consejo mundial de iglesias

Octava Asamblea
Comités de la Asamblea

Informe del Comité de Examen II
Versión aprobada por la Octava Asamblea

I. Respuesta a la sesión plenaria sobre África



Preámbulo
1. A lo largo de toda la Asamblea hemos tenido presente la importancia de nuestro encuentro en África. Hemos disfrutado de la hospitalidad y la cortesía de las iglesias y la gente de Zimbabwe y hemos respondido agradecidos. Hemos oído hablar mucho de la cantidad de problemas y dificultades con que se enfrentan actualmente los gobiernos, los pueblos y las iglesias en todo este vasto continente.

2. La celebración de la Octava Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias en suelo africano nos da la oportunidad de entregarnos de nuevo al sueño y a los proyectos africanos para el siglo XXI. Es imprescindible que tenga lugar un cambio real en el continente africano para conseguir una paz duradera, que se den los medios a la población para que participe en la toma de las decisiones que afectan a sus vidas, y que se respete la integridad de la persona humana y la comunidad.

3. Estamos profundamente impresionados por la representación dramática de la plenaria sobre África acerca de las esperanzas y las situaciones traumáticas del pasado y el presente en la vida de los países africanos, incluido nuestro país huésped. Expresamos nuestro profundo respeto por el valor profético de esta presentación.

El sueño de África
4. Mediante su programa de diálogo y estudio "Reconstrucción de África", que culminó en el acto celebrado, en mayo de 1997, en Johanesburgo, con el tema "Jubileo y Kairós Africano", el CMI ya se ha esforzado por actuar creativamente y en solidaridad con África y estimular un nuevo modo de mirar este continente. De esta forma se ha renovado en la iglesia africana la esperanza de que el cambio sea posible. Los participantes en la reunión de Johanesburgo manifestaron su convicción acerca del futuro de África en los siguientes términos:

"Nos enorgullece tener una visión del camino de esperanza que emprenden las iglesias africanas hacia el desarrollo del continente en el siglo XXI. Estamos decididos a hacer realidad esta visión que promete vida con dignidad para el pueblo africano. Consideramos que esta visión se basa en el espíritu del "ubuntu" ("ubu", "umuntu"), la encarnación de la espiritualidad africana y de la integridad moral vividas en comunidades viables.

Esta es una visión que

  • nos invita a trabajar juntos, de manera creativa, en solidaridad unos con otros, para acompañar a aquellos de nosotros cuyas cargas son demasiado pesadas para llevarlas solos;
  • nos obliga a luchar por la eliminación de las barreras y los muros que nos dividen y esclavizan;
  • nos proporciona instrumentos para restaurar relaciones rotas y sanar heridas infligidas por métodos violentos de solución de malentendidos y conflictos;
  • puede ser hecha realidad si los africanos se ponen de acuerdo en trabajar juntos en el espíritu del panafricanismo, y administran sus recursos humanos y naturales de modo responsable y ético, juntos y en comunidad unos con otros y con la naturaleza."
El desafío africano
5. En el Padare hubo muchas oportunidades de compartir e intercambiar relatos sobre los problemas del cambio social en África. En la sesión plenaria, que se centró de manera específica en África, oímos, de manera insólita y pujante, las voces de los pueblos de África. Entre esas voces había no sólo lamentos de dolor y sufrimiento, sino también testimonios de lucha, de fe y de esperanza. Escuchamos informes de la doble herencia de África de opresión y resistencia y de la actual oportunidad de determinar su propio futuro. Mediante la música, el teatro y el debate, se presentaron y analizaron los conflictos y los desafíos: la liberación del colonialismo; la lucha por superar la pobreza; el progreso hacia un buen gobierno y una sociedad civil participativa; los problemas de la justicia, los derechos humanos, el imperio de la ley, la fragmentación y la exclusión, y la regeneración moral de la sociedad.

6. Hemos oído hablar de los enormes problemas con que se enfrenta África, muchos de ellos producto de la economía de "guerra y maná" que ha dado lugar al fenómeno conocido como globalización. Las presiones mundiales hacen que las naciones y los individuos combatan contra abrumadoras dificultades socioeconómicas que surgen de la crisis de la deuda, los programas de ajuste estructural, y en algunos casos el soborno, la corrupción y la mala utilización de los recursos. Actualmente las guerras civiles afectan a la mitad de África y los sobrecogedores relatos de los sufrimientos en el Sur de Sudán nos recordaron que desde hace cincuenta años esta región es escenario de una guerra civil. En algunas partes de África, como por ejemplo en la región de los Grandes Lagos, los conflictos han sido constantes durante muchos años. Las cuestiones de la indigenización no se plantean de forma tan clara en África como en otros lugares, pero son abordadas actualmente por el Programa de los pueblos autóctonos. Hay una gran preocupación por las cuestiones de salud, en especial la propagación del SIDA. Por encima de todo, es necesario proseguir, con la mayor urgencia, el proceso de regeneración moral, proceso en el que las iglesias tienen una importante contribución que hacer tanto mediante una nueva visión ecuménica, profética y coherente como mediante su capacidad para examinar y formular el pensamiento social ecuménico.

