reconoce la capacidad de los niños para abordar sus propios problemas.

Una segunda consulta se celebró en Brasil en octubre de 1997. Más de 30 niños y jóvenes se reunieron con adultos, en representación de 25 países. Los participantes aprobaron un plan de acción en el que se establecían las próximas etapas para el desarrollo de la red hasta la celebración de la Asamblea y después.

4. Solidaridad con el forastero: Formación de redes y promoción del Año Ecuménico de Solidaridad de las Iglesias con las Personas Desarraigadas, 1997. La urgencia de la situación mundial de refugiados, personas internamente desplazadas y migrantes condujo a la elaboración de una nueva declaración normativa del CMI sobre los desarraigados, los desplazados internos y los migrantes, aprobada por el Comité Central en septiembre de 1995, con el título "Ha llegado el momento de optar por la solidaridad con las personas desarraigadas". Esta declaración fue el resultado de un proceso de consulta y diálogo de 18 meses de duración que llevó a cabo el SRM con iglesias miembros y organismos de cooperación conexos de todo el mundo, muchos de los cuales elaboraron sus propias propuestas celebrando para ello consultas con sus miembros.

Además de la declaración normativa, el Comité Central aprobó dos resoluciones referentes a su aplicación: se pidió a las iglesias que celebraran 1997 como Año Ecuménico de Solidaridad de las Iglesias con las Personas Desarraigadas; y a las congregaciones locales, que recogieran firmas para protestar contra la fabricación de las minas antipersonal y para instar a la inmediata destrucción de las ya existentes.

La inauguración del Año Ecuménico en Ginebra tuvo lugar en marzo de 1997 en ocasión de la reunión anual de la Red Ecuménica Mundial del CMI para los Desarraigados. Las iglesias reaccionaron con entusiasmo y muchas de ellas decidieron extender la campaña hasta 1998, reafirmando así el compromiso ecuménico mundial con millones de refugiados, desplazados internos y trabajadores migrantes. Reanudando el debate sobre lo que significa ser la Iglesia del Forastero, las iglesias han considerado qué medidas son necesarias para expresar en la práctica su solidaridad con los desarraigados.

Como parte de la Campaña Internacional contra las Minas Terrestres, el CMI recogió firmas en apoyo de la campaña y trabajó en estrecha colaboración con la Federación Luterana Mundial para promover una toma de conciencia sobre la necesidad de prohibir el empleo de este tipo de armas, y apoyó la participación de las iglesias en la campaña.

5. Solidaridad con las mujeres: Formación de redes de acción y potenciación de las mujeres mediante la aplicación de un enfoque de género. Habida cuenta de la larga historia de compromiso del CMI con la causa de las mujeres expresado últimamente en el Decenio Ecuménico de Solidaridad de las Iglesias con las Mujeres, la Unidad IV se ha esforzado por promover una toma de conciencia en relación con las necesidades y el potencial de las mujeres, asignando recursos para actividades de promoción de derechos, desarrollo y comunicaciones.

Como se ha dicho anteriormente, el Programa de Becas ha tratado de alentar un número mayor de candidaturas de mujeres. El nuevo impulso dado a las becas de menor duración y la promoción de las instituciones de enseñanza del Sur ayuda también a las mujeres cuyas obligaciones domésticas tradicionales les impiden pensar en la posibilidad de una formación.

A nivel internacional, el SRM actuó como miembro fundador del grupo de trabajo internacional de organizaciones no gubernamentales, que copatrocinó la primera consulta de mujeres refugiadas (1989), de cuyas conversaciones oficiosas resultó la creación, en 1991, de una oficina especial dentro de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) para ocuparse de las necesidades de las mujeres refugiadas.

En su reunión de 1993, la Comisión de la Unidad IV reconoció que sigue habiendo un abismo entre los compromisos expresos con las mujeres y las acciones prácticas. Desde entonces, todas las oficinas han reexaminado el trabajo que llevan a cabo con las mujeres en los grupos regionales y han tratado de reflejar esos compromisos en todos sus ámbitos de responsabilidad.

En respuesta a la continua necesidad de hacer frente a la cuestión de las disparidades basadas en el género en el trabajo de la Unidad, la Comisión decidió en su siguiente reunión (Alejandría, 1995) que las necesidades y los derechos de las mujeres marginadas y excluidas deberían ser uno de los cinco temas prioritarios de la labor de la Unidad. La Comisión reconoció que la solidaridad con las mujeres del jubileo no debía hacer recaer totalmente la responsabilidad del cambio en las mujeres ni colocar aparte sus problemas con la etiqueta de "cuestiones y proyectos de las mujeres". La Comisión recomendó que la Unidad aplicase a este trabajo un enfoque de género.