7. En cuanto a la prioridad que debe darse a los derechos humanos, a la integridad y a la dignidad de la persona, los dirigentes de las iglesias de África deben garantizar la plena participación de las mujeres, los jóvenes y los laicos en la definición, la formulación y la puesta en práctica del programa para África a todos los niveles. Esto promoverá iniciativas y acciones comunes que garanticen la permanencia y el éxito del programa. También es necesario que se analicen y clarifiquen en el contexto de la sociedad civil en formación, el papel y el lugar de la familia y los valores cristianos, como integridad, generosidad y sobre todo la fe en Cristo.

8. Es importante que el acento sea positivo, dejando atrás los tonos fatalistas, el desánimo y la impotencia que tienden a caracterizar algunas actitudes y reacciones. Existen en África claros signos de que, junto con una vibrante fe cristiana y una vitalidad espiritual, está surgiendo un nuevo espíritu de patriotismo, un sentido de orgullo por su identidad ("ubuntu") y el deseo de construir una imagen diferente del continente. Como respuesta a todo lo que hemos oído, queremos celebrar la herencia y la cultura de África y reflexionar sobre el tema de la Asamblea "Buscad a Dios con la alegría de la esperanza". Con sentimiento de arrepentimiento, reconocemos que los gobiernos y las iglesias de fuera de África tienen mucha responsabilidad en las políticas y decisiones que han contribuido a las actuales dificultades. Pero nos encontramos hoy en una situación promisoria y esperanzadora. Reiterando el acto con que finalizó nuestra sesión plenaria sobre África, nos comprometemos solidariamente con la reconstrucción de África. Para los que somos africanos, este acto representa el compromiso de trabajar con las iglesias y por su intermedio por un futuro mejor, de manera que nunca más sufra África la humillación que padeció en el pasado. Para los que pertenecemos a otros países, el acto representa el compromiso de trabajar con las iglesias y por su intermedio acompañando a nuestros hermanos y hermanas africanos en su camino de esperanza.

Recomendaciones (aprobadas)
La Octava Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias
1. suscribe el programa africano e insta a las estructuras del Consejo Mundial de Iglesias y a su comunidad ecuménica, a apoyar, acompañar y ayudar la puesta en práctica de ese programa, prestando especial atención a África en los comienzos del siglo XXI;

2. apoya plenamente el compromiso asumido ante Dios por los dirigentes y los representantes de las iglesias miembros de África, presentes en la Asamblea, de:

a) continuar la tarea actualmente inconclusa de trabajar por la transformación de sus sistemas e instituciones sociales, políticas y económicas a fin de crear una sociedad justa en la que las mujeres y los jóvenes tengan oportunidades de participar plenamente;

b) buscar y promover la paz y la reconciliación para sus fieles y sus comunidades;

c) trabajar por el establecimiento de valores éticos apropiados en el trabajo, el gobierno y la administración, así como una buena gestión de los bienes;

d) hacer todo lo que esté a su alcance para ayudar a contener y superar el flagelo del SIDA;

e) afirmar el derecho de los niños africanos a esperar un futuro luminoso que ellos mismos contribuyan a crear con su fuerza y su talento.

3. encarga al Comité Central que prosiga el trabajo iniciado con el programa de diálogo y estudio "Reconstrucción de África", haciendo hincapié en el aumento de capacidad a nivel local y la comunicación, para fomentar la solidaridad dentro de la familia ecuménica y para que África pueda aportar su contribución específica al Movimiento Ecuménico mundial.

4. alienta a los consejos de iglesias de África y a la Conferencia de Iglesias de toda el África a buscar nuevos caminos, dentro de los límites de los recursos disponibles, para trabajar con sus iglesias en sus respectivas regiones, y en asociación con organizaciones de la sociedad civil de África, con objeto de dar a los africanos una orientación moral, formular una nueva visión de África y movilizar a la población africana para que participe en la construcción de comunidades justas y viables;

5. insta a todas las iglesias miembros a entablar un diálogo con sus respectivos gobiernos y ejercer presión sobre los gobiernos, las organizaciones de las Naciones Unidas y otros organismos internacionales para que contribuyan en cuanto les sea posible al proceso de reconstrucción y reconciliación en África, por ejemplo, garantizando el respeto de los derechos humanos, la promoción de un orden económico diferente, la condonación de la deuda, la reducción del comercio de armamentos, y adoptando medidas urgentes para lograr la paz con justicia en Sudán, la Región de los Grandes Lagos y otras zonas de conflicto en África en particular y en el mundo en general.