Durante un período de seis meses, todo el personal de la Unidad examinó la posibilidad de llevar a cabo su trabajo desde una perspectiva de género. Un grupo de promoción de los derechos de las mujeres formuló una serie de directrices: "Orientaciones sobre cuestiones de género: promover la espiritualidad en el compartir y el servir". El punto central del enfoque de género desde el cual se desarrollaron esas orientaciones es el entendimiento de que el designio de Dios para la humanidad se expresa en su amor redentor por la totalidad de la creación, de la que mujeres y hombres son participantes en pie de igualdad.

Las orientaciones se prepararon para ayudar a las secretarías de la Unidad IV a examinar las relaciones entre hombres y mujeres en el trabajo diario y en el contacto con los interlocutores regionales y locales. También se están aplicando en cuestiones de política, de planificación y de control y evaluación de los proyectos.

Lecciones Aprendidas y Orientaciones para el Futuro

Entre finales de 1996 y mediados de 1997, la Unidad IV inició un amplio proceso de evaluación, en particular un intento de examinar el trabajo realizado por la Unidad en su conjunto y por cada uno de los grupos de trabajo de la Unidad, a fin de establecer el orden de prioridades para el futuro.

En la evaluación se apoyaba firmemente el contenido de la declaración sobre la visión ecuménica y se incluían los siguientes componentes:

  • una reflexión interna sobre la labor realizada en los últimos seis años;
  • comentarios por parte de un gran número de entidades (iglesias, organizaciones diaconales, organismos de cooperación internacionales, miembros de grupos regionales, comisionados, ACT, ECLOF y organizaciones no gubernamentales);
  • examen y crítica de las estructuras internas que apoyan el trabajo de la Unidad;
  • identificación de los puntos fuertes y débiles en consulta con la Unidad IV y otras unidades.

Un pequeño comité formado por miembros del personal y consultores redactó un cuestionario para solicitar observaciones por parte de los diversos interlocutores. Las preguntas se referían al mandato de la Unidad y a cuestiones de relaciones, y se pedían comentarios sobre limitaciones, expectativas y prioridades para el trabajo futuro.

Compartir los recursos de forma equitativa
Durante el período en examen se fortalecieron considerablemente las redes y plataformas para la planificación común, el compartir de recursos y la acción. Los organismos de cooperación apreciaron mucho la formación de la red de directores y directoras de organismos de cooperación, y se espera que esto se desarrolle más en los próximos años como una plataforma para el debate y la colaboración entre organismos de cooperación y el CMI acerca de diversos problemas comunes relacionados con la cuestión del compartir, la solidaridad y la justicia.

Los grupos regionales han abandonado su función tradicional de selección de proyectos para dedicarse al examen de la política a seguir y el diálogo. Han tratado de fomentar la cooperación entre el creciente número de interlocutores ecuménicos y de redes, y de ofrecer un marco que favorezca la crítica y el estímulo recíprocos. Para responder a las necesidades del Consejo en su conjunto, se prevé que esos grupos tengan un papel cada vez más importante.

Se ha examinado detenidamente el funcionamiento de las mesas redondas y se está procediendo actualmente a su reactivación sistemática. Se espera ampliar el número y la importancia de las mesas redondas siempre que el CMI pueda asegurar el funcionamiento de este instrumento. Los criterios para evaluar la calidad y la eficacia se establecen claramente en las nuevas directrices ecuménicas para las mesas redondas.

Acciones concretas de solidaridad
El trabajo del CMI se conoce en todo el mundo porque es un trabajo concreto. Al apoyar y acompañar a las iglesias y los grupos locales, trata de aportar algo concreto. La evaluación ha permitido determinar las dimensiones de ese trabajo y evaluar así su alcance y sus resultados.

La función del CMI ha consistido cada vez más en permitir a las redes entrar en funciones siempre que una serie de diversos actores, locales e internacionales, puedan coordinar sus esfuerzos y aumentar al máximo sus resultados. Sin embargo, esa tarea no es puramente administrativa. La función del CMI consiste en mantener viva una visión y en dar a conocer los valores y la forma de trabajar juntos garantizando que las acciones prácticas no estén condicionadas por el dinero ni por las decisiones de los donantes. El CMI tendrá que explicar mucho más en el futuro cómo llevar a cabo eficazmente esa tarea de facilitación. Un paso importante en esa dirección es la creación de redes de acción coherentes y eficaces como ACT y ECLOF, así como plataformas para la adopción de decisiones y el compartir de recursos, como grupos regionales y mesas redondas.

Formación ecuménica y aumento de la capacidad institucional
Este elemento de la tarea del Consejo es cada vez más importante para la comunidad ecuménica. Se trata de un punto de capital importancia para el futuro. Todos los interlocutores a los que se ha consultado han encontrado este aspecto alentador y beneficioso. Según dijo uno de ellos, "como resultado de la aportación y del apoyo de la Unidad IV del CMI, varios consejos cristianos han efectuado una evaluación que los ha llevado a cambiar de estrategia y a mejorar la imagen y la actuación de los consejos en frica Occidental".

Todas las secretarías regionales han participado en la formación, principalmente por medio de talleres. Los grupos destinatarios de esta formación, en particular, la formación en planificación y gestión de proyectos, fueron organizaciones ecuménicas regionales, consejos nacionales de iglesias, miembros de mesas redondas, organizaciones no gubernamentales relacionadas con las iglesias y organismos locales de cooperación. En América Latina, como resultado de una serie de talleres, se creó una red regional que brinda ahora un espacio para reflexión a más de 50 grupos e iglesias relacionados con la Secretaría Regional.

La preparación para casos de urgencia es otro sector prioritario para las iniciativas de capacitación. Las regiones del Pacífico, Asia, América Latina, el Caribe y Europa apoyaron la celebración de talleres con esa finalidad, a menudo en colaboración con ACT.

Respondiendo a la necesidad de evitar las situaciones de dependencia, muchas regiones han empezado a promover el crédito como una posibilidad de financiación. Para algunas regiones, en particular frica, esto representa un cambio enorme con respecto al sistema basado en las donaciones. ECLOF fue el instrumento elegido durante muchos años en algunas regiones para fomentar esta idea.

La formación ecuménica se ha convertido en una urgente prioridad en el curso de estos últimos siete años. En muchos casos no se tiene plena conciencia de la importancia del "enfoque ecuménico". Eso se debe a los cambios del personal dirigente, a la evolución y secularización en los organismos ecuménicos conexos y a la dificultad, a nivel local, de pensar de forma ecuménica en lugar de confesional.

Formación de redes de acción y promoción de derechos
La Unidad IV apoya diferentes formas de redes. Algunas son redes permanentes, cuyo trabajo está relacionado directamente con el mandato y las actividades de los equipos de personal. Ejemplo de esto es la Red Ecuménica Mundial para los Desarraigados, creada por el CMI con sus iglesias miembros y organizaciones ecuménicas, de la que se ocupa la Secretaría de Ginebra. Lo mismo puede decirse de la Red Ecuménica Mundial para los Niños.

La Red Ecuménica Mundial para los Niños no se prevé como una red permanente del CMI. Se ha formado con objetivos a corto plazo. Gradualmente irá prescindiendo del apoyo y de los servicios que le presta actualmente el CMI, para que llegue a ser una estructura autónoma.

Las redes relacionadas directamente con la labor del compartir de recursos, esto es, los Grupos Regionales, las Mesas Redondas, ACT y ECLOF, son de carácter aún más permanente y su función es tan esencial que es importante que el personal de Ginebra lleve a cabo su labor con eficacia y espíritu de colaboración. En realidad, se trata de una formación híbrida de organismos representativos (comités o grupos consultivos) elegidos por los órganos rectores del CMI (entre otros) y redes de participantes que aúnan sus esfuerzos para cooperar.

En su sentido amplio, el término "red" refleja el carácter dinámico del trabajo. Sus estructuras no son rígidas sino que evolucionan a medida que cambian los contextos y las necesidades. Esta flexibilidad está absolutamente en consonancia con el futuro modelo y estilo de trabajo del Consejo.

La clave del éxito de todas esas redes son las relaciones y la comunicación. No puede haber relaciones sin confianza y responsabilidad compartida; tampoco puede haber comunicación si no se comparten abierta y sistemáticamente la información y las ideas. Así pues, teniendo en cuenta que las directrices ecuménicas con su formulación actual han perdido vigencia, nos sentimos interpelados para elaborar nuevas directrices éticas que sean más idóneas.



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