Anexo I: Declaración sobre el Sudán

En su mensaje a la Octava Asamblea del CMI, el obispo Paride Taban de la diócesis de Torit (Sudán), instó a la comunidad internacional a demostrar una voluntad política más firme y ayudar a poner fin a las matanzas en el Sur de Sudán. La Asamblea recuerda que, en 1972, el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) y la Conferencia de Iglesias de toda el África (AACC) actuaron como intermediarios para lograr un acuerdo de paz entre el Gobierno del Norte de Sudán y Anyanya I, precursor del Movimiento del Ejército de Liberación Popular del Sudán (SPLM/A), en el Sur. Como resultado de este acuerdo, firmado en Addis Abeba, hubo paz en el país hasta que se reavivó el conflicto a comienzos de los años 1980.

Este nuevo brote de violencia, que continúa su escalada, ha ocasionado la pérdida de un millón de vidas, ha desplazado a innumerables personas, tanto dentro como fuera de las fronteras del país, y ha obligado a la mayoría restante a sobrevivir gracias a la ayuda humanitaria exterior. Más aún, la economía del Sur ha quedado devastada y se encuentra prácticamente en bancarrota. Por si la situación no fuera ya suficientemente desesperada, el azote del hambre está causando estragos en la región.

Como sucede con frecuencia en situaciones de conflicto, todos los bandos cometen violaciones de derechos humanos, y son cada vez más numerosos los casos de ejecuciones extrajudiciales, violaciones, torturas, reasentamientos forzosos, así como los casos de expropiación de tierras y ganado ode esclavitud, especialmente de mujeres y de niños. Los organismos de cooperación internacionales tienen muchas pruebas de esos crímenes. Sin embargo, no se prevé ayuda alguna para las víctimas ni para sus familias.

Lo que comenzó como consecuencia del litigio entre el Norte y el Sur por cuestiones de distribución equitativa del poder y de los recursos se ha transformado en un conflicto mucho más complejo. La prolongación de la guerra ha dado lugar a violentos enfrentamientos entre diferentes facciones étnicas en el Sur. En el Norte, la decisión gubernamental de aplicar la Sharia islámica ha alienado y marginado por completo a las minorías religiosas no musulmanas. Pero la guerra tiene también dimensiones regionales e internacionales. Los factores políticos y económicos que desempeñan un papel en el Cuerno de África, y el temor al expansionismo islámico han malogrado los intentos de concertar un alto el fuego.

Durante este nueva fase del conflicto, el CMI y sus iglesias miembros, así como organismos de ayuda han continuado proporcionando a las víctimas asistencia humanitaria de urgencia y ayuda al desarrollo. Asimismo han seguido expresando su preocupación ante la escalada del conflicto y la pérdida resultante de vidas y bienes, así como el empleo de la ayuda humanitaria como arma de guerra.

En mayo de este año, tras una visita a la región, el Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, dijo que las partes beligerantes han limitado el acceso a esa región particularmente afectada; han prohibido los vuelos de aviones que aportan ayuda humanitaria, y han atacado campamentos de refugiados, convoyes de camiones de transporte y a los socorristas. Es cada vez más evidente que la ayuda por sí sola no pondrá fin al sufrimiento del pueblo sudanés. Tan sólo un arreglo justo y pacífico les dará la posibilidad de reconstruir sus vidas.

El CMI se ha esforzado por conseguir la paz en el marco del Foro Ecuménico del Sudán que ha ofrecido un espacio a los dirigentes de las iglesias del Norte y el Sur para redoblar sus esfuerzos en favor de la paz. Como consecuencia, estos diirigentes de las iglesias han definido su posición sobre la paz en el Sudán y la han hecho pública en el documento "Unidos en la Acción por la Paz" (United We Stand in Action for Peace). El CMI continúa apoyándolos y estimulándolos en su lucha por una paz justa y duradera en el país. Está convencido de que el proceso de paz iniciado por la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo (IGAD) constituye la mayor esperanza para lograr este objetivo. Por lo tanto, el CMI insta a la comunidad internacional a que adopte todas las medidas necesarias para reavivar y fortalecer el proceso de paz de la IGAD. La Declaración de Principios de la IGAD ofrece un marco y una base viables para una paz justa y duradera en Sudán.


Informe del Comité de Examen II
Octava Asamblea y 50 Aniversario
